Jóvenes africanos al rescate de un patrimonio en peligro | África No es un país | Planeta Futuro

Empieza el mes de noviembre y los cielos de la región de Saint Louis, al norte de Senegal, regalan imágenes de extraordinarias: millones de aves de todos los colores y tamaños que llegan al continente africano escapando del frío invierno europeo. El parque Djoudj, situado en el delta del río Senegal, es uno de los lugares predilectos de acogida y refugio para la reproducción de muchas especies, que se quedan por la zona hasta bien entrada la primavera.

Clasificado como Patrimonio de la Humanidad en 1981, este parque acogió la semana pasada la inauguración de las celebraciones en África del Oeste del 50 aniversario de esta convención, reuniendo a representantes de las instituciones regionales de referencia en la salvaguarda del patrimonio (ICCROM, UICN, African World Heritage Fund,…), cargos políticos y educativos, y un centenar de estudiantes de la subregión. Bajo el título Next 50, la UNESCO comienza así un periodo de reflexión sobre el patrimonio “como herramienta de resiliencia, humanidad e innovación”, a través de actividades por todo el mundo que se extenderán los próximos meses.

De los 1.154 bienes inscritos hoy en día en esa lista de la UNESCO, 98 se encuentran en África, una representación juzgada escasa –ya que supone tan solo un 8% del total– por los países africanos

“¿Por qué fue clasificado el Djoudj como lugar de interés mundial?”, preguntó un estudiante al conservador del parque, durante la visita a terreno. Con ánimo didáctico, el comandante Cheikh Diagne, gestor del sitio, recordó los diez criterios que establecen “el valor universal excepcional” y, por tanto, el deber internacional de salvaguardarlo que, en este caso, se define por la importancia “vital y la situación de fragilidad de un santuario natural de 16.000 hectáreas”. Pese a esta intención, los conservadores comparten con los jóvenes las amenazas a las que se enfrentan, como la proliferación de especies invasoras, la caza furtiva o la presión agrícola de la zona.

De los 1.154 bienes inscritos hoy en día en esa lista de la UNESCO, 98 se encuentran en África, una representación juzgada escasa –ya que supone tan solo un 8% del total– por los países africanos, que a su vez se ven confrontados a grandes desafíos para la correcta protección del patrimonio que sí ha sido clasificado.

“El 40% de los sitios catalogados como Patrimonio de la Humanidad en África se encuentra en peligro debido a la crisis climática, los conflictos armados y la inseguridad, pero también a proyectos mal concebidos económicamente”, explica Muhammad Juma, jefe de la unidad África en el Centro de Patrimonio Mundial de la UNESCO. La protección del patrimonio mundial es objeto de uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) –el (11.4)– pero también de una aspiración (la 5) marcada en la Agenda 2063 de la Unión Africana.

Ante estos datos, toca tomar decisiones. Y para la primera hay un consenso: implicar a la juventud en la gestión de los bienes clasificados y en la identificación de soluciones para su conservación, junto con los gestores de los sitios. En eso se centró la segunda jornada de la celebración que tuvo lugar en la isla de Saint Louis, también clasificada como Patrimonio de la Humanidad en 2000.

Las diferentes agencias internacionales desplegaron ese día su arsenal de acompañamiento a la juventud del continente, que representa actualmente más del 60% de la población total. El representante del programa Youth Heritage Africa del ICCROM, Espéra Donouvossi, incidió en la “capacidad del patrimonio de ser fuente de desarrollo económico y social a través de las industrias culturales y creativas”, como los heritage hubs promovidos en varios puntos del continente: Ciudad del Cabo (Sudáfica), Kenia, Ruanda o Senegal, ligado al Museo de las Civilizaciones Negras de Dakar.

Para ello, la capacitación es clave: promover programas de formación hacia oficios relacionados con el patrimonio –identificación, gestión, transmisión, preservación– para preparar el relevo de la actual generación de gestores de los sitios clasificados. En este sentido, a la oferta de la Escuela de Patrimonio Africano se le une la de centros de estudio y universidades de todo el continente, como la Universidad Gaston Berger de Saint Louis, que ha integrado desde hace más de una década el Centro de Investigación y Documentación de Senegal (CRDS) y cuenta con una filial específica sobre Oficios del Patrimonio, contribuyendo así a la formación de expertos africanos en la materia, uno de los mandatos de la Estrategia operacional por la prioridad África (2022-2029). Para Senegal, este sector es una prioridad, ya que tiene siste sitios clasificados (dos culturales y cinco naturales), además de tres prácticas de patrimonio inmaterial inventariadas.

