“¡Miren quién llegó!”, grita un hombre en el Ángel de la Independencia, avivando las expectativas de miles de personas que esperaban el arribo del presidente Andrés Manuel López Obrador. “¡El pueblo es el que llegó!”, responde. Las personas se ríen y se animan a sí mismas. “¡Viva el pueblo! ¡Viva el pueblo!”, gritan. Se intercambian miradas. Se miran en un espejo. López Obrador, de 69 años, ha vuelto a tomar las calles y ha movilizado a sus bases, como cuando estaba en la oposición. Miles de personas acudieron en la Ciudad de México a la llamada Marcha del pueblo, convocada por el mandatario en respuesta a la manifestación de hace tres semanas en contra de su proyecto de reforma electoral. López Obrador cumple cuatro años en el cargo y muestra así el fuerte respaldo popular a su Gobierno. La marcha de este domingo también ha servido para que el mandatario indique una vez más el camino a seguir a los aspirantes a sucederlo dentro de Morena. Una nueva lección sobre su estrategia basada en la campaña electoral permanente. Y también sobre su credo político, que bautizó como “Humanismo mexicano”, en el que los pobres y la figura del pueblo ocupan un lugar central.
“La auténtica política es profundamente humana en su fundamento, en su esencia, y sobre todo cuando se practica en bien de los demás y, en especial, de los pobres”, ha dicho López Obrador en un discurso en el Zócalo capitalino, donde culminó su marcha. Detrás del mandatario, en el escenario, estaban sentados varios funcionarios de su Gobierno, y también tres aspirantes presidenciales: la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum; el canciller Marcelo Ebrard y el secretario de Gobernación, Adán Augusto López. El gran ausente fue el senador Ricardo Monreal, cada vez más distanciado de López Obrador y su partido, Morena.
El mandatario recitó su concepción de que el progreso sin justicia social es retroceso; que el Gobierno debe garantizar la redistribución de la riqueza, y que ayudar a los pobres debe ser una prioridad de toda política. “Más allá del simple crecimiento económico, es fundamental desterrar la corrupción y los privilegios para destinar todo lo obtenido y ahorrado en beneficio de las mayorías del pueblo, y de manera específica en beneficio de los más pobres y marginados. La estrategia central del gobierno en el terreno de la política social descansa en respetar, atender y escuchar a todos, pero otorgando preferencia a los pobres y humillados”, ha dicho. López Obrador recordó el eslogan que popularizó en su campaña electoral del 2000, cuando quería ser gobernante de la capital: “Por el bien de todos, primero los pobres”. “Esta frase debiera ser la esencia de la actividad política, porque es sinónimo de humanismo y una forma distinta de entender la importancia del poder, cuyo ejercicio solo es puro y virtuoso cuando se pone al servicio de los demás”, ha añadido.
López Obrador repasó los nombres de los personajes históricos que conforman su credo político: el cura independentista Miguel Hidalgo, el presidente indígena Benito Juárez, el escritor anarquista Ricardo Flores Magón, el político liberal Francisco I. Madero, el presidente nacionalista Lázaro Cárdenas (que también salió a marchar a favor de su Gobierno, en 1935). “Atender a los más pobres es también, por si fuese poco, ir a la segura para contar con el apoyo de muchos cuando se busca transformar una realidad de opresión y alcanzar el ideal de vivir en una sociedad mejor, más justa, humanitaria y fraterna. ¿Quién defiende realmente a un gobierno democrático? El pueblo. ¿Quién respalda la cuarta transformación? El pueblo. Por eso nunca, jamás, vamos a traicionar al pueblo”, ha dicho ante un estruendo de aplausos. Tras hacer que los aspirantes presidenciales lo acompañaran en su marcha, López Obrador se lanzó contra los políticos que se dan baños de masas únicamente para llegar al poder. “Nada se logra sin amor al pueblo. Quizá en otros tiempos se podía fingir, simular, ir en campaña a pedir votos, abrazar a la gente y luego llegar al cargo y olvidarse del pueblo. A lo mejor en otros tiempos. Ahora ya no. El consejo a los jóvenes es, si quieren dedicarse al nombre oficio de la política: no olviden que lo principal es tenerle amor al pueblo, querer al pueblo. Nada se logra sin amor al pueblo”, ha establecido.
El presidente ha añadido que, en su credo, no cabe el derrotismo. Él y sus bases saben que eso es cierto. El Zócalo, la principal plaza de México, forma parte de esa biografía política de López Obrador. En 2005, cuando fue jefe del Gobierno capitalino y aspirante presidencial, encabezó la Marcha del silencio en protesta por el proceso de desafuero emprendido en su contra por consigna del entonces presidente, Vicente Fox. La manifestación concluyó en el Zócalo, donde López Obrador dio un discurso ante miles de simpatizantes. En esa época solía decir a sus bases: “Los quiero desaforadamente”. Un año después, tras una elección en la que acusó fraude, esa misma plaza fue el sitio donde López Obrador rindió protesta como “presidente legítimo”, vistió una banda presidencial, juró al cargo, formó un gabinete y asignó tareas de resistencia a la militancia.
En 2012, tras perder la elección de ese año y volver a acusar fraude –era su segundo intento por llegar a la presidencia–, López Obrador volvió a reunir a sus bases en el Zócalo. En su autobiografía Esto soy, escribió que ya entonces se sentía viejo y derrotado, y confesó que en algún punto consideró anunciar su retiro de la política. Tenía preparado un discurso, que finalmente no dio. “Quise ser como Juárez, como Madero, como el general Cárdenas, y no pude o no quiso la gente”, escribió en su libro. “Voy a luchar toda mi vida por mis ideales, pero ya no volveré a ser candidato a nada; me retiro como dirigente político. Y va a ser para mí un motivo de orgullo el poder decir a mis adversarios: ‘Ya ven, no soy un ambicioso vulgar, no estoy obsesionado con ser presidente’”.
López Obrador no se retiró. En cambio, fundó su partido en 2015, y tres años después, en su tercera campaña electoral, se convirtió en presidente, el más votado en la historia reciente de México. La noche de la elección festejó su triunfo en un Zócalo desbordado. Este domingo, al arribar a la misma plaza, fue recibido con un canto de miles de voces. “¡No estás solo, no estás solo!”. López Obrador ya prepara, esta vez sí, su despedida.
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