Leticia Sabater: “Ni tonta ni loca ni juguete roto: soy una superviviente” | Gente

Leticia Sabater, vestida de Leticia Sabater —pantalón y chupa ultraceñidos de polipiel fucsia, corsé negro y gorro de Mamá Noel prestado para la foto—, entra en la Redacción de EL PAÍS al grito de “¡Hola, feliz Navidad!” y los señores y señoras periodistas, absortos en sus pantallas, la miran como si tuvieran visiones. Muchos han crecido viéndola en programas infantiles de la tele. Otros, como pizpireta chica Hermida, como concursante de realities, o como cantante de procaces canciones en YouTube. La última, Papá Noel, lléname el tanke, un villancico patrocinado por True Fruits, una marca de zumos alemana, e ilustrada con un vídeo, digamos, indescriptible, que lleva un millón de visualizaciones y triunfa en los grupos de WhatsApp de quien menos te lo esperas. “En mis bolos se juntan dos o tres generaciones y eso tiene mucho mérito”, presume la interesada, “pero, ahora que no hago cosas para niños, niños y jóvenes siguen siendo la mayoría de mi público”.

Igual les gusta su procacidad y ven sus vídeos como el “caca, culo, pedo, pis” que tanta gracia nos hace de pequeños.

No, yo creo que lo que les gusta de mí es que tengo una mezcla de princesa, lolita y rebelde.

¿Cómo se es princesa, lolita y rebelde a los 56 años?

Para empezar, no aparento la edad que tengo. Princesa, por el pelo tan largo y rubio. Lolita, porque soy como muy muñeca, por esa mezcla entre ingenuidad y picardía. Y rebeldía porque siempre he hecho lo que me ha dado la gana.

¿Es así desde niña?

No, en el cole era muy tímida. Se metían conmigo por mi estrabismo, mis gafas y mi parche en el ojo. Pero a los 14 tuve un cambio brutal. Empecé a gustarle a los chicos, rompí el cascarón y a estar segura de mí misma.

¿Necesita la aprobación ajena?

Sí, siempre la he necesitado.

¿Le afectan las críticas?

Nada. Cuando dejé de trabajar en programas infantiles decidí soltarme la melena y ser como soy. Sobre todo desde que murió mi madre, hace 10 años. A ella no le gustaba que me desnudara, o los tatuajes, y, en mi etapa de modelo, le incomodaba hasta que posara en lencería. A mi padre, después, lo he ido educando, y, ahora, me acepta. Y el resto del mundo me da igual. Si les gusto, bien y, si no, ajo y agua.

¿Su madre la coartaba?

No te olvides que soy familia de Mario Conde y de los Martínez-Bordiú, una niña bien. Mis hermanas aprobaron cum laude Medicina y Arquitectura. Yo estudié hasta Selectividad, que aprobé copiando el examen de mi novio de entonces. Digamos que he sido la pija rebelde, el patito feo de la casa, la que no sabían qué hacer con ella, pero empezaron a respetarme cuando me metí en la tele y empecé a ganar más dinero que ellos. De hecho, después, mis hermanas no les insistieron a sus hijos en que estudiaran una carrera, sino que hicieran lo que les gustara.

¿Qué dice eso de España?

Pues que el país está a mi altura. El 75% de la gente es como yo. No todo el mundo puede ser cum laude. Este país ha cambiado mucho. Igual gana más un fontanero que un médico. Ya sé que me llaman tonta, loca, juguete roto. Pero ni tonta, ni loca, ni rota: soy una superviviente. No tengo ni un pelo de tonta. Soy una tía muchísimo más inteligente de lo que la gente piensa que sabe hacerse la tonta y la friki cuando se necesita. De hecho, cuando me conocen, me dicen que, al natural, soy mucho más lista y más joven y más guapa que en las fotos.

¿Ha usado su sex appeal como arma en su carrera?

