Lo que no se ha dicho en el juicio de Genaro García Luna

“¿Dónde vino aparecer este cabrón?”, fue lo primero que pensé cuando vi que Javier Villarreal Hernández, el extesorero del estado de Coahuila, procesado por lavado de dinero en Texas, declaraba como testigo en el juicio contra Genaro Garcia Luna en Nueva York. La relación de Villarreal con el exsecretario de Seguridad Pública acusado de colusión con el narcotráfico era algo que no se me hubiera ocurrido, y de hecho cuando vi la carta que la defensa de García Luna envió al juez pidiendo que no permitiera la declaración de un testigo llamado Héctor Villarreal Hernández, no se me ocurrió que fuera la persona a la que siempre conocí como Javier, su segundo nombre, desde que hace 15 años nos presentó el entonces gobernador Humberto Moreira, su jefe.

Yo era entonces director editorial de El Siglo de Torreón y atestigüé la cercanía de Villarreal con Moreira, cercanía que Villarreal puso como evidencia el lunes 6 de febrero cuando relató un supuesto trato de Moreira con García Luna que él operó para comprar coberturas favorables al poderoso “superpolicía” del Gobierno de Felipe Calderón.

La declaración me sonaba sospechosa por un par razones. Una de falta de consistencia en el tiempo, como que Villarreal dijo que García Luna le ofreció a Moreira el software de espionaje Pegasus durante una reunión en 2008, cuando Pegasus fue lanzado hasta 2011. Otra porque recordé varias conversaciones con Moreira en la que era patente cómo detestaba a García Luna y se me hacía difícil verlos en el plan de camaradas que pintó Villarreal.

Por lo demás, la mitad del testimonio de Villarreal, sobre los esquemas de sobornos con contratistas del gobierno y el uso de ese dinero para comprar propiedades y medios, es de sobra conocido y no era nada nuevo. Todo está en documentos judiciales de Texas desde que se le abrió proceso en 2013.

Pero todo el episodio me removió un gusto amargo por lo que recordé sobre aquellos años en que, según el exfuncionario coahuilense, García Luna y Moreira tramaban como grandes amigos. La realidad era que García Luna jamás movió un dedo para apoyar la seguridad en Coahuila, particularmente en la Comarca Lagunera, en los años en que dirigió la Secretaria de Seguridad Pública.

Por ejemplo, cuando Torreón se quedó sin policías municipales porque el entonces alcalde decidió despedir a casi toda la corporación, la Policía Federal no solo no envió refuerzos para llenar el vacío en seguridad, sino que retiró a los pocos agentes que tenía en la plaza.

Y estaba por supuesto la gran incógnita de lo que sabe García Luna sobre Coahuila: cómo una unidad especial de la Policía Federal le filtró a Miguel Treviño, el Z-40, la información de que la DEA tenía intervenida su BlackBerry, lo que provocó que Treviño ordenara una venganza que terminó conocida como la “masacre de Allende” en la que más de 300 personas fueron asesinadas o desaparecidas. García Luna debió saber de esos hechos tan pronto como ocurrieron en 2011, al igual que su entonces jefe, Felipe Calderón, y jamás dijeron nada.

Pero eso probablemente no saldrá a la luz en el juicio de Nueva York por una razón que desafía la narrativa de los fiscales que armaron el caso contra García Luna: lo acusan de colusión con el Cártel de Sinaloa y lo que ocurrió en Coahuila tiene qué ver con la infiltración de los Zetas que durante el gobierno de Humberto Moreira prácticamente se adueñaron del estado. Por lo mismo, también resulta difícil creer que ambos personajes estuvieran tramando juntos.

La historia que contó Villarreal es muy sugerente, incluso verosímil dados los historiales de corrupción de los personajes involucrados. Pero no se sostiene con la realidad. De hecho, ni siquiera sabemos cómo fue que Villarreal abrió el tema de García Luna con los fiscales de Nueva York cuando estaba detenido en Texas.

Una posibilidad es que Villarreal les empezó a hablar de García Luna entre 2014, cuando se entregó un 2019, cuando García Luna fue detenido. Otra es que después de 2019, al ver la noticia sobre el exsecretario de Seguridad, Villarreal les hubiera dicho a los fiscales que tenía información y los fiscales le habrían creído porque los periodos de Moreira como gobernador y de García Luna como secretario coincidieron.

La primera hipótesis haría más creíble el testimonio, dado antes de que hubiera necesidad de usarlo. La segunda significaría que Villarreal es un oportunista que se inventó una historia para obtener un beneficio, algo que ha buscado desde que se entregó: una sentencia ligera por los delitos de lavado de dinero, incluso conservar algo de ese dinero, a cambio de testimonios contra varios acusados por el Gobierno de Estados Unidos. El caso García Luna debió parecerle algo apetitoso.

Suficientes corruptelas se pueden denunciar de Moreira y García Luna (y de Villarreal también) como para inventarles más. Quizá sea que soy un poco escéptico a creer algo que venga de una persona que me dijo tantas mentiras cuando era funcionario.

Pero hay cosas más importantes que saber de la relación que García Luna tuvo con el Estado de Coahuila que la trama narrada por Villarreal. Tiene que ver con el avance de grupos criminales que fue responsable de más de 5.000 homicidios en los seis años en que fue secretario de Seguridad federal, con la incapacidad de sus fuerzas para contener a esos criminales y el trauma que años de violencia dejada pasar por García Luna, Moreira y demás, causaron en la población.

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