Con frecuencia las series aportan una información visual y de contenido que trasciende el mero desarrollo de la trama, que permiten al espectador tener una idea más completa del mundo en el que vive. Es el caso, por ejemplo, de Lauchhammer. Muerte en Lusacia, una historia en la que una pareja de inspectores persiguen a un asesino en serie. Uno de los policías, natural de la zona a la que ha vuelto para resolver los asesinatos, revive los traumas de su pasado. Dicho de otra manera: una trama vista ya con cierta frecuencia, lo que es comprensible en un ámbito, el de las series de ficción, en el que se producen anualmente miles de ellas.
Pero lo distintivo de esta producción alemana, con guion de Frauke Hunfeld y Silke Zertz y dirección de Till Franzen, (Netflix), es el paisaje y el ambiente en el que se desarrolla la historia, la región de Lusacia, que perteneció a la extinta República Democrática Alemana: una zona de minas abiertas de carbón esquilmada por un muy discutible progreso de la industrialización. Un paisaje desolador en el que se desenvuelven unos lugareños que se adaptaron mezquinamente al estilo de vida impuesto por décadas de un sistema autoritario y que, una vez superado, se remiten con cansina justificación a “la obediencia debida” a un régimen que tuvo su ejemplo en el stalinismo.
Serie sobria, correctamente realizada e interpretada en la que, indirectamente, se nos muestra la depredadora actitud humana con la tierra en la que vive, al mismo tiempo que deja vislumbrar una cierta esperanza en los movimientos, básicamente juveniles, de quienes anteponen la lucha por la conservación del planeta a los intereses económicos y políticos de unos pocos.
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