El millonario robo en el Hotel-Restaurante Atrio (Cáceres, dos estrellas Michelín) el pasado 27 de octubre se ha convertido en uno de los más mediáticos de los últimos tiempos por sus curiosas características: una pareja extranjera se hospeda en el establecimiento, cena, y presuntamente, compinchada y distrayendo al recepcionista, se lleva 45 botellas de vino con un valor estimado de 1,6 millones de euros, de madrugada. Nueve meses después, y tras una ardua investigación, la Policía Nacional detiene a Constantín Gabriel Dumitru, ciudadano rumano-holandés de 47 años, y a su novia, Priscila Guevara, una exmiss mexicana de 28, una suerte de Bonnie and Clyde aficionados al buen vino. Fueron interceptados el pasado 19 de julio en su coche en el paso fronterizo de Eslovenia hacia Croacia, después de que la titular del Juzgado de Instrucción 4 de Cáceres emitiese una Orden Europea de Detención (OED).
Los objetos robados no han sido encontrados. Uno de los puntos débiles de este caso es que no existe la prueba del delito, no hay ni rastro del vino. Se trata de artículos poco usuales en la comisión de robos y hurtos: botellas de vino y licores de gran valor, entre las que presumiblemente había un Chateau d’Yquem de 1806 (con un valor atribuido de 310.000 euros) y otros seis caldos del siglo XIX, según los propietarios del establecimiento. El ladrón debía de ser un buen conocedor del mundo de la enología, a juicio de los investigadores, “alguien aficionado al vino” que robase “por encargo, con un comprador cerrado de antemano”, sospechan. Sin embargo, las numerosas botellas sustraídas (45), llevaron a pensar a los agentes que pudiese haber habido una “cierta improvisación en el robo”, y que “se llevarán más de lo planeado inicialmente, al ver que era factible y, probablemente, creyendo que tenían cómo darle salida a esa mercancía en el mercado después”. El caso es que la pista de las botellas se ha perdido o no ha podido seguirse, los investigadores no han encontrado hasta el momento ni rastro de esos caros caldos, supuestamente robados por Dumitru y Guevara.
Dos puertas y una tarjeta: robo o hurto. La Policía asegura que el ladrón accedió a la bodega usando una tarjeta específica para abrir la puerta, aunque no ha logrado determinar cómo pudo hacerse con esa llave o con una copia de la misma el presunto autor del robo, Constantín Dumitru. No hay imágenes, porque supuestamente no hay cámaras después de esa puerta blanca, detrás de la cual se guardaban todas esas botellas de gran valor, en una cava a la que se accede por una segunda puerta de cristal. La defensa, ejercida por la abogada Sylvia Córdoba, ha solicitado esas grabaciones (si existieran). De no haber imágenes de esa zona, no puede demostrarse que el presunto autor del robo llegase hasta la zona acristalada. Por otra parte, queda por descartar que el acceso a la bodega hubiese sido posible porque ambas puertas se hubiesen encontrado abiertas. En tal caso, se trataría de un hurto y no de un robo.
El valor del vino. Es el valor de la mercancía robada lo que puede suponer una agravante e incrementar la pena atribuible al delito imputado a los acusados, ya sea considerado robo o hurto. La pena por este último delito es de seis a 18 meses de cárcel, pero “si las cosas sustraídas tienen un valor artístico, histórico, cultural o científico” puede llegar hasta tres años; y es de tres a seis años por robo. Desde un primer momento se estimó que el valor de las 45 botellas desaparecidas era de 1,6 millones de euros, sin que haya sido encargado un peritaje judicial. Esa estimación es la que realizó un experto en enología, cuyo informé aportaron las víctimas del robo. Tanto el reputado cocinero Toño Pérez como su compañero y socio en el restaurante, el sumiller José Polo, apelaron al valor sentimental e histórico de esas botellas, a las que denominaron “las joyas de Atrio”: “Esa botella [en referencia al Chateau d’Yquem] era parte de mi historia personal, casi parte de mí, de la historia de Atrio, pero también de Cáceres, de sus ciudadanos, de todos los amantes del mundo del vino; ella es la botella, imposible de sustituir por lo que de esfuerzo, sacrificio y amor a una profesión y al vino ha conllevado. 215 años de historia de España, de guerras, de tiempos de paz y de la construcción de una Europa unida”, señaló Polo en una carta firmada por él y por Pérez difundida entre la prensa.
