Casi un mes después de que Ariadna López fuera asesinada en un departamento de la colonia Roma sus amigas han gritado fuerte su nombre por las calles de Ciudad de México. “¡No estamos todas, falta Ari!” gritaban a pleno pulmón con los ojos llenos de lágrimas y la boca colmada de rabia. Entre las 15 chicas sujetan una enorme pancarta morada llena de girasoles amarillos. “Eran sus flores favoritas”, dice Adai Ruiz, de 27 años. “Este 25N salgo a la calle porque asesinaron a mi amiga, pero pudimos ser cualquiera de nosotras”, asegura.
Este viernes, 25 de noviembre, se conmemora el Día por la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres en todo el mundo y México tiene motivos más que suficientes salir a las calles a gritar ¡basta! contra una violencia que se cobra la vida de 11 mujeres cada día. “Las mujeres en México tenemos miedo ya no podemos confiar ni en el taxista ni en el amigo… estamos cansadas, agotadas, tristes”, denuncia la joven. En el país también hubo manifestaciones en Oaxaca, Estado de México, Morelos, Yucatán, Nuevo León, Puebla y Tlaxcala, entre otros Estados.
Desde 2018, 17.776 mujeres han sido asesinadas, de acuerdo a cifras oficiales, mientras que el 70% de las mexicanas ha experimentado algún tipo de violencia a lo largo de su vida, según cifras del INEGI. Pero más allá de las estadísticas, las amigas de “Ari”, como le decían con cariño, quieren honrar su memoria para que no se convierta en un caso más. “Aunque se haga justicia sigamos recordando siempre a Ariadna”, dice otra de sus amigas. El 2 de noviembre, cuando la chica llevaba dos días desaparecida, fueron las amigas las que reconocieron su cadáver a través de una publicación en redes sociales. Unos ciclistas habían encontrado su cuerpo en una carretera del Estado de Morelos y subieron fotos de sus tatuajes por si alguien la reconocía. Era ella, no había duda. La joven había ido a un bar con unos amigos y nunca más regresó.
Las dos últimas personas que la vieron con vida, Rautel ‘N’ y Vanessa ‘N’, se encuentran detenidas en prisión preventiva acusados del delito de feminicidio a la espera de un juicio. Unas imágenes del hombre cargando el cadáver de la joven en el estacionamiento de su casa fueron definitorias para dictar la orden de aprehensión en su contra. “Es y siempre será una integrante de mi familia y sé que todas las que estamos aquí la considerábamos una hermana”, dice una tercera amiga que viste una camiseta morada con la cara de su amiga y un girasol. “Vamos a luchar por ella hasta que la gente que le hizo lo que le hizo pague. Porque esos merecen estar refundidos en el infierno”, dice con rabia.
La manifestación transcurrió de manera pacifica en la mayoría del recorrido. Hubo algunos enfrentamientos aislados entre integrantes del bloque negro y la policía que resguardó la marcha. Por tramos, en la calle, hubo más agentes parapetadas detrás de sus enormes escudos que manifestantes. Respecto a otros años la asistencia fue menor, las autoridades señalan que participaron en torno a unas 3.000 personas que salieron desde dos contingentes, uno desde la Glorieta de las Mujeres que luchan (antigua glorieta de Colón) y el otro desde el Ángel de la Independencia. Una de ellas fue Alejandra Rivera, de 35 años. Hace más de una década su tío asesinó a su tía de una forma brutal y fue sentenciado a 15 años de prisión. Rivera dice que quedó marcada por aquella muerte cuando era muy pequeña. “Ninguna condena repara el daño psicológico y el daño que le hacen a la familia”, asegura.
Rivera también cuenta que hace unas semanas la tía de una amiga suya fue asesinada en Perú. El cuerpo de Blanca Arellano fue encontrado hace unas semanas en una playa, víctima de lo que podría ser una red de tráfico de órganos. “La familia está devastada”, dice Alejandra. “Vendió todas sus pertenencias para irse a vivir con su novio. Se fue en busca del amor y la asesinaron. El tipo primero dijo que se había regresado a México, y después negó conocerla”, apunta.
