Es mediodía y Santiago Hernández, que prefiere no decir su nombre real, escarcha un vaso de plástico con sal y le exprime un limón dentro. Después, lo coloca sobre una plancha de madera en la que ya hay otros cinco recipientes listos para ser rellenados con unas chelas: “¿Corona o Victoria?”. Hernández coloca su carrito junto a uno de los mercados de la Alcaldía de Cuauhtémoc, en el centro de la Ciudad de México. Pese a la prohibición de la venta de alcohol en los tianguis, que el Gobierno de la capital impuso en 2019 y que reiteró hace una semana, en tan solo unos metros, cinco puestos mantienen la venta de cervezas y otras bebidas de mayor graduación.
Hernández vende las chelas en un carro en el que, estratégicamente, hay colocados botellines, limones, refrescos, hielo y vasos. “[Las autoridades] sí te dicen algo, pero ya luego saben quien eres y pues bueno…”, cuenta el vendedor en relación a las peticiones por parte de los encargados de controlar la situación en los mercados ambulantes. Su puesto es uno de los “innumerables” que hay en la capital, según comenta el presidente del Consejo Ciudadano, Salvador Guerrero. El presidente expone los datos del número de quejas recibidas por el Consejo en relación a las chelerías y a los comportamientos ilícitos cerca de esos lugares en los últimos años: en 2020 hubo 452 quejas; en 2021, 424; y, en lo que va del 2022, 276. Una tendencia claramente descendente.
Aunque la prohibición de la venta de alcohol en los tianguis de la capital fue reportada por el Gobierno de la Ciudad de México el pasado 21 de octubre, la normativa se encontraba vigente desde el año 2019. Las autoridades comentaban a través de una nota que las “causas de revocación” de las licencias eran las mismas que las previstas hace cuatro años, todo ello para “promover y fomentar la economía social y la distribución de alimentos básicos a través de los sistemas de abasto tradicionales”, entre los que se encuentran los tianguis o los mercados públicos. Guerrero cree que la necesidad de reiterar de nuevo este lineamiento se debe a que la opinión pública “se ha manifestado en ese sentido”.
Las respuestas secas de Hernández son más cercanas a las de otra de las vendedoras que se encuentran en el lugar. No responde, gira la cabeza y continúa picando el bloque de hielo colocado dentro de una bolsa. Hernández asegura que en en algunos lugares, como el mercado del centro en el que se encuentra, las autoridades suelen pedir las licencias de forma regular. “En otros [tianguis]…”, retarda el vendedor sin terminar la frase, como en otras ocasiones. Guerrero indica que no todos los puestos venden alcohol en las mismas condiciones. “Hay de varios tipos: los que venden de manera legal, los que no tienen permiso, los que venden productos ilícitos… Hay por lo menos tres tipos”, señala el presidente del Consejo Ciudadano que, como con el recuento del número de puestos, ve “imposible” saber cuantos de ellos venden alcohol.
Entre el tumulto de personas que se cruzan en el mercado, otro carro, preparado como el de Hernández, sirve de manera similar las bebidas, pero el vendedor de este puesto trabaja a una mayor velocidad ante la inmensa cantidad de gente que circula a su alrededor. Sobre otro de los carros, se exponen decenas de botellas en miniatura de marcas de tequilas, mezcales, etcétera.
Guerrero expone cifras con las que asegura, puede especificar el número de quejas recibidas por parte de los ciudadanos: la mayoría de las chelerías se instalan en las ventanas cercanas a las calles, otras en puestos fijos sin licencia, de manera más minoritaria, se encuentras los bares donde venden mercancías sin permisos, otras cervecerías que no cuentan con permisos para vender ciertos productos de consumo en el lugar y, finalmente, los situados en la vía pública.
La jefa de Gobierno de la capital, Claudia Sheinbaum, señaló hace unos días que la responsabilidad de sancionar o clausurar los negocios “que opera en la ilegalidad” es de las alcaldías. “Cuando hay denuncia ciudadana y no actúa la alcaldía por alguna razón, nosotros hacemos lo que corresponde para poder cerrar los establecimientos”, aseguró Sheinbaum. En línea con las palabras de la jefa de Gobierno, Guerrero cuenta que las alcaldías deben responsabilizarse de vigilar la venta y el consumo de alcohol, especialmente la de los menores, una práctica que considera como la más grave. “No creo que un solo Gobierno sea capaz de atenderlo”, considera el presidente del Consejo Ciudadano.
Uno de los vasos expuestos en el carrito de Hernández es de color rojo. “Lleva sal, limón, tajín y Miguelito”, señala el vendedor mientras prepara un refresco de limón a un joven.
—¿Cree que se va a dejar de vender alcohol?
—Pues… de momento no, ya veremos…— dice Hernández que, de nuevo, deja el final de la respuesta en el aire.
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