La expulsión de periodistas de Twitter provoca una reacción global contra Musk | Tecnología

Al día siguiente de su expulsión de Twitter, los 10 periodistas suspendidos el jueves por la noche y sin previo aviso por el nuevo dueño y señor de la red social, Elon Musk, seguían sin tener del todo claras las causas de su veto fulminante, que fundió sus cuentas a negro sin opción a réplica o defensa. Las consecuencias, en cambio, fueron cristalinas: la decisión del magnate generó una alarmada reacción global por parte de usuarios de la plataforma, estamentos periodísticos, asociaciones en defensa de la libertad de prensa, la Organización de Naciones Unidas y autoridades desde Washington a Bruselas, donde Vera Jourova, vicepresidenta de la Comisión Europea, dijo que la medida violaba la Ley de Servicios Digitales de la UE y amenazó con algo más que palabras. “Hay líneas rojas. Y sanciones, pronto”, tuiteó la alta funcionaria el viernes por la mañana.

En Washington, la congresista demócrata Lori Trahan (Massachusetts), miembro del comité de la Cámara de Representantes que vela por el buen gobierno de Internet, recordó en Twitter que la compañía le había garantizado esta misma semana que no tenía intención de tomar represalias contra los periodistas que criticaran a la empresa o a su dueño. “Menos de 12 horas después, varios reporteros de tecnología han sido suspendidos. ¿Cuál es el problema, @elonmusk?”, añadió.

Melissa Fleming, subsecretaria general de comunicaciones globales de la ONU, dijo, por su parte, que estaba “profundamente perturbada” por las noticias. “La libertad de prensa no es un juguete”, añadió. “Una prensa libre es la piedra angular de las sociedades democráticas y una herramienta clave en la lucha contra la desinformación dañina”. Los Gobiernos del Reino Unido y Alemania coincidieron en expresar su preocupación por lo sucedido. Y Reporteros sin Fronteras denunció que la gestión de Musk es un “desastre para el derecho a la información”, además de un riesgo y una “amenaza para la democracia” el manejo “arbitrario” de las grandes plataformas de Internet.

Elon Musk, en una foto de 2019.
Elon Musk, en una foto de 2019. FREDERIC J. BROWN (AFP)

Más allá de esos actos de solidaridad, pocas cosas unen al grupo de los expulsados, reporteros freelance y representantes de medios como The New York Times, CNN, The Washington Post o Voice of America, entre otros, salvo que todos ellos son estadounidenses y que se han mostrado públicamente críticos en estos días con Musk. La compañía no respondió a las peticiones de explicación de este y de otros diarios, por lo que hubo que conformarse con la de Musk, que el jueves por la noche acusó a los periodistas, sin aportar pruebas, de compartir información privada sobre su paradero, práctica que equiparó a “dar las coordenadas para un asesinato”.

El dueño de Tesla, que adquirió recientemente Twitter por 44.000 millones de dólares (41.460 millones de euros), estaba haciendo referencia al cierre, este miércoles, de la cuenta @ElonJet mantenida por un joven de 20 años llamado Jack Sweeney, que brindaba a su medio millón de seguidores información al minuto de la localización del jet privado del segundo hombre más rico del planeta (esta ha sido además la semana en la que el magnate francés Bernard Arnault lo desalojó de lo más alto de esa lista).

Sweeney, cuyo Twitter personal también quedó suspendido junto a dos docenas de otros que rastreaban los movimientos aéreos de los súpermillonarios, obtenía esa información de registros públicos. Musk prometió que su llegada a la empresa abriría una nueva era, libre de censuras. Una vez la hubo adquirido, dijo: “Mi compromiso con la libertad de expresión es tal que no prohibiré la cuenta que sigue mi avión, a pesar de que es un riesgo para mi seguridad”.

Poco después de la expulsión de los periodistas, Musk, que ha demostrado en repetidas ocasiones que cambiar de idea es uno de sus pasatiempos favoritos, tuiteó: “Criticarme sin parar está bien, pero doxxear [neologismo que define el acto de revelar información personal de otro usuario Internet] mi ubicación en tiempo real y poner en peligro a mi familia no lo es”. Y anunció el castigo para los infractores de esa regla sobrevenida de Twitter: “siete días” fuera de la plaza pública digital.

También puso en marcha una encuesta en dos tiempos (la primera, con “demasiadas opciones”, la canceló a la media hora) para que los usuarios votaran si readmitir a los afectados inmediatamente o en una semana. A las 17.00 de Washington (23.00 en España), cuando aún quedaban poco más de seis horas y media para el cierre de la urna digital, habían emitido su opinión más de 3,3 millones millones de usuarios, y el 59% se inclinaban por un perdón inmediato.