La manifestación ha terminado en el Zócalo de la capital, donde varias madres de víctimas de feminicidio han tomado la palabra para exigir un alto a la impunidad, al maltrato que reciben de las autoridades encargadas de las investigaciones y contra los jueces que no juzgan con perspectiva de género y dejan en libertad a los feminicidas de sus hijas. A estas grandes fallas sistemáticas hay que agregar la elevada tasa de impunidad que tiene México, donde el 95% de los delitos no se resuelven. En el suelo de la plancha central, colectivos de mujeres han pintado siluetas femeninas para honrar a todas las que ya no están. El lugar parece la escena de un crimen masivo, una representación muy certera de la realidad que viven las mujeres en el país.
La madre de Diana Velázquez, asesinada en Chimalhuacán (Estado de México) en 2017, habla desde un pequeño escenario frente a Palacio Nacional, la residencia del presidente Andrés Manuel López Obrador. El mandatario se ha negado a aceptar el aumento de los feminicidios en México, pese a que las estadísticas indican otra cosa. “Hasta el momento no hay justicia, no hay verdad. Seguimos luchando todos los días y gritando ‘¡Justicia para Diana!’ y nombrando la incompetencia del Estado, policías, ministerios públicos y jueces. Después de cinco años he recibido solo burlas y simulaciones de un Estado corrupto e indolente”, ha denunciado Laura Velázquez gritando en mitad de la plaza. “No me voy a callar de todo lo que le hicieron a mi hija, nunca me voy a olvidar de cómo me la asesinaron los cobardes, cómo me la asesinaron esa madrugada, cómo me la violaron, cómo me la golpearon y cómo me la dejaron en la calle como si fuera basura”, ha continuado la mujer con la voz desgarrada por el dolor.
Ese sentimiento desgarrado lo comparten miles de madres en todo el país, como por ejemplo, Concepción Rivera, madre de la abogada Grisell Pérez, asesinada en marzo de 2021 supuestamente a manos del que era su pareja sentimental. Pérez tenía un refugio para mujeres en situación de vulnerabilidad en el Estado de México. Se llamaba La Cabaña de la Sabiduría y desde ese lugar se dedicaba a la defensa y al acompañamiento de mujeres víctimas de violencia, feminicidios, desapariciones y trata de personas. Hoy las autoridades informaron a la familia que detuvieron al hombre. “Me da tranquilidad pero aquí no acaba la carrera por conseguir justicia para mi hija”, dice la señora Rivera.
Después de la detención, un juez deberá decidir si vincula a proceso al detenido y comienza un juicio para determinar su culpabilidad o su inocencia. “Yo busco una condena máxima contra el asesino de mi hija. Es una persona que no puede seguir en la sociedad para que no siga lastimando a más gente”, afirma la madre de Grisell Pérez. Dice que está ahí por el profundo amor que le tiene a su hija y porque ella hubiera querido que marchara si algo le pasaba.
A algunos metros de Concepción Rivera, las amigas de Ariadna López han extendido sus carteles y pancartas en el suelo y recuerdan a su amiga en un círculo improvisado. Ese amor también se hace palpable en ellas. “Aunque Rautel y Vanessa estén en la cárcel, Uriel Carmona [fiscal de Morelos] también es responsable por encubrir el feminicidio de Ari. Si no fuera por todas nosotras, se hubiera quedado que Ariadna se ahogó con su propia saliva”, recuerda enojada una de las chicas.
Otra joven toma el megáfono y dice emocionada: “Quiero que sepan que yo estaría aquí por cada una de ustedes y gritaría por ustedes… Y sé que Ari estaría aquí por cada una de nosotras. ¡Justicia para Ari!”.
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