Judith Butler bromea contra la ira que despiertan sus teorías entre algunos grupos, la mayoría conservadores. “En Brasil me querían matar”, dice entre risas sobre las protestas que suscitó en São Paulo su visita al país sudamericano en noviembre de 2017, cuando decenas de personas marcharon con pancartas en la que se leía “Fuera Butler”, “Vete al infierno” o “Pedofilia no”. “Y yo me preguntaba, ¿qué les he hecho?”, agrega la pensadora estadounidense, encogiéndose de hombros, frente a un auditorio que este viernes ha asistido a una conferencia magistral ofrecida en el marco del doctorado Honoris Causa que le ha otorgado la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). La filósofa ejemplifica con esa anécdota el odio y la intolerancia que se ha moldeado en una amplia capa de la sociedad y que en muchos países se ha fortalecido por el ascenso de políticos o grupos extremistas o, como lo llama ella, “fuerzas reaccionarias”. Butler (Cleveland, EE UU, 66 años), que abrió en 1990 la definición de género y creó la teoría queer, ha alentado a organizar una “acción colectiva” para frenar el ímpetu de movimientos radicales que ponen en peligro importantes avances en derechos humanos.
Butler ha compartido sus ideas con un auditorio, abarrotado en su mayoría de estudiantes y académicos, localizado en el Palacio de la Escuela de Medicina del centro de Ciudad de México y que fue la sede de la Inquisición en su época, un imponente edificio cuya construcción data de 1732. Un interesante escenario donde Butler se sumergió durante más de una hora en un profundo diálogo sobre la libertad y la solidaridad desde las teorías de la filósofa alemana Hannah Arendt, una de sus grandes interlocutoras, para alertar del ascenso de movimientos radicales, incluso fascistas, que echan leña al fuego de los serios problemas que afronta la humanidad, como los feminicidios y violencia de género o el cambio climático.
Una nueva cacería de brujas, o de impíos, contra la que la filósofa ha alentado una respuesta colectiva para hacer frente a las “políticas de odio cuando llegan al poder”, porque, ha dicho, es difícil lograr un cambio real desde una posición individualista. “Aunque un individuo diga no a una imposición, ese ‘no’ no es político mientras no esté en resonancia con otros ‘no”, ha explicado. Para ella, ha dicho, se trata de “trascender la moralina egocéntrica”. “Cuando estas políticas de odio llegan al poder no podemos responderlas si nos quedamos en el marco del individualismo. No es suficiente si se adoptan posturas que se dibujan desde el individualismo y nos retraen de la acción colectiva”, ha advertido Bluter, quien ya había ahondado en el tema en su ensayo Sin miedo. Formas de resistencia a la violencia de hoy (Taurus).
Sus palabras toman fuerza cuando se trasladan al contexto de su país, Estados Unidos, sacudido por una profunda confrontación política, con amplios sectores conservadores radicalizados y alentados desde el movimiento ultra que lidera el expresidente Donald Trump. Esa ola radical conservadora ha logrado revertir importantes avances sociales, como el derecho al aborto, y tiene en la mira otros logros como el matrimonio homosexual, por lo que el Senado estadounidense ha dado un paso clave para blindar ese derecho. La advertencia de Butler también funciona para otros contextos más alejados de la realidad estadounidense, como la embestida negacionista de Jair Bolsonaro en Brasil y la amenaza que ha representado para la conservación de la Amazonía o el auge de la extrema derecha en Europa, con la llegada al poder de regímenes de dudosas credenciales democráticas en Hungría o Italia. “El odio se ha elevado a categoría política”, afirma Butler.
Bluter es una de las pensadoras contemporáneas más controvertidas, pero también de las más seguidas y leídas. Su obra genera desde veneración hasta fuertes detractores y sus teorías —que están en un momento álgido por las discusiones sobre políticas trans y ciertas confrontaciones dentro del feminismo— levantan fuertes discusiones. Aunque ella muchas veces ha denostado con fuerza a sus críticos, este viernes en Ciudad de México también ha abogado por una unidad dentro de las diferencias frente a lo que considera las verdaderas amenazas: la violencia de Estado, autoritarismos como los de Vladimir Putin (que ha condenado), la supremacía blanca o el capitalismo más brutal. Se trata, como ha advertido en su obra, de la idea de un colectivo que sea capaz de “proteger al individuo de un destino violento”. “Hay que pensar la sociedad como algo plural. No hay nada más importante en este momento que buscar la solidaridad en las diferencias que hay entre nosotros”, ha recomendado Bluter.
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