Aconsejaban nuestros mayores ante la incertidumbre de sus hijos sobre la forma de buscarse la vida y lograr un porvenir sólido, que lo más seguro era hacerse funcionario. Ello exigía oposiciones duras o livianas. E imagino que con la legalización de los partidos políticos también resultaba sabroso ingresar en esa actividad tan heroica y filantrópica de dedicar su existencia al servicio de la gente. Muy mal te lo tienes que montar para que el oficio de político no sea a perpetuidad.
Y ahora descubro con lamentable frecuencia ojeando series en las plataformas y en las televisiones que uno de los trabajos con más presente y futuro que existen es el de guionista. La demanda de las productoras para abastecer su inmenso mercado debe de ser irresistible. Tampoco se plantean problemas de calidad al crearlas. Si algo les ha funcionado bien en las sagradas audiencias, van a exigir multitud de productos clónicos e inmediatamente olvidables. Gran parte de ellos dedicados a intrigas policiacas, de espionaje, de zombis, todo eso. E incluyendo forzosamente las convenciones, aptitudes y personajes que están de moda, que disponen de poder absoluto en la corrección política.
Sospecho que escribir guiones creíbles e inteligentes es algo fundamental para que salgan buenas películas y series. Que ni un genio de las imágenes puede salvar una historia increíble, falaz o cochambrosa. Pero es más fácil, barato y rápido aplicar idénticas fórmulas que inventar algo dotado de talento y alma.
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