México se quedó sin su jugador más reconocido (con el permiso de la repentina estrella en que se ha convertido el naturalizado cubano Randy Arozarena) en el Clásico Mundial de Béisbol. El pitcher sinaloense Julio Urías, quien no había tenido una gran actuación, pero que de todos modos colaboró en lo que pudo a que el equipo alcanzara las semifinales, debió dejar la concentración nacional antes del partido contra Japón (que se perdió en el último suspiro), y volvió con su oncena de las Grandes Ligas, los Dodgers de Los Ángeles, quienes argumentaron para ordenarlo el excesivo trabajo al que fue sometido y el hecho de que hubiera superado el número de lanzamientos acordados para mantener saludable, en lo posible, su brazo. Su colega Luis Cessa, de los Reds de Cincinnati, también fue llamado a retornar a los entrenamientos de primavera de su franquicia. Otra baja de peso.
No pocos aficionados mexicanos, en las redes y las tribunas, sintieron estos movimiento como una suerte de “sabotaje” estadounidense al buen andar del conjunto nacional, que superó todas las expectativas al colocarse como uno de los mejores del mundo en este clásico de 2023. Y aunque Urías no habría podido ser en ningún caso el lanzador estelar en la semifinal, por la necesaria rotación que impone el pitcheo, su mera presencia en el dugout infunde tanta confianza que se le extrañó. Y de qué modo. A México, justo, le faltó picheo.
Porque Julio César Urías Acosta (Culiacán, Sinaloa, 1996) no es cualquier pelotero, sino el mexicano más trascendente de las Grandes Ligas en los años recientes, tomando la estafeta de los legendarios Fernando Valenzuela, Teodoro Higuera, Vinicio Castilla y demás. No en balde fue campeón con los Dodgers en 2020, siendo el encargado de cerrar el duelo definitivo de la Serie Mundial. Y su rendimiento fue a más: en 2021 alcanzó las 20 victorias (el hito de todo gran pitcher) y en 2022 fue el líder en carreras limpias permitidas, lo que lo condujo a estar presente en la terna del prestigioso premio Cy Young.
Urías comenzó su carrera en una liga infantil de su ciudad y apenas los 15 años fue captado por los Dodgers durante una “ventana” de búsqueda de talentos en Oaxaca. Firmó su primer contrato a los 16 años. Pasó por las ligas menores entre 2013 y 2016 antes de ser llamado al equipo estelar. Debutó en las Grandes Ligas a los 19, en 2017, en un juego contra los Mets, aunque no se consolidó como estrella hasta la temporada 2020, esa en la que su escuadra terminaría coronándose.
A esta historia de éxito hay que agregarle un dato importante: Urías solo ve con su ojo derecho. Su ojo izquierdo ha sufrido tres cirugías de retiro de una masa tumoral benigna (que padeció desde su nacimiento) y su visión de ese lado es mínima. Por ello, debe utilizar sus característicos lentes. Él lo toma con filosofía: “[Dios] me dio un ojo izquierdo malo pero un brazo izquierdo bueno”, dijo a Los Ángeles Times. Su perfil zurdo, su amplio arsenal de recursos y su bola rápida lo han convertido en una auténtica estrella, ídolo de la afición mexicoamericana que forma una parte importante de la tribuna de los Dodgers.
Sin embargo, hay claroscuros en su vida personal. En 2019, Urías fue suspendido una veintena de juegos luego de que se produjera una indagación policíaca sobre un incidente de “violencia doméstica” (término que usan las Grandes Ligas para referirse a la violencia de género) luego de que discutiera con su novia y la empujara en el estacionamiento de un centro comercial. La imagen impoluta del héroe sufrió una fuerte abolladura. Urías aceptó la sanción y declaró que entendía que su comportamiento había sido “inapropiado” y que un jugador profesional debería mantener un “estándar más alto”.
Aunque no pudo lucir en el clásico mundial como se esperaba, la última palabra sobre su ascendente carrera aún está muy lejos de ser dicha.
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