Pedro Lucas (28 años) no recuerda cuál fue su primer dron, pero sí lo que sintió al volarlo. “Me fascinó. Pensé que nos cambiaría, que podríamos transportar objetos, ver el mundo de otra forma, mejorar en emergencias sanitarias, contra incendios… lo que no imaginé, supongo, es que me iba a emplear a mí mismo y que me dedicaría al campo”. El director general de FlyDronAir responde EL PAÍS entre servicios, mientras traslada drones entre explotaciones junto al director de operaciones, David Blanco (30 años). Ellos son, junto a la directora de marketing María Martínez (33 años), FlyDronAir, la empresa que forma parte del programa de incubación y aceleración StartUPV.
Todo empezó cuando Lucas y Blanco decidieron hacer “algo juntos”. Eran dos apasionados de los drones y habían trabajado en el que, hasta la fecha, sigue siendo el ámbito profesional más popular con estos aparatos: la producción audiovisual. “Pero tienen muchas posibilidades, así que en 2019 pensamos cuál era la más interesante”. Las actividades agrícolas con dron ni siquiera tenían oferta en España y ellos, habilitados por la Agencia Estatal de Seguridad Aérea, encontraron su nicho de mercado: “Era evidente que, a poco que supiéramos combinar herramientas de software libre y drones con distintos sensores, podíamos solucionar problemas. Y acertamos, porque en un año estábamos dando los primeros servicios”.
FlyDronAir tiene cinco empleados y ofrece trabajo a un grupo de pilotos a los que están especializando en el ámbito. “Por el momento cubrimos dos zonas geográficas: Galicia y Comunidad Valenciana. Estamos dando estructura a nuestra formación específica y, de hecho, aspiramos a homologarla de alguna manera porque este sector va a explotar de un momento a otro”. La gestión de los drones y la obtención de información a partir de un software gratuito les permite realizar servicios como teledetección de plagas, tratamientos aéreos y hasta siembra. Trabajan para entre 15 y 20 clientes, entre agricultores con extensiones medianas y grandes y administraciones a las que ofrecen servicios que van desde el conteo de unidades a la reforestación.
“Para un agricultor con más de 10 o 15 hectáreas, pese a lo que creen, es imposible tener un control total sobre el estado del cultivo. Nosotros podemos analizar el estrés hídrico de una planta, identificar plagas, adelantarnos a cualquier anomalía…”. Lucas cita la variedad de cultivos sobre los que trabajan actualmente: naranjos, limoneros, caquis, viñedos, cereales, hortalizas y campos de golf, donde su información para el control del gasto en agua “es una herramienta muy rentable”. Pueden cubrir hasta 900 hectáreas en tres días, aunque la legislación española les considera “un tratamiento aéreo, pese a que volvamos a dos metros del suelo”. Confían en un cambio normativo inminente que pasaría a considerarles tratamiento terrestre, como ya sucede en Latinoamérica donde se pueden volar aparatos de hasta 60kg y pulverizar fitosanitarios.
“Actualmente, detectamos en qué árbol empieza una plaga o cuál tiene una falta de, por ejemplo, nitrógeno. Evitamos que algunos clientes pierdan entre el 20% y el 30% de una cosecha. Además, racionamos cualquier dosis de tratamiento y en una misma zona podemos pulverizar más o menos agua, abono foliar, bioestimulantes, etcétera”. Por si las estas ventajas parecieran pocas, estos equipos pueden trabajar sobre el campo poco después de haber llovido, mientras que la maquinaria habitual no puede pisar el suelo hasta que este se haya secado. Son motivos suficientes para creer que el futuro de la agricultura estará ligado a los drones. Y esta revolución solo ha comenzado; FlyDronAir desarrolla un algoritmo propio junto a la Universitat Politècnica de València para una detección todavía más precisa. Un control virtual e inmediato de los cultivos que permitirá aumentar los rendimientos y evitará malgastar recursos. Quién se lo iba a decir a estos dos frikis de los drones hace menos de 10 años.
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