Sufridor por un racimo de ocasiones que no concretó para finiquitar al Almería, el Atlético tuvo más juego que goles. Ganó con más apuro en el marcador del que debió. Hasta los minutos finales, gobernó el partido con autoridad. Le penalizó la falta de tino. Los dos goles de Griezmann, primer jugador de esta Liga con dobles dígitos, 11 goles y 10 asistencias, le consolidan en la tercera plaza y le convierten en un posible animador del campeonato. Los rojiblancos visitan el próximo domingo el Camp Nou con el francés en el mejor momento desde su regreso. Una victoria rojiblanca en Barcelona haría concebir algunas esperanzas al Madrid de que aún puede haber Liga. Incluso para el Atlético, a dos puntos de su vecino, si el descalabro culé se prolongase.
Cuatro minutos tardó el Atlético en empezar a despachar a su rival. Había empezado revoltoso Correa, con ese fútbol anárquico para el que no hay imposibles, aunque la realidad diga que sí. Sus dos primeras acciones fueron un intento de sombrero de espaldas y una pared con Griezmann. En su tercera intervención forzó un saque de esquina. Él mismo lo peinó en el primer palo para que el francés lo remachara de cabeza en el segundo. No salió muy bien parada la defensa del Almería, derrotada en una jugada de estrategia aérea por los dos tapones que son Correa y Griezmann.
La misma endeblez y apatía que mostraron los defensores del Almería podía extrapolarse al resto del equipo de Rubi. Línea por línea, sus futbolistas transmitían la sensación de que su agónica Liga se juega ante otro tipo de rivales y en otros escenarios. Famélico de juego, Correa pudo sentenciarlo con el que pudo ser uno de los goles del campeonato. A un pase filtrado de Griezmann respondió con uno de sus giros en el pico del área pequeña que ponen a sus marcadores mirando a las vallas publicitarias. Se gustó tanto Correa que en vez de engatillar un zurdazo directo pretendió superar a Fernando con una rabona. El gesto puede calificarse de frivolidad, pero Correa tiene carta blanca para todo lo que se le pasa por la cabeza. Así ha forjado su carrera. No le ha ido nada mal desde su libertinaje los puntapiés que le da al academicismo cuando le da por inventar. La ovación que la hinchada le dedicó por el reciente fallecimiento de su madre coincidiendo con el minuto de su dorsal, el diez, fue emotiva.
La voracidad de Koke y Griezmann en un quite pusieron al galope al francés para empezar a cerrar el partido, pero su derechazo silbó el palo. El aviso dio paso a una de esas jugadas que también radiografían a Correa. Dio mal un pase atrás a Witsel que arañó Baptistao. Su golpeo se emponzoñó tras tocar en Giménez y describió una parábola endiablada que rebasó a Oblak. Poco había hecho el Almería y se encontró con la posibilidad de defender de nuevo un empate. Apenas pudo hacerlo unos minutos. Su laxitud defensiva le condenó en una combinación a un toque entre Koke, Correa y Carrasco. La empujó Griezmann en el corazón del área pequeña para que el Atlético se fuera al intermedio en ventaja.
Del intervalo salió el equipo de Simeone dispuesto a no pasar fatigas por la estrechez del marcador. No lo logró por la pericia de Fernando para salvar una peinada de Griezmann con una buena mano y un remate a quemarropa de Llorente que sacó con la puntera. Carrasco y Griezmann golpearon los palos antes de que Llorente viera la cartulina amarilla que le impedirá jugar en el Camp Nou.
La cascada de ocasiones fallidas metió al Atlético en la angustia de diez minutos finales en los que el Almería quiso proponer lo que no había propuesto en todo el partido. El paisaje se puso para que Simeone retomara sus aspavientos de coreógrafo emocional. Su equipo acabó en el área pidiendo la hora y agradeciendo que hubiera un fuera de juego previo a unas manos de Giménez que el VAR había detectado.
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