“Persevera y triunfarás”. Es una frase que se le atribuye al filósofo y orador romano Lucio Anneo Séneca. Es un dicho que cae como anillo al dedo a Jeff Kinney, un programador computacional que soñaba con ser caricaturista de periódicos. Al ser rechazado en cientos de ocasiones porque a nadie le gustaba su trabajo, se propuso hacer su propio diario, en un formato escrito con dibujos entremedio. Su sueño de niñez se encontró ante su gran momento decisivo a sus 27 años, en 1998, cuando pensó en contar el relato de un adolescente debilucho que cuenta historias ilustradas sobre su vida. En mayo de 2004, comenzó a publicar diariamente en la web Funbrain una versión en línea de su creación, que la bautizó como Diario de Greg. Ocho años de trabajo pasaron hasta que en 2006 decidió mostrar su trabajo a una editora. A la empresa Abrams Books le gustó lo que vio y firmó un contrato por varios libros para convertir a su personaje en una serie impresa. El resto es historia.
Diecisiete años después, Jeff Kinney (Maryland, EE UU, 52 años) se ha convertido en un autor superventas con más de 275 millones de copias comercializadas en todo el mundo, convirtiendo a Diario de Greg en la cuarta serie de libros más vendida de todos los tiempos. El caricaturista estadounidense, que realizó una gira por México, Colombia y Perú para presentar el vólumen 17 de su obra, titulado Superretörcidos, nunca imaginó que la saga, distribuida por la editorial Penguin Random House en Latinoamérica, iba a tener tanto aliento.
“Firmé por tres libros y pensé que eran muchísimos. Extendí mi contrato a cinco, luego a 10 y siguió creciendo. Me di cuenta de que las caricaturas son como una promesa para un lector, una promesa de que siempre estarán ahí. Entonces, no me siento realmente avergonzado ahora que tengo tantos libros. Creo que todos los años los niños esperan que salga una nueva entrega del Diario de Greg en Navidad y esa es una linda tradición”, le cuenta el autor a EL PAÍS en una sala del hotel Condesa DF, durante su gira promocional en Ciudad de México.
Greg Heffley es el protagonista. Un preadolescente poco ejemplar, travieso, con muchas preguntas, insatisfacciones e incomprensiones del mundo adulto, que sale de un lío para entrar en otro, un incauto que plasma sus vivencias y desventuras en textos y viñetas en su diario. “Es solo una versión más exagerada de mí mismo”, afirma Kinney sonriente. Cree que Greg y él piensan de forma similar, lo que le ha facilitado para escribir sobre su personaje. Para los primeros libros la inspiración vino de su infancia y sus recuerdos. Aprendió de Greg que puede ser una persona con más defectos de los que pensaba. Y que eso no es malo.
Kinney quiso retratar a un chico de 11 años, como es, sin encasillarlo, con lo bueno y malo que pueden tener las personas a esa edad. No lo considera un “antihéroe”, como muchos periodistas o críticos han elogiado a Greg, simplemente es “normal”, recalca. “Creo que todos queremos ver representaciones nuestras en nuestros libros. Muchas veces los niños y los protagonistas de la literatura son como adultos en miniatura. Ellos son perfectos. En Harry Potter y en muchas otras obras, tenemos a una especie de niño heroico que la mayoría de las veces hace lo correcto. Quería crear un contrapunto a ese personaje, que sea más realista y que los niños puedan decir ‘Oh sí, ese soy yo”, agrega.
Creciendo, caricaturistas como Charles M. Schulz, Bill Watterson y Carl Barks, creadores de personajes como Snoopy, Calvin & Hobbes y Rico McPato, respectivamente, fueron la inspiración de Kinney. Con ilustraciones de tipo “minimalista”, “con pocas líneas para transmitir el punto”, es decir, una “versión simplificada” de su estilo natural de caricaturista, el creador de Greg ha abordado a lo largo de sus casi 20 libros temas como los cambios fisiológicos, enfrentar mayores responsabilidades, la primera fiesta de chicas y chicos, intentar destacar en algún deporte o, como para algunos en su último volumen, el sueño de formar parte de una banda de heavy metal.
Kinney, con un título universitario en Criminología bajo el brazo, amplios conocimientos informáticos y con la idea de convertirse en un agente federal en un punto de su vida, es el culpable de haber influenciado a distintas generaciones de niños y adolescentes a la lectura. Su trabajo, hasta este 2023, ha sido traducido a 69 idiomas. Pueda que el FBI haya perdido un agente apto, pero la literatura ganó un ídolo de masas. Cada viaje y cada encuentro con sus fans es una experiencia única. “Es una locura. Es algo así como que no puedo comprender completamente. A donde voy veo a niños pequeños, nuevos lectores, pero también a adultos, de 20 años, gente que creció con mis libros. Es un gran privilegio poder llegar a tanta gente, especialmente tan lejos de casa”, afirma.
En su hogar, en el pueblo de Plainville, Massachusetts, cuando no está ocupado supervisando adaptaciones al cine o escribiendo el guion de una serie animada de su obra —disponible en Disney+—, Kinney se ocupa de su librería An Unlikely Story (Una historia poco probable), donde ha recibido a autores como John Grisham, actrices como Elizabeth Olsen o personalidades de la política como Hillary Clinton. “Es una de las mejores partes de mi vida”, admite el también escritor, que disfruta de leer en su tiempo libre sobre política moderna en Estados Unidos.
No es ajeno al actual momento de su país, en el que la agenda ultraconservadora de algunos políticos, como la del gobernador de Florida, Ron DeSantis, ha impulsado leyes para vetar cierto tipo de literatura en escuelas y librerías, con penas de cárcel de hasta cinco años o el retiro de la licencia para maestros y bibliotecarios que no sigan la norma. Este tipo de situaciones, que en cierto momento pensó que eran pasajeras, ahora las siente “permanentes”, le molestan.
“Son tiempos muy difíciles. Me enfurece. En Estados Unidos soy una persona blanca privilegiada. Me veo reflejado en los libros y lo que están haciendo los conservadores ahora mismo es erradicar de estanterías y librerías, con éxito, a las personas que viven diferente, que son parte de la comunidad LGBTQ. El efecto de eso en los niños que no forman parte de lo ‘convencional‘ puede ser muy devastador, porque es realmente importante para la salud mental verse reflejado en la literatura”, dice el caricaturista.
Kinney, que fue nombrado en 2009 como una de las 100 personas más influyentes del mundo según la revista Time, también opinó sobre la más reciente polémica literaria, acerca de la reescritura de los libros de Roald Dahl para que sean “más inclusivos”. Esto llevó a muchos a cuestionar si se trata de censura o si es corrección política. Cree que la iniciativa fue “bien intencionada”, pero los argumentos complicados. El caricaturista dice que se puede tratar de actualizar un texto o simplemente mantenerlo vivo y que sea entendido como un trabajo que responde a una época, pero también entiende la perspectiva de las editoras, que buscan que clásicos como Matilda o La brujas sean leídos cada año y no se apilen.
En ese sentido, ¿hay temáticas que la literatura infantil no debería abordar? “No creo saber la respuesta. Creo que nuestro arte está destinado a ser provocativo. Está destinado a iniciar conversaciones y a veces conversaciones difíciles”, afirma con un temple sereno y algo melancólico porque son sus últimas horas en México. Atesora aún más el impacto que su trabajo ha causado, todavía incrédulo a pesar de todo el éxito que ha cosechado. “Fue un viaje excelente. Fue mi primera vez aquí [en el país]. Una experiencia muy significativa”, finaliza con gratitud.
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