La brecha entre Andrés Manuel López Obrador y el Departamento de Estado de Estados Unidos se hace cada vez más grande. El presidente ha vuelto a la carga contra la oficina a cargo de la política exterior estadounidense por un informe publicado esta semana sobre la situación de derechos humanos en México, en el que se señalan torturas, masacres y desapariciones forzadas a manos de las autoridades. “Es un bodrio”, ha afirmado este miércoles el mandatario mexicano y ha agregado que los autores del documento “son calumniadores” y “no tienen pruebas”. “No cambian. Es una política añeja, anacrónica, de querer meterse en la vida pública de otros países”, ha criticado. Las declaraciones de López Obrador se han producido apenas un día después de recibir a John Kerry, asesor de la Casa Blanca para el Cambio Climático, como invitado de honor en el aniversario del natalicio de Benito Juárez. Fue un acto lleno de simbolismos para mandar la señal de que, pese a las tensiones de las últimas semanas, las relaciones bilaterales gozan de buena salud.
López Obrador ha tachado a la agencia de “departamentito” y de refugio para “el conservadurismo”. El presidente ha asegurado que “en México no hay masacres”, “en México no se tortura” y que “no se persigue a nadie, no se reprime a nadie”. “Que no se confundan”, ha rematado. Esta misma semana se dio a conocer la detención de cuatro militares por el asesinato a balazos de cinco muchachos en la ciudad fronteriza de Nuevo Laredo a finales de febrero. “Hubo varios informes de que entidades gubernamentales o sus agentes cometieron asesinatos arbitrarios e ilegales, a menudo con impunidad”, se lee en el documento de las autoridades estadounidenses.
“¿Con qué derecho? Es una violación flagrante al derecho internacional. ¿Por qué tienen que intervenir”, ha cuestionado López Obrador. El presidente ha matizado que sus reclamos no tienen que ver con la actitud de respeto que ha mostrado Joe Biden y varias delegaciones de legisladores estadounidenses que han visitado el país para mantener abiertos los canales de diálogo entre ambos países.
Pero el mandatario latinoamericano no solo se ha enzarzado en dimes y diretes contra miembros del ala radical del Partido Republicano, que han tundido su política de seguridad y han satanizado el papel de México en la crisis de drogas de Estados Unidos. También ha tenido varios encontronazos contra la DEA y Antony Blinken, el secretario de Estado de Biden, que ha sido vocal en sus críticas sobre la reforma electoral de López Obrador y su relación con la prensa. “Se asumen como el Gobierno del mundo”, dijo el presidente el martes.
Del otro lado de la frontera, el Ejecutivo estadounidense ha dado visos de que empieza a perder la paciencia. “Nunca hemos indicado que somos el Gobierno del mundo”, respondió Vedant Patel, el portavoz interino del Departamento de Estado. Patel dijo que Estados Unidos tiene también retos importantes que resolver en su política interna, pero “no mete sus problemas debajo de la alfombra”. López Obrador no dio su brazo a torcer en su conferencia matutina: “Pueden contestarme lo que quieran”.
La discusión ha tomado un rumbo muy diferente al que Kerry, exsecretario de Estado durante el segundo mandato de Obama (2013-2017), presumió de visita en el Estado sureño de Oaxaca. Prácticamente al mismo tiempo que el político demócrata clamaba “Mexico y Estados Unidos para siempre”, el presidente del Instituto Nacional Electoral (INE), Lorenzo Córdova, se reunía en Washington con funcionarios del Departamento de Estado para subrayar la “reputación mundial” y “la excelencia” del INE. Córdova ha estado constantemente en la diana de López Obrador y su reforma electoral recortó buena parte de la estructura operativa del Instituto. “No estamos solos”, dijo Córdova al terminar el acto. Brian Nichols, subsecretario para Asuntos del Hemisferio Occidental, celebró la visita del funcionario mexicano, que dejará su cargo el próximo 3 de abril.
Pero la línea entre el Departamento de Estado y la Casa Blanca es cada vez más difícil de distinguir. La portavoz del Gobierno estadounidense, Karine Jean-Pierre, desmintió las afirmaciones de López Obrador de que un eventual arresto de Donald Trump sería “para sacarlo de la boleta electoral” a partir de “la fabricación de delitos”. “No es verdad”, zanjó Jean-Pierre. La portavoz también negó que el fentanilo sea un problema solo de Estados Unidos. “El tráfico de drogas ilícitas está causando daños sociales, muertes innecesarias y sufrimiento, no sólo aquí sino también en México, y queremos ser realmente conscientes de eso”, agregó ante los medios estadounidenses.
“Vemos nuestra relación con México como vital e importante y continuaremos intentando desarrollar esos nexos”, afirmó Jean-Pierre. El consenso de los analistas es que pese a las turbulencias por las declaraciones de uno y otro lado de la frontera, la relación bilateral es sólida y los puntos de choque están muy focalizados. Sin embargo, cada vez surgen más dudas alrededor de los canales de comunicación entre ambos países, en medio de los desacuerdos entre el Ejecutivo mexicano y el Departamento de Estado, el órgano que coordina la diplomacia estadounidense, así como la DEA, la agencia antinarcóticos de un país que busca soluciones urgentes a la crisis de los opioides. “No siempre hemos tenido diferencias con el Gobierno de Estados Unidos, ha habido momentos de cooperación y de amistad”, dijo López Obrador tras presentar a Kerry en Oaxaca, en medio de discursos sobre “un futuro unido” y “una conexión especial”.
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