El gobierno de los talibanes en Afganistán ha ordenado a todas las organizaciones no gubernamentales (ONG) tanto locales como extranjeras que impidan a sus empleadas ir a trabajar, según una carta del Ministerio de Economía, confirmada este sábado por su portavoz, Abdulrahman Habib. El texto prohíbe a las empleadas de estas organizaciones seguir trabajando “hasta nuevo aviso”, y justifica este nuevo veto a las mujeres del país alegando “graves denuncias” de que algunas de ellas no respetan el rígido código de vestimenta islámico que los talibanes quieren imponer a las afganas.
“Ha habido graves quejas por el incumplimiento del hiyab islámico y otras normas y reglamentos relativos al trabajo de las mujeres en las organizaciones nacionales e internacionales”, declaró el Ministerio de Economía, encargado de aprobar los permisos para las ONG que actúan en el país.
Esta nueva restricción, que añade los empleos del sector humanitario a la lista de trabajos ya vetados para las mujeres, se conoce cuatro días después de que, el 20 de diciembre, los talibanes prohibieran a las mujeres estudiar en la universidad, una medida que veta por completo la educación a todas las afganas mayores de 12 años, después de que los fundamentalistas cerraran los institutos de secundaria femeninos. El anuncio no solo sumió en la desesperación a muchas jóvenes afganas, que aparecían deshechas en llanto en vídeos difundidos en las redes sociales, sino que suscitó una nueva oleada de condenas internacionales.
No está aún claro cómo afectará esta prohibición a las agencias del sistema de Naciones Unidas, que tienen una gran presencia en Afganistán y cuya asistencia se considera imprescindible para garantizar la supervivencia de millones de afganos sumidos en una grave crisis humana. Cuando se le preguntó al portavoz si este veto incluía a las agencias de la ONU, Habib dijo que la carta se aplicaba a las organizaciones que dependen del organismo de coordinación de las organizaciones humanitarias, conocido como ACBAR. Esta entidad no incluye a las agencias de Naciones Unidas sino a más de 180 ONG locales e internacionales. La ONU, sin embargo, subcontrata a menudo a ONG para llevar a cabo sus proyectos humanitarios.
Indispensables
La comunidad de trabajadores humanitarios en Afganistán considera que las empleadas de las ONG, afganas y extranjeras, son fundamentales para garantizar que las beneficiarias afganas puedan acceder a la ayuda. En amplias zonas de Afganistán, las prácticas culturales vetan que un hombre hable, examine u ofrezca asistencia humanitaria a mujeres que no son parientes cercanos. Estas prácticas, agravadas por la estricta separación de sexos que los talibanes han impuesto, vetan que, por ejemplo, un médico varón atienda a una mujer en un parto, incluso si la vida de la parturienta o la del bebé están en peligro. De hecho, la escasez de sanitarias en Afganistán sigue siendo, según diversos estudios internacionales, una de las barreras que impide la reducción de la mortalidad maternal. Muchas de las afganas que trabajaban en asistencia sanitaria están empleadas en estas ONG, que desempeñan un papel crucial en el sistema sanitario afgano y en otros ámbitos, como el educativo.
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En septiembre de 2021, menos de un mes después de que los talibanes retomaran el poder que ya habían ocupado entre 1996 y 2001, Filipe Ribeiro, entonces representante de Médicos sin Fronteras (MSF) en Afganistán, aseguró a este diario que los talibanes habían garantizado a su organización que sus trabajadoras no tendrían problemas.
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