Los teléfonos y la preparación de una atraco perfecto. Aunque los investigadores de la Policía aseguran que Dumitru y Guevara estuvieron tres veces antes en Atrio para preparar el robo, ninguno de los empleados ha declarado haberles visto allí con anterioridad a la fecha del atraco. Las conclusiones de los agentes (”estuvieron allí en junio, en agosto y en septiembre; las dos primeras veces cenando y una tercera, comiendo”) se basan en las triangulaciones y geolocalizaciones de los teléfonos de los sospechosos, que les ubican en ese lugar o en las inmediaciones en distintas fechas. La cuestión será demostrar que esos teléfonos estaban en poder de los acusados.
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El Registro del hotel y la prueba antropométrica. Priscila Guevara supuestamente se registró en el hotel con una identidad falsa usando un pasaporte suizo a nombre de Mirka Golubic, según los investigadores. Es la única que aparece en el libro de registro, ya que Constantin Dumitru no se registró en ningún momento. La cuestión ahora, y por lo que la defensa solicitó varios estudios antropométricos, es si la mujer que aparece en la fotografía de esa carta de identidad suiza es Priscila Guevara, o solo “se parece”, como recoge el atestado policial. “Ella llevaba una peluca y unas gafas que le venían grandes”, aseguró a este periódico Carmina Márquez, la directora del hotel. Fue ella quien chequeó su DNI, antes de que pagara con una tarjeta de prepago los 300 euros (más IVA) de su estancia. Sin embargo, el informe antropométrico concluye: “La deficiente calidad de las imágenes dubitadas [las del pasaporte] impide realizar una comparación facial que permita determinar que Priscila Guevara es la mujer de la imagen”.
ADN. Otra de las pruebas pendientes es la de ADN. Ha sido solicitada a posteriori por la Policía y recurrida por la Defensa. Con ella se pretende determinar sin género de dudas que son los detenidos los que estuvieron aquella noche en la habitación número 107 de Atrio.
Causas pendientes. Fue precisamente una causa pendiente en España de Constantin Dumitru la que puso a la policía sobre su pista. Un “mismo modus operandi”. Un ladrón de botellas caras que había sido arrestado porque, según una empleada de Lavinia, un lujoso local de vinos ubicado en la llamada Milla de Oro madrileña, fue la persona que estuvo en el establecimiento el día en que desapareció una botella de whisky de 5.250 euros. Después, los investigadores descubrieron que Dumitru también había sido interceptado en el aeropuerto de Ginebra (Suiza) por el robo de otra botella, aunque no hay sentencia al respecto. No obstante, el sospechoso estaba en Madrid en libertad por esos hechos, ocurridos en junio de 2019, y se había presentado en comisaría cuando se lo habían solicitado. Además, tenía una casa alquilada desde hace años en la zona de Campo de las Naciones (Madrid), su hija vivía en la zona de Barajas y falleció estando él fuera de España, por lo que regresó para acudir a su entierro. Priscila, por su parte, estaba estudiando en Madrid y tenía un trabajo por horas. Datos todos que no concuerdan con el presunto “riesgo de fuga” que ha llevado a la juez a decretar la prisión preventiva desde el pasado mes de agosto. Esta misma semana se celebraba en Madrid el juicio por el robo de la botella de whisky, al que Constatín Dumitru declaró por vídeoconferencia, y quedaba visto para sentencia.
45 botellas en tres mochilas. Hay otra última cuestión que sigue sin estar clara: ¿Cómo caben 45 botellas de vino, supuestamente envueltas en toallas y sábanas, en tres mochilas? ¿Cuánto tiempo se necesita para seleccionarlas y sacarlas de una bodega y subirlas a una habitación para envolverlas cuidadosamente? Según los investigadores de la Policía, Dumitru salió del hotel de madrugada, hacia las 5.30, a pie y portando tres mochilas en las que presuntamente llevaba la mercancía robada. Según los agentes, la pareja programó su huida por carretera alternando varios vehículos. La policía localizó el primero y supieron que, al día siguiente, habían reservado mesa en otro afamado restaurante de Madrid con una bodega similar a la de Atrio, y cancelaron la reserva. Quizá habían dado ya su gran golpe.