Romper con el elitismo y el colonialismo

¿Está el discurso patrimonial alejado del vivir y sentir de las gentes que lo habitan? La directora del Centro Cultural Regional de Saint Louis, Sira Ba, quiso señalarlo en el evento. “No hay que olvidar a los jóvenes que no son universitarios. La juventud socialmente activa, en los barrios o en las asociaciones deportivas y culturales, también debe de ser involucrada en la reflexión sobre la herencia patrimonial de nuestras ciudades y espacios naturales”, advirtió.

¿Cómo hacer que los jóvenes de la subregión, confrontados muchas veces a dificultades para realizar sus quehaceres cotidianos, sientan interés por la salvaguarda patrimonial? Dimitri Sanga, director regional de UNESCO para África del Oeste, cree que una de las claves es hablar en términos de “finalidad”. “Los sitios clasificados, incluso de las prácticas de patrimonio inmaterial, como la recientemente incorporada receta del “ceebu jën” senegalés, son elementos de atracción para un turismo sostenible que puede ser fuente de empleo y emprendimiento para la gente joven”. Aporta un ejemplo en clave local: “Las comunidades que viven en el Djoudj, agrupadas en grupos de eco-guardas, han creado actividades en torno a los recursos del parque, como la recogida y transformación de plantas y frutos locales, un albergue, paseos en piragua… Y con eso han conseguido, en 2021, 12 millones de FCFA (unos 18.000 euros) que han dedicado a mejorar infraestructuras comunitarias, como escuelas o la casa de salud. Se han dado cuenta de que el sitio aporta y hay recursos que vuelven a ellos, lo que puede conseguir que los jóvenes se sientan interpelados y atraídos”.

La tecnología no es un lujo, sino una aliada para gestionar y para proyectarse en el futuro

Dimitri Sanga, director regional de UNESCO para África del Oeste

Otra de las cuestiones a debate, comentada por uno de los estudiantes durante la jornada, fue la de la “patrimonialización”, es decir, la identificación de la población con la herencia que recibe. ¿Cómo identificarse con bienes culturales clasificados (como Cidade Velha en Cabo Verde o las islas de Gorée y Saint Louis en Senegal) cuyas descripciones aluden directamente a legados de la época colonial? Para Sanga “no se puede borrar la historia, pero sí ponerla en un contexto más amplio y relativizar y, sobre todo, educar para la democratización del patrimonio desde la infancia, en el currículo escolar, para evitar que haya una desconexión con el relato histórico”.

Iniciativas en marcha y tecnología

No hay muchas lenguas africanas que manejen una sola palabra para traducir “patrimonio”, comenta Sanga aludiendo a un grupo de estudiantes que han puesto a su asociación el nombre wolof de Book Moomel. Este es el término que les aconsejó el escritor, periodista y académico Boubacar Boris Diop, que significaría algo así como “compartir nuestras pertenencias”. Su presidente, Oumar Gaye, fue invitado a exponer el trabajo que realizan de promoción de lenguas locales y prácticas culturales entre estudiantes universitarios en Saint Louis. Vocación similar a la de los vecinos del sur, reagrupados en la plataforma Archéogroupe para intercambiar virtualmente sobre sus investigaciones académicas, presentada por Ladji Dianifaba.

El objetivo de esta parte de las jornadas era mostrar iniciativas puestas en marcha por jóvenes comprometidos con propuestas innovadoras y divulgativas. Jean Paul Cypriano Lawson, presidente de Patrimundus, de Benín, compartió con el auditorio el programa One heritage, one familly (una herencia, una familia) que incluye un trabajo específico con infancia y familias.

Por su parte, Dimitri Sanga apeló a la juventud a “rivalizar en ingeniosidad sobre el uso de nuevas tecnologías de la comunicación e información al servicio del patrimonio”, algo en lo que en lo que la UNESCO también lleva tiempo trabajando. “La crisis de la covid-19 nos enseñó que la tecnología no es un lujo, sino una aliada para gestionar y para proyectarse en el futuro. Por ejemplo, en el Djoudj empezamos a usar drones para la supervisión ecológica: vigilar la caza furtiva o la tala de plantas, disminuyendo así el tiempo de intervención y el número de personas necesarias sobre el terreno. Igualmente, aprovechamos las restricciones para hacer videos divulgativos y visitas virtuales a los sitios patrimoniales”.

Fruto de los debates de este encuentro en Saint Louis, estudiantes de los 15 países que conforman la CEDEAO se han mostrado interesados en crear una Red de Jóvenes de África de Oeste al servicio de patrimonio, redactar un plan de acción conjunto y marcarse hitos a corto y medio plazo. Los diferentes servicios técnicos (UNESCO, ICCROM, UICN) se han comprometido a apoyarles, estudiar la viabilidad de sus propuestas y hacer seguimiento de los logros, manteniendo la independencia de esta juventud que pide paso.

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