Automovilistas atrapados en carreteras que se convirtieron en pistas de hielo y cajones de nieve, equipos de rescate cegados por las ventiscas, interrupción del suministro eléctrico y caos en el transporte aéreo. Los estragos del frente polar que atraviesa EE UU desde el jueves no amainan pese al paso de la tormenta, histórica, como la ha definido el servicio nacional de meteorología (NWS, en sus siglas inglesas). El número de víctimas mortales en incidentes provocados por las inclemencias meteorológicas ha superado el medio centenar en todo el país, la mitad de ellas solo en la región de Búfalo, al oeste del Estado de Nueva York, que parece haberse convertido en el kilómetro cero de este drama blanco. Es la peor tormenta invernal en la región, fronteriza con Canadá, desde que en 1977 el frío extremo se cobrase cerca de 30 vidas.
Algunos murieron sepultados mientras retiraban de los accesos a sus domicilios o negocios montañas de nieve, que en la zona de Búfalo alcanzó los dos metros de altura en Nochebuena; otros, bloqueados por la nevada en el interior de sus casas o sus automóviles, esperando inútilmente la llegada de los equipos de protección civil. Se espera que la cifra de víctimas mortales aumente en las próximas horas, o incluso días, con el descubrimiento de nuevos cadáveres al ser retiradas las montañas de nieve y hielo. Tras el inicial reparto de mantas en las carreteras más afectadas en la zona centro del país, en vísperas del fin de semana navideño, las labores de los equipos de rescate se convirtieron el domingo en los Estados de Nueva York y, en menor medida, Massachusetts en un desesperado intento de hallar supervivientes. A los equipos de bomberos y de policía local y estatal se han sumado cientos de efectivos de la Guardia Nacional, el cuerpo que habitualmente se despliega en catástrofes naturales.
Aunque el frío continuará durante toda la semana, el NWS informó el día de Navidad de que el frente ártico “que ha envuelto gran parte de la mitad oriental de EE UU” se alejará lentamente. Las labores de rescate, así como el intento de reparación de inmuebles y recuperación de coches sepultados, prosiguen este lunes, con temperaturas aún bajo cero. En Búfalo, en el extremo noroccidental del Estado, rachas de viento huracanado de 60 kilómetros por hora mezcladas con la nieve provocaron una tupida tormenta blanca, con visibilidad cero, que paralizó durante horas la respuesta de los equipos de emergencia, con todos los camiones de bomberos de la localidad, de casi 280.000 habitantes, bloqueados durante el sábado. Esta madrugada se esperaban nuevas nevadas, aunque más moderadas: de 30 a 60 centímetros, según el NWS. Al menos 13.000 personas seguían sin suministro eléctrico, según el portal poweroutage.us.
La vuelta a la normalidad será lenta. El aeropuerto de la ciudad, que da servicio al principal destino turístico de la región, las cataratas del Niágara, permanecerá cerrado hasta la mañana del martes; este domingo presentaba una concentración de más de un metro de nieve. La gobernadora de Nueva York, Kathy Hochul, recordó el domingo la prohibición de circular por la región. Aunque este lunes es festivo en la Administración federal, se espera que la Casa Blanca anuncie la declaración de zona catastrófica en la región de Búfalo, lo que supone una línea de ayudas económicas para la recuperación.
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La ola de frío, de tal intensidad que solo ocurre una en una generación según el NWS, ha puesto de relieve también la antigüedad de muchas infraestructuras, como las conexiones interestatales de la red eléctrica o la resistencia de las refinerías a condiciones extremas. Seis de ellas, incluidas algunas de las más importantes del país, tuvieron que interrumpir la actividad temporalmente el viernes, según Oil Price Information Service, mientras miles de casas seguían este lunes sin electricidad en la zona cero de la tormenta. La principal compañía eléctrica del país pidió a sus abonados el sábado por mensaje de texto que redujesen al máximo el termostato para conservar energía y evitasen usar estufas eléctricas y otros aparatos de alto consumo con el objetivo de garantizar un funcionamiento fluido de la red ante “la escasez de gas natural”; el consejo que recibieron los usuarios fue, en concreto, “reducir la temperatura al máximo dentro de mínimos aceptables de calor”. La insistencia del presidente Joe Biden en modernizar las obsoletas infraestructuras del país, que ha impulsado uno de sus proyectos estrella, la Ley de Infraestructuras, cobra especial sentido en casos como este, que subrayan la vulnerabilidad de EE UU. Sorprende también la magnitud del desastre en un país de inviernos rigurosos, acostumbrado y bien preparado habitualmente para afrontar la estación.
Las condiciones meteorológicas extremas abarcaron prácticamente medio mapa de EE UU, desde los Grandes Lagos, cerca de Canadá, hasta el río Grande, a lo largo de la frontera con México, donde cientos de migrantes se concentran con temperaturas bajo cero. Alrededor del 60% de la población estadounidense ha estado desde el jueves sometida a algún tipo de aviso o en estado de emergencia por el frío, con drásticas caídas de la temperatura, muy por debajo de lo normal en estas fechas, desde las Montañas Rocosas hasta los Apalaches. En la ciudad de Nueva York, donde no nevó, pero sí soplaron rachas de viento estremecedoras, el termómetro registró un brusco descenso de 10 grados en apenas 24 horas entre la madrugada del viernes y el sábado. Lo más llamativo fue la diferencia entre la temperatura máxima y la mínima registradas durante el viernes, casi 30 grados. El principal daño registrado en la Gran Manzana y su extrarradio fue la inundación de numerosas zonas ribereñas por las lluvias torrenciales del jueves.
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