Madrid redujo el nivel de dióxido de nitrógeno, pero aumentó los de partículas y ozono ‘malo’ | Madrid

2022 fue el año en que la meteorología salvó a Madrid de incumplir la normativa europea de calidad del aire, según las conclusiones del balance de la calidad del aire elaborado por Ecologistas en Acción, que reconoce ligeros avances en la reducción de unos contaminantes ―dióxido de nitrógeno (NO₂)―, como celebró con gran alharaca el Ayuntamiento, pero que también denuncia un retroceso en otros que este olvidó citar ―partículas en suspensión y ozono―. La organización advierte de que cuando el nuevo marco legislativo entre en vigor este mismo 2023, todas las estaciones de la capital salvo dos en zonas verdes y fuera del cogollo central, Casa de Campo y El Pardo, volverán a superar los niveles máximos permitidos de NO₂. “Hay mucho por hacer para que Madrid pueda respirar un aire saludable”, alerta Juan Bárcena, autor del informe, que pide una drástica reducción del tráfico a en torno la mitad.

Bárcena explica que el nivel de NO₂, el contaminante más relacionado con el tráfico ya el 75% de estos gases provienen de los tubos de escape, “se ha mantenido en 2022 en la línea de 2020 y 2021, es decir, considerablemente más bajo que en los años prepandémicos”. La diferencia es “muy reducida”, pero permite salvar los muebles. En los dos años anteriores, una de las 24 estaciones, plaza Elíptica, superaba por un microgramo por metro cúbico de aire (µg/m³) el valor límite anual de concentración media, fijado en 40. Según los datos de la red municipal de medición que ya avanzó el alcalde el 2 de enero, en 2022 ningún observatorio rebasó el umbral, ya que plaza Elíptica igualó dicho límite.

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“Frente al alborozo, la complacencia y el mensaje erróneo del Ayuntamiento, hay que decir que es verdad que no hemos incumplido por primera vez, pero nos hemos quedado justo justo justo en el límite y nadie garantiza que este año vuelva a ocurrir”, recalca el coordinador de calidad del aire de Ecologistas. Máxime, cuando el factor “más determinante de la bajada ha sido una meteorología favorable” a la dispersión de los gases. La boina de Madrid se forma con tiempo anticiclónico prolongado, ya que, cuando el aire tiende a estabilizarse, acaba provocando el fenómeno de la inversión térmica, es decir, que cuanto más se asciende menos frío hace, al contrario de lo normal. Así, el aire frío, más las partículas contaminantes, en lugar de subir se queda atrapado en las zonas bajas y como la atmósfera está estable, los contaminantes se confinan cerca de los focos de emisión. Esta boina solo desaparece mediante lluvia, por poca que sea, viento o reducción de las emisiones.

“Los dos meses en los que se suelen registrar anticiclones, noviembre y diciembre, han sido muy húmedos, con 18 y 15 días de lluvia”, explica Bárcena. “En el último trimestre no se produjo ningún periodo prolongado de anticiclón con inversión térmica”, añade el informe. La Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) ratifica, aunque matiza, este extremo. Su delegado en Madrid, Miguel Ángel Pelacho, precisa que para la formación de la boina, además de al menos dos o tres días de situación anticiclónica, es necesario que no se mueva casi viento. Si hay, aunque haya altas presiones, “se rompe la inversión térmica”.

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“En octubre hubo muchas situaciones de anticiclón, pero sin una inversión en niveles bajos persistente e intensa. También sucedió algunos días de noviembre y la última semana de diciembre. Solamente un día de finales de noviembre hubo una inversión persistente e intensa”, precisa el delegado. Así, aunque en unas 10 ocasiones Aemet alertó al Ayuntamiento de que se podían producir las condiciones para que se generara boina, finalmente solo ocurrió una vez. “La meteorología favorable ha influido con un peso muy importante, sobre todo en diciembre”, apunta Pelacho, que también cita una reducción del tráfico y una menor emisión de contaminantes por parte de los coches.

Además de subrayar el capote que echó la meteorología a José Luis Martínez Almeida, Bárcena recuerda que “el cumplimiento llega muy tarde”, porque se produce cuando “el marco está obsoleto” y en pleno proceso de cambio a valores de referencia más estrictos: el límite recomendado por la OMS se sitúa ya en 10 µg/m³ y el europeo será de 20 µg/m³ en 2023. “Madrid duplicará este año los nuevos umbrales de la UE”, advierte el portavoz.