Mira, yo creo que soy un bicho raro, sinceramente. Siempre me ha gustado ir sexy, enseñar carne, incluso en los programas infantiles. Creo que la carne vende y a mí me ha gustado mucho enseñarla. He sido una mujer empoderada cuando nadie lo era. De decir: todo esto es mío, qué pasa. Lo del Me Too, por ejemplo, no me lo creo: tú no haces nada que no quieras hacer. Y, en ese terreno, he hecho siempre lo que he querido.

Hay quien no puede permitirse que le despidan si no tolera el acoso.

Siempre puedes ponerte a fregar.

Pero usted dispone de colchón familiar, y otras, no.

Te equivocas. A mí nadie me ha pagado ni regalado nunca nada.

Ha confesado que se ha retocado la cara y el cuerpo, del abdomen a la vagina. ¿Tan mal lleva el paso del tiempo?

En la cara solo me he hecho un lifting. Cada uno es cada uno, pero para mí la arruga no es bella, sino fea, y no la quiero.

Tengo su edad y no me he tocado la cara. ¿Me ve vieja y fea?

Ummm [silencio largo]. Qué preguntas me haces. Yo te veo bien, pero la diferencia entre tú y yo es que no has tomado el sol y tienes la piel blanquita, yo estaba achicharrada y lo necesitaba. Lo hacen todas: actrices, presentadores, lo que pasa es que yo lo cuento. Y, mira, tan mal no estaré cuando, cómo te digo esto, muchos chicos me mandan fotos de sus penes en las redes. Ni se imaginan la edad que tengo.

¿Y eso no le molesta?

Me hace gracia. Es que yo, si tengo que decirle un piropo a un tío, se lo digo, y me gusta que me los digan a mí. Eso que dicen algunas feministas, por ejemplo, de no depilarse como signo de libertad y feminismo, no va conmigo. Si quieres ir como un mono, fenomenal, yo, no. No soy ni machista ni feminista.

Le va a caer la del pulpo.

Ya lo sé. Pero es lo que pienso. Soy una chica que vive en el mundo real. Y me encantan los piropos.

¿Y si la interpelan para meterse con su físico?

Es que no se meten. Además, el secreto del éxito no lo sabe nadie, pero ya te digo yo que el secreto del fracaso es intentar caerle bien a todo el mundo. Sé que soy una persona controvertida y contradictoria. Me salgo de lo normal. Pero llevo 35 años en esto y seguiré, mientras haya una panda de inadaptados como yo, que no seguimos las reglas, seguiré actuando. ¿Que no soy elegante? ¿Quién tiene la vara de medir la elegancia? ¿Las revistas? Perdona, pero no.

¿Qué es ser elegante para usted?

Ser diferente y tener personalidad. Lo que para ti es elegante para mí es ir hecha un cetáceo.

Su villancico es, digamos, inenarrable, con gestos obscenos y procacidades varias.

¿Has visto el vídeo entero?

No he tenido cuerpo.

Pues muy mal, tanto intelectual y tanto periodismo en EL PAÍS y no lo has visto. En realidad es un villancico-denuncia, porque al final se desvela que lo de “lléname el tanke” no es nada sexual, sino una protesta por la carestía de los combustibles por lo de la inflación y la guerra de Ucrania.

¿O sea que lo suyo es canción-protesta? Me deja muerta en el sitio.

Es que no es tan fácil hacer lo que hago y jugar con los dobles sentidos. La línea del ridículo es muy fina. Además, tampoco es para tanto. Solo pretendo divertir. Tampoco soy Bin Laden.

LAS EDADES DE LETICIA

Leticia Sabater (Barcelona, 56 años) lleva 35 años en el candelero mediático desde que apareció en la televisión de los ochenta como una veinteañera simpática y explosiva. En sus inicios fue una pizpireta chica Hermida en el magacín de la mañana de Televisión Española. Después, en los noventa, tuvo una época de presentadora sexy de programas infantiles para acabar, hace no tanto, de concursante de realities en las privadas y, ahora, de animadora de fiestas, cantante en eventos y festejos populares y protagonista de algunos de los vídeos más compartidos y comentados de YouTube. Su último villancico, Papá Noel, lléname el tanke, hay que verlo para creerlo. 

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