El rugby galés se encuentra en el ojo de la tormenta. Hace tres días, los jugadores amenazaban con una huelga que valía 9 millones de libras, los ingresos que reporta a su federación el partido del año: la visita de Inglaterra a Cardiff. Por mucho que la pandemia haga mella en las cuentas, cuesta aceptar una bajada de sueldo mientras tus jefes firman un contrato millonario al seleccionador, Warren Gatland, plantean proyectos exóticos como una tirolina en el estadio nacional o se defienden de comportamientos misóginos. Estaba escrito que en una semana así el XV de la Rosa, lejos de la excelencia, se llevaría la victoria. Así llegó la duodécima derrota galesa (10-20) en los últimos 15 partidos, su tercera en tres jornadas del Seis Naciones.
La amenaza de huelga partía del bloqueo entre la Federación Gales de Rugby (WRU en sus siglas en inglés) y las cuatro regiones que la integran. La consecuencia es que los clubes no podían ofrecer renovaciones a los jugadores. Tras el plante, podrán hacerlo a partir del lunes. La otra barrera era una norma que impediría ir a la selección a los galeses que jueguen fuera del país si no acumulan 60 internacionalidades. Los jugadores no han logrado eliminarla, pero la han rebajado a 25. Es un aspecto clave porque los clubes locales no pueden competir ante los salarios de las ligas inglesa o francesa y si un jugador quiere un contrato lucrativo sale del país para conseguirlo. Por eso hubo rugby en Cardiff.
Tras la debacle en Escocia, Gatland cambió a nueve piezas de su alineación y recuperó a las vacas sagradas de las que prescindió en Edimburgo, como el capitán, Alun Wyn Jones, el ‘recordman’ internacional del rugby con 157 partidos. A falta de virtuosismo, el duelo fue una sobredosis de intensidad. Inglaterra, de nuevo la solidez de Owen Farrell como apertura, dominaba el territorio sin excesiva pericia en los metros finales, suficiente para irse por delante al descanso (3-8) tras un ensayo de Watson en el ala.
El partido concentró sus burbujas en apenas cinco minutos. Louis Rees-Zammit interceptó el pase descuidado de Max Malins rumbo al ensayo bajo palos que ponía por delante a Gales. Una ventaja que duró un suspiro, lo que tardó Inglaterra en armar su maul –la plataforma móvil de sus delanteros– para que Sinclair posara antes de que los rivales pudieran voltearle. Las cosas volvieron a su cauce: dominio estéril inglés. Que Farrell falle tres patadas a palos es tan noticiable como sintomático. Gales llegó a tiro a los últimos minutos, pero su yermo ataque –suma tres ensayos en tres partidos– no da para más. Así que Lawrence cerró la victoria del XV de la Rosa, que mantiene sus opciones de título con 10 puntos.
No lo tendrá fácil Gales para evitar la cuchara de madera –el castigo por perder todos los partidos– cuando visite Roma dentro de dos semanas. Italia dio un buen susto a una Irlanda diezmada –sin su capitán, Jonny Sexton ni titulares como Garry Ringrose–, que se las prometía felices tras un inicio atronador y vio cómo su rival rozaba la remontada. Los italianos apostaron por la anarquía para desquiciar al esquema más ordenado con el que cuenta ahora mismo el rugby. Sufrió para ganar 20-34 el líder del torneo, que evitó el derrumbe y esgrime el máximo de puntos posibles tras tres jornadas (15).
Irlanda asumió el reto de un partido frenético lleno de transiciones e hizo añicos a la defensa rival con su trasera. El poderoso James Lowe abrió las hostilidades perdonando un ensayo cantado para luego asistir a la marca de su tocayo Ryan cuando apenas habían transcurrido dos minutos. Hugo Keenan amplió la cuenta tras romper un débil intento de placaje italiano y decantó el partido con la colaboración de Bundee Aki y Mick Hansesn, que canjeó un ensayo más clásico tras la fijación de sus delanteros. A la media hora, el duelo parecía resuelto (10-24).
Pero esta Italia no tiene nada que ver con la selección que perdió 36 partidos seguidos en el torneo. El duelo cambió con una intercepción de Bruno a un pase descuidado de Aki con el tiempo de la primera parte cumplido. Con el alivio de ese ensayo, el cuadro local se creció tras aguantar un interminable ataque irlandés de casi diez minutos sin conceder puntos. El XV del Trébol acumulaba indisciplinas y se vio defendiendo sobre su línea de gol el ataque italiano que habría puesto el empate a diez minutos del final. La anarquía terminó en precipitación y el veterano Conor Murray, recién salido del banquillo, solventó después la contienda abriendo la autopista al ensayo final de Hansen.
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