Jair Bolsonaro ha sido derrotado este domingo, pero todavía le quedan dos meses para hacer las maletas y abandonar el Palacio da Alvorada. Hasta la toma de posesión del próximo presidente el 1 de enero, se abre una transición que se prevé tumultuosa por la mala relación entre los candidatos y las constantes acusaciones del ultraderechista contra el sistema electoral. Bolsonaro ni siquiera ha hablado esta noche para reconocer la derrota. Incluso fuera del poder, su influencia en la derecha brasileña es indiscutible.
Como marca la tradición, el nuevo presidente tomará posesión el primer día de 2023 en una ceremonia solemne en Brasilia. En principio, ese día Bolsonaro debería entregarle la faja presidencial verdeamarela a Luiz Inácio Lula da Silva, en un gesto de normalidad democrática. “Si esa fuese la voluntad de Dios, continúo [en la Presidencia]. Si no lo fuera, paso la faja y me voy a recoger, porque a mi edad ya no me queda nada más por hacer aquí en la Tierra”, dijo en septiembre, durante una entrevista con Globo.
Sin embargo, el presidente ha supeditado en varias ocasiones el reconocimiento de la derrota a la “limpieza y transparencia” de las elecciones, lo que pone en duda la posibilidad de una transición tranquila. La ley brasileña establece que el equipo de transición nombrado por el ganador de los comicios “tendrá acceso” a la información sobre las cuentas públicas y los proyectos del Gobierno federal. Aun así, durante los dos meses que faltan hasta la toma de posesión, Bolsonaro conserva sus poderes.
Entretanto, es poco probable que un Congreso saliente apruebe reformas de importancia. Entre los asuntos pendientes que el legislativo echó a andar tras la primera vuelta de las elecciones, hay un proyecto de ley que criminaliza con hasta 10 años de prisión a las empresas encuestadoras si estas fallan en sus predicciones, una medida apoyada por el bolsonarismo. Está por ver si todavía hay apetito para esa reforma con un nuevo Gobierno a la vuelta de la esquina.
El futuro político de Bolsonaro a partir del 1 de enero es una incógnita. Dice que quiere “recogerse”. Con su esposa Michelle Bolsonaro tiene una hija pequeña de 12 años. Es probable que elijan volver a Río de Janeiro. Allí, el presidente tiene una casa en Barra de Tijuca, un barrio nuevo y rico frente al mar que votó mayoritariamente por él en estas elecciones. Río de Janeiro es la ciudad donde inició su carrera política como concejal y que luego representó como diputado federal en Brasilia durante casi tres décadas. Aunque el alcalde es de izquierdas, el gobernador del Estado, Cláudio Castro, es un aliado del ultraderechista.
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Por muy tranquilo que sea su retiro, Bolsonaro conservará una gran influencia en la derecha brasileña. Dos hijos de su primer matrimonio, Eduardo y Flávio Bolsonaro, son diputado y senador, respectivamente. Un tercer hijo, Carlos, es concejal de Río de Janeiro. Además, varios de los estados más importantes del país estarán gobernados por aliados del ultra y el Partido Liberal del que es miembro tiene la mayor bancada en el Senado y en la Cámara de Diputados. Poderosos tentáculos para un político “retirado”.
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