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Y lo grave es que, frente a la exigua mejora en NO₂, los datos de 2022 indican que la situación de otros contaminantes “ha empeorado sensiblemente”. En cuanto a las partículas en suspensión, capaces de adentrarse en los pulmones y de llegar al torrente sanguíneo, Bárcena aclara que Madrid “cumple con los desfasadamente laxos límites legales vigentes” en PM₁₀ ―partículas de un diámetro menor de 10 micras y “más dañinas” que el NO₂―, pero más estaciones que el año pasado ―ocho de los 13 observatorios que las miden―, así como el valor medio de la red, superaron el máximo anual propuesto para la futura legislación europea (20 µg/m³). Además, todas rebasaron el tope de la OMS (15 µg/m³).

“Posiblemente, este empeoramiento, que nos retrotrae a niveles de 2015, tiene que ver con un aparente aumento de las intrusiones de aire sahariano”, apunta Bárcena. En las PM₂.₅ ―de menos de 2,5 micras―, la situación es “parecida” a la de 2021: una de las ocho estaciones que las registran, plaza Elíptica, superó el que se apunta como valor límite anual en el futuro marco europeo (10 µg/m³) y todas rebasaron ampliamente el de la OMS (5 µg/m³).

Tampoco ha mejorado la situación en cuanto al ozono troposférico (O₃), llamado ozono malo. Durante 2022, tres de las 12 estaciones que lo tienen en cuenta sobrepasaron en más de las 25 ocasiones la cifra que permite la normativa el valor objetivo octohorario (120 µg/m³). Además, cinco registraron superaciones del umbral de información a la población (180 µg/m³ durante una hora), cuando los dos años anteriores no se había producido ningún aviso. A juicio de Ecologistas, el incremento de los picos de contaminación por ozono “estuvo sin duda relacionado con las fuertes olas de calor del verano”.

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Ante esta situación, Ecologistas reclama reducir el tráfico “a saco, en torno a la mitad”. “Se está haciendo en el resto de las grandes ciudades europeas, que fueron condenadas antes que España y que dieron una importante respuesta. Londres puso en marcha una zona ultra low emission, París la ciudad de los 15 minutos y en Amsterdam se han retirado miles de plazas de aparcamiento, mientras que en Madrid el Ayuntamiento ha aflojado las condiciones en Madrid Central y planea dos grandes parkings, con 1.800 plazas en el Bernabéu y 800 en el Niño Jesús”, lamenta Barcena.

Para lograr que Madrid deje de ser cochista, “hay que hacer más restrictivo y ampliar Madrid Central, llevar a cabo una reducción de carriles en 18 grandes ejes como ya se hizo con la Gran Vía y como está contemplado en el Plan de Calidad del Aire de Madrid o Plan A, que no está derogado”. También hay que replicar “Madrid Central por distritos, adecuándolo a las necesidades”, reducir los espacios para dejar el coche y atajar la entrada de vehículos a la capital.

Según el último estudio municipal disponible, con datos de 2017, el 43,5% de los vehículos que circulan por la ciudad llegan a Madrid a diario desde la periferia. Ecologistas propone adecentar la red de Cercanías, la implantación de buses VAO en todos los accesos (pero sin ampliar la carretera) y establecer un peaje de entrada, como ya en Londres, Estocolmo, Milán… Y, por último, “apostar de verdad y decididamente por los carriles bici”. “Madrid está a años luz de cualquier capital europea, pero también de Barcelona, Sevilla y Valencia”, critica Bárcena.

El coste en vidas y en ingresos de la contaminación

En su informe, Ecologistas cita al Instituto de Salud Global, que estima que en la capital podrían evitarse 3.700 muertes anuales –2.010 por NO₂ y 1.693 por las PM₂.₅– si se redujera de forma contundente la contaminación. Julio Díaz, doctor en física y profesor de investigación en el Instituto de Salud Carlos III, diferencia entre efectos a corto, que se traducen en ingresos en urgencias, y a largo plazo, que derivan en cánceres de pulmón y agravamiento de enfermedades crónicas.

El límite en el corto plazo, 24 horas, no existe en la legislación actual europea, que solo contempla el largo plazo, el que ha cumplido Madrid. “Que se ajuste a los valores anuales no quiere decir que no haya picos que tengan una incidencia clara en la salud, porque está muy por encima de lo que marca la OMS y porque el impacto del NO₂ es lineal y sin umbral de seguridad. Tiene efecto en 39, en 38 y en 20″, recuerda. A corto plazo, su organismo atribuye a este contaminante 8. 200 ingresos anuales, sobre todo por causas respiratorias entre 2003 a 2018, que han costado a la sanidad 120 millones de euros al año. Con datos de 2000 a 2009, se cobra 1.100 vidas al año. “El aire de Madrid no se puede respirar, ni en 2021 ni en 2022″, sentencia el experto. En cuanto a las PM₁₀, causan 280 muertes al año.

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