El futbolista de moda en la liga española estudia periodismo. Gabri Veiga (O Porriño, 20 años) estrenó el mes pasado dorsal del primer equipo con el Celta después de asaltar la titularidad en las seis jornadas que abrieron el campeonato. El cambio en el banquillo no varió su estatus, más bien lo potenció. “Es toda una sorpresa. He visto muy pocos jugadores como él a lo largo de mi carrera”, confiesa su entrenador, el luso Carlos Carvalhal, que le describe: “No tiene un perfil de toque o de precisión, pero sabe jugar. Es inteligente, muy fuerte y sabe llegar a zonas de finalización”.
“Es eso que ahora se llama centrocampista moderno”, incide Jorge Cuesta, que fue su entrenador en el juvenil celeste y ahora observa su eclosión desde China, donde trabaja en la base del Wuhan Three Towns. Desde allí, reflexiona, a cuenta de Veiga, sobre el fútbol en la base, el periodo de maduración de los futbolistas y las decisiones que se toman en torno a muchos de ellos. “El suyo es un caso que se escapa a mi entendimiento. Al inicio de su segundo año de juvenil, en 2019, era uno más en el equipo, no destacaba, y ahora es uno de los mejores futbolistas de España. Quien diga que veía que Gabri iba a ser lo que es ahora está mintiendo”.
“Es el típico futbolista al que le deseas todo lo mejor. Muy buena educación, trabajador, sacrificado, con un físico privilegiado y talentoso. Mejorará su capacidad técnica, que ya es elevada”, augura Jacobo Montes, técnico del Coruxo de 2ª RFEF. En el verano de 2019 se hizo cargo junto a su hermano Marcos del filial del Celta, en la fenecida Segunda B. Fran Escribá era el entrenador del primer equipo y en la pretemporada le gustaba foguear a muchos jóvenes. Se produjo un efecto cascada que llevó a Veiga a las órdenes de los hermanos Montes, en principio durante diez días. Nadie le esperaba allí, pero se hizo un hueco en el equipo, en las tres primeras jornadas fue titular y con 17 años jugó catorce partidos en la división de bronce. Cuando bajaba a ayudar al equipo juvenil, Jorge Cuesta creía estar ante un jugador diferente al que había prestado. “El cambio fue tremendo. Cuando dio el salto del cadete era talentoso, pero también muy grande, pesado y algo descoordinado. Le costaba aguantar los entrenamientos”, recuerda. Aquel chico que en el club barruntaban que no iba a ser capaz de acabar un partido con el equipo juvenil de pronto era titular en Segunda B. “Se puso por encima del resto”, explica Cuesta.
Las personas están sometidas a procesos de maduración y crecimiento. En el futbolista ese desarrollo tiene que ver con aspectos mentales o físicos que en el caso de Veiga emergieron casi de golpe. Y en el momento justo, cuando la casualidad de una llamada de otro chico al primer equipo le llevó a completar los entrenamientos del Celta B. “Marcamos a la gente demasiado pronto. Este va a llegar, escucho decir sobre jugadores en edad alevín. ¿Cómo se puede saber? ¿Cómo y cuándo se va a desarrollar ese niño? ¿Cómo va a comportarse ante las dificultades, por ejemplo, ante la competencia?”, se pregunta Cuesta. Gabri Veiga llegó al Celta con 11 años. Su caso apenas es parangonable con el de Iago Aspas, que aún lo hizo más joven y tuvo que salir cedido en edad juvenil antes de llegar al primer equipo a punto de cumplir los 23 años.
Ahora Gabri Veiga deslumbra entre los grandes con seis goles y dos asistencias en lo que va de campeonato. Solo Aspas, y en la delantera, supera esos números en el Celta. Fue el último sub-21 al que hizo debutar Luis de la Fuente y puede que esté entre los primeros que estrene en la selección mayor. Luis Enrique le incluyó en una prelista de cara al Mundial de Qatar cuando sus partidos en Primera se contaban con los dedos de las manos.
“Es diferente”, confía Carvalhal. Es un interior de origen que puede jugar en el pivote o en la mediapunta, con llegada y un potente disparo, enérgico en la galopada por su poderoso tren inferior. “Tiene facilidad para ver cuando tiene que romper en el área rival. Y tiene mucho descaro. Es un inconsciente, en el buen sentido”, apunta Cuesta desde Wuhan. Desde allí vio por televisión su doblete en el último partido de Liga contra el Betis, vaselina incluida para resolver un mano a mano ante el portero. “Tiene ida y vuelta, trabajo, clase y gol, pero sobre todo una gran fortaleza mental. Cuando, con el filial, pasó por algún momento bajo y le tocó estar en el banquillo no dejó de entrenar todo lo bien que le permitía su cuerpo. Hasta que recuperó el nivel. Llegar a la élite como lo está haciendo está solo al alcance de los privilegiados”, detalla Jacobo Montes, que concluye: “Está llamado a marcar una época en el Celta”.
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