Uno de los afectados, Steve Herman, corresponsal nacional en jefe de Voice of America, servicio de noticias dependiente del Gobierno estadounidense, aún estaba “en shock” y en espera de una explicación 16 horas de su suspensión permanente, según aseguró en una conversación telefónica con EL PAÍS. Él, aclaró, no es un reportero de tecnología, aunque ha escrito desde agosto “un par de historias sobre Twitter”. Tenía unos 112.000 seguidores, con los que había compartido sus opiniones sobre la marcha de la red social y comentarios sobre el veto a sus compañeros mientras se estaba produciendo el jueves por la noche. “Yo creo que ese fue el motivo de mi expulsión. Me arrastró una bola de nieve”, aclaró. A la pregunta de si son ciertas las acusaciones de Musk de que se dedicó a compartir temerariamente información personal de los movimientos del magnate, el reportero respondió tajantemente: “Eso es completamente falso”.

El veterano periodista explicó que no sabía gran cosa de la encuesta en la que se estaba dirimiendo su continuidad la red social (”me trae sin cuidado; Musk hará exactamente lo que venga en gana”), y que estaría “dispuesto a volver a ella”, pero “no a cualquier precio”.

Voice of America envió a este diario un comunicado en defensa de su reportero, lo mismo que The New York Times, cuyo especialista en tecnología, Ryan Mac, no estuvo “disponible para entrevistas”. “La suspensión de varias cuentas de Twitter de periodistas prominentes es cuestionable y desafortunada. Ni el Times ni Ryan han recibido ninguna justificación sobre por qué ocurrió esto. Esperamos que se restablezcan todas las cuentas y que Twitter proporcione una explicación satisfactoria”, explicó en un correo electrónico Melissa Torres, portavoz del rotativo neoyorquino.

La directora de The Washington Post, Sally Buzbee, empleó el jueves Twitter para exigir el regreso de su empleado, Drew Harwell, y para denunciar “un acto de censura que mina directamente la promesa de Musk de dirigir Twitter como una plataforma dedicada a la libertad de expresión”. CNN, por su parte, dijo en un comunicado que “la suspensión impulsiva e injustificada de varios periodistas, incluido Donie O’Sullivan, de CNN, es preocupante, pero no sorprendente”. Después, Oliver Darcy, columnista de la cadena televisiva especializado en medios, publicó un artículo en el que consideraba que el incidente plantea “serios interrogantes sobre el futuro de la libertad de prensa en Twitter, plataforma que es referencia por su papel de ‘plaza pública’ digital”.

Además de los citados, la lista de los 10 expulsados se completaba a primera hora de la tarde del viernes con Matt Binder, del blog Mashable, el expresentador de televisión y célebre analista de izquierdas Keith Olbermann, Linette López, de Business Insider, Micah Flee, de The Intercept, y los periodistas independientes, Tony Webster y Aaron Rupar.

Las sanciones con la que Jourova ha amenazado a Musk desde Bruselas están contempladas en la Ley de Servicios Digitales (DSA son sus siglas en inglés), el reglamento aprobado este mismo año por la Unión Europea, que empezará a aplicarse en unos meses. El castigo, que, como recuerda la eurodiputada Adriana Maldonado, parlamentaria que trabajó en esta norma, debe ser “eficaz, proporcionado y disuasorio”, puede llegar hasta el 6% de la facturación anual de la compañía.

Desde que Musk adquirió Twitter, ya ha tenido varios roces con la Unión Europea. Hace unas semanas fue el comisario de Mercado Interior, Thierry Breton, con quien mantuvo una reunión en la que este le dio un toque de atención. “Twitter tendrá que aplicar políticas de usuario transparentes, reforzar significativamente la moderación de contenidos y proteger la libertad de expresión, abordar la desinformación con determinación y limitar la publicidad dirigida”, declaró el francés en la red social al término del encuentro. El portavoz oficial de la Comisión para Economía Digital, Johannes Barke, ha completado las palabras de Jourova al añadir que la DSA obliga a las plataformas a tener normas de uso “claras, comprensibles y transparentes” que respeten los Derechos Humanos.

Mientras todo eso sucedía, Musk siguió mostrándose muy activo en su coto particular para regocijo o espanto de sus más de 121 millones de seguidores. También hizo gala de esa actitud suya de Nerón que contempla satisfecho cómo arde Roma. En un mensaje echó mano del emoticono de la hoguera para celebrar que “Twitter está en llamas”. Después, más enigmático, añadió: “Y pronto, señoras y señores, el golpe de gracia”. No estuvo inmediatamente claro a qué se refería, aunque después pudo colegirse que se trataba de la inminente publicación de la sexta entrega de los documentos de Twitter que ha filtrado al periodistas Matt Taibi y que hablan de cómo gestionó la compañía la información sobre los líos en el extranjero de Hunter Biden, hijo del presidente Joe Biden. También tuiteó lo siguiente: “Me resulta tan inspirador ver el súbito amor por la libertad de expresión de la prensa”. Y ahí, el emoji empleado fue aquel que no puede disimular el sonrojo entre una nube de corazones.

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