Jartum: El principal grupo paramilitar de Sudán dice tener bajo su control el palacio presidencial mientras el Ejército lo niega | Internacional

Intensos enfrentamientos armados entre el Ejército de Sudán y las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido estallaron este sábado en la capital del país, Jartum, y en otros puntos del territorio, después de varios días de escalada de tensión y en medio de temores de que los choques suman la nación africana en un conflicto fratricida más generalizado. A primera hora de la tarde la situación sobre el terreno no estaba clara y ambos bandos seguían difundiendo informaciones contradictorias sobre el origen de los combates y el control de posiciones estratégicas, aunque un comité de médicos independiente informó de que al menos tres personas han muerto y decenas han resultado heridas. La comunidad internacional ha denunciado la violencia y ha pedido en bloque el cese de las hostilidades.

Las Fuerzas de Apoyo Rápido, que cuentan con decenas de miles de efectivos, han dicho en un comunicado que han sido blanco de un “brutal ataque” inicial del Ejército, y afirmado que ellas han respondido al embate y que se han hecho con el control de puntos estratégicos como el aeropuerto de Jartum y una base aérea en el norte del país, así como con el palacio presidencial. También han acusado a las Fuerzas Armadas de querer aferrarse al poder y de poner en peligro la estabilidad del país. El comandante del grupo, Mohamed Hamdan Dagalo, ha asegurado que perseguirán al comandante del Ejército y líder del golpe de 2021, que acabó con la frágil transición democrática del país, Abdefatá Al Burhan, y lo entregarán a la justicia.

El Ejército, a su vez, ha asegurado en un comunicado que ellos han sido atacados primero, ha acusado al grupo paramilitar de difundir mentiras y ha afirmado que siguen reteniendo el control de bases aéreas, aeropuertos, y la capital. El comandante Al Burhan también ha defendido que el palacio presidencial y el cuartel general siguen bajo su dominio, ha dicho que las Fuerzas de Apoyo Rápido han atacado su casa, y ha acusado a “las fuerzas rebeldes” de Dagalo de forzar la situación movidas por “sus ambiciones personales”.

Los combates parece que estallaron inicialmente por la mañana en un suburbio del sur de Jartum, desde donde se han extendido a los puntos neurálgicos de la capital: el palacio presidencial, el cuartel general del Ejército, bases militares de ambos bandos, la sede del Ministerio de Defensa, el aeropuerto internacional, y la oficina central de la televisión estatal. También se han producido choques en al menos una base aérea del norte de Sudán y, según las Fuerzas Armadas, en otros Estados del sur y oeste del país.

Sudán se ha visto sumida en una situación de gran inestabilidad desde que en octubre de 2021 el Ejército y las Fuerzas de Apoyo Rápido, ahora enfrentados, ejecutaron un golpe de Estado que acabó con la transición iniciada en el país poco después de que el dictador Omar Al Bashir fuera derrocado en 2019 tras meses de protestas. La asonada supuso un duro revés a las aspiraciones populares de desmantelar el antiguo régimen y sentar las bases de un Gobierno civil y democrático. El líder del golpe, Abdefatá Al Burhan, prometió que nombraría a un Ejecutivo tecnócrata para dirigir el país hasta unas elecciones en 2023. Pero sus planes toparon con una amplia oposición popular y ha tenido que hacer frente con muy pocos apoyos a una grave crisis económica, niveles alarmantes de violencia interna y un fuerte aislamiento diplomático.

El jefe de la misión de la ONU en Sudán, Volker Perthes, ha llamado al cese inmediato de los combates, y su oficina ha informado de que se encuentra en contacto con ambas partes en un intento de mediar para poner fin a la violencia. Estados Unidos, Rusia, Egipto, y la Unión Europea también han pedido que se ponga fin a los combates.

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Agravios históricos

Las Fuerzas de Apoyo Rápido fueron establecidas hace una década a partir de la unión de grupos armados y respaldados por el Gobierno central que habían liderado la campaña de brutal represión desde 2003 en Darfur, en el oeste del país. Su relación con el Ejército ha estado marcada por una fuerte rivalidad, derivada en esencia de agravios históricos, su lucha por el poder y la explotación de la riqueza del país. Y aunque esta pugna se agravó tras el derrocamiento de Al Bashir en 2019, ambos habían sido capaces de mantener una frágil alianza de conveniencia para evitar ceder el poder a una autoridad civil, realizar reformas del sector de la seguridad y exponerse a un proceso de rendición de cuentas.

Su incapacidad por reconducir la situación desde el golpe de Estado conjunto en 2021, sin embargo, ha contribuido a hacer cada vez más insostenible la asociación. En diciembre, los generales golpistas acabaron por firmar un vago acuerdo inicial con la coalición civil a la que habían apartado del poder en la asonada militar para allanar el camino para iniciar una nueva transición. Aquel pacto, rechazado por el movimiento prodemocrático que ha liderado la sostenida movilización social de oposición al golpe, dejó para más adelante abordar las principales demandas de la oposición, incluidas la rendición de cuentas y la reforma del Ejército y de los servicios de seguridad, algo que no se ha logrado.

En febrero, las Fuerzas de Apoyo Rápido empezaron a desplegarse en mayor número en Jartum, mientras seguían produciéndose las negociaciones sobre su posible integración en las fuerzas regulares. La tensión empezó a alcanzar niveles alarmantes a finales de esta semana, cuando el Ejército denunció algunos movimientos de tropas recientes del grupo paramilitar, y advirtieron de la posibilidad de que se produjeran enfrentamientos armados. Ambos bandos han sido acusados de agravar públicamente sus fricciones para infundir miedo y forzar concesiones por parte de la oposición civil, pero la escalada actual, tanto a nivel retórico como de hostilidades, no se había producido antes.

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