Han pasado 100 días de la liberación forzada de María Luisa Villanueva Márquez del penal de Atlacholoaya en Morelos. En la frase anterior salta la palabra “forzada”. ¿Cómo es que alguien es obligado a estar libre? Conocimos la historia de María Luisa el 2 de febrero pasado, cuando en varios de los principales diarios de circulación nacional vimos la fotografía de una mujer siendo cargada por dos elementos policiacos, se leía en el pie de esta imagen: “tras 25 años en prisión, María Luisa Villanueva fue sacada a la fuerza del penal de Atlacholoaya, donde cumplía una sentencia por secuestro. La mujer fue forzada a aceptar la preliberación. Buscaba salir de la cárcel absuelta, tras clamar por su inocencia y denunciar torturas”. Justo como lo acaba de leer, Maria Luisa se negaba a irse, las custodias la tuvieron que sacar cargando. Junto con sus pertenencias en unas bolsas, la llevaron hasta la pluma de acceso vehicular y ahí la dejaron.
Esta es su historia. El 6 de enero de 1998, una joven cenaba con su pareja en una taquería de Zacatepec, en el central estado de Morelos, cuando vio llegar a un grupo de hombres encapuchados. Le pareció raro, pero no alcanzó a indagar más: en unos segundos ya le habían cubierto la cabeza también a ella y la sacaron del local, con violencia física y verbal. Era el grupo Antisecuestro de lo que era la Procuraduría general del Estado.
Se llevaron detenidos a ambos, encapuchados y maniatados, a una casa de seguridad donde había más personas. A pesar de que su pareja, Catalino Martínez, les dijo que ella no tenía nada que ver y pidió que la dejaran ir, no fue posible porque le pidieron más dinero del que traía por liberarla. Durante cuatro días fue torturada por los agentes para obligar a Catalino a confesar, con todo tipo de vejaciones sexuales y con amenazas de que matarían a sus hijos, un bebé y un niño, en ese entonces de nueve años, que vivían en Guerrero con sus abuelos.
El 10 de enero finalmente los entregaron a la fiscalía estatal. María Luisa fue llevada con tres hombres a la cámara de Gessel y al salir, le dijeron que estaba acusada de alimentar a una menor secuestrada, que ella misma la había señalado. La niña era Sara Saskia Seligman. “Yo no entendía qué era secuestro, a mi corta edad (23 años), mis pocos estudios –tenía apenas la primaria-, no entendía lo que estaba sucediendo. Venía saliendo de cuatro días de una tortura, llego ahí y me dicen “firma” y firma y firma, yo firmaba y firmaba porque la tortura fue abuso sexual, psicológico y como yo dije todo -quiénes eran mis padres, cómo llegar a ellos- entonces yo estaba segura que ellos los tenían”, me dijo María Luisa en entrevista telefónica.
Otro elemento para acusar a María Luisa, además del supuesto testimonio de Sara Saskia, fue que los agentes declararon que durante la detención, le decomisaron unas joyas que supuestamente eran de la familia de la niña, que habrían sido entregadas como rescate. Sin embargo, otra investigación de la propia procuraduría halló que el lote de joyas fue decomisado a una banda de secuestradores seis meses antes de la detención de María.
Pese a todo, Villanueva fue sentenciada a 30 años de cárcel por el secuestro de Sara Saskia y encerrada en el penal de Atlacholoaya, Morelos. Le asignaron un abogado de oficio que ella nunca veía, y dada su situación económica, no pudo pagarse un defensor privado.
Fue hasta 2014, dieciséis años después, que su familia logró reunir recursos para pagar a un abogado particular, Damián Santiago, quien inició un proceso legal para probar su inocencia: solicitó que se le aplicara el Protocolo de Estambul e interpuso dos amparos para que la fiscalía abriera una carpeta de investigación por tortura y otras irregularidades durante su detención, hasta que lo consiguieron.
La Fiscalía inició la investigación, el protocolo de Estambul –aplicado hasta 2019 porque la Fiscalía argumentaba que no tenía peritajes- confirmó la tortura; nadie ha sido consignado ni detenido por la detención arbitraria, ni por la tortura, ni por la sentencia de 30 años que recibió María Luisa. “La fiscalía se mantiene encubriendo a las personas que me torturaron, porque ellos fueron servidores públicos en 1998″, me dijo.
Al cumplir 20 años presa, María Luisa ya era acreedora a una preliberación, pero no la solicitó porque no quería salir con un beneficio legal, sino con un reconocimiento oficial de su inocencia. “Lo último que yo pediría sería un beneficio y no estoy dispuesta a pedir dádivas a la autoridad porque yo no he cometido ningún delito”, puntualiza. Pero aun contra esa voluntad, el 2 de febrero pasado fue liberada del penal de Atlacholoaya y, como se negaba a irse, las custodias la sacaron cargando.
Cien días después de esta “liberación forzada”, María Luisa no se conforma con eso. Ya en libertad, mantiene su lucha desde la Plaza de Armas de Cuernavaca, donde cada lunes hace un plantón para exigir al fiscal del Estado, Uriel Carmona que judicialice su carpeta de investigación por tortura, que lleve a los responsables ante un juez y se reconozca su inocencia. “No tengo palabras para explicarle lo que el fiscal de Morelos está haciendo contra mí, entre el Fiscal, Derechos Humanos y el Tribunal Superior de Justicia están cuadrando las cosas para no reconocer que se equivocó el Estado y que me fabricó un delito”, me dijo.
Tres meses después de su expulsión del penal, Sara Saskia Seligman rompió su silencio. La -entonces- niña a la que se acusa a María Luisa de haber secuestrado, publicó una carta en el espacio de Opinión de Saskia Niño de Rivera, articulista de El Universal y activista por la reinserción social de personas en reclusión. En su texto, Seligman Carriazo niega haber señalado a María Luisa Villanueva como su captora y asegura que fue intimidada por los policías para declarar. “Puedo afirmar sin duda que el supuesto señalamiento que yo hice de María Luisa en la cámara de Gesell nunca ocurrió. No solo lo confirmé con mis padres, quienes me hubiesen acompañado, al yo ser menor de edad, sino también porque la vez anterior que estuve en la cámara fue con el comandante, él se frustró porque no pude reconocer a uno de los acusados del cual él estaba “seguro” y me atacó verbalmente. Esa fue última vez que estuve en una cámara de Gesell y eso fue meses antes de que María Luisa fue detenida”.
María Luisa dijo respecto a la publicación: “Ella tuvo miedo como tuve miedo yo, de denunciar los hechos. Ella en su calidad también de víctima fue violentada, a los que ella señaló en 1997 no pagaron por su secuestro, pagué yo, que no tenía nada que ver. La felicito porque por primera vez habla. Como víctima ella sufrió lo que sufrió con los policías, ahora ¿se imagina el infierno que viví no teniendo culpa yo? Pero por fin habla. Quiero aprovechar el espacio para decirle a Sara Saskia que tiene que afrontar lo que dijo ayer ante la autoridad competente, porque tanto ella no tuvo justicia como yo tampoco la he encontrado; que la felicito por ser valiente, por decir la verdad, porque se haga justicia, ambas merecemos esa justicia porque ni ella ni yo la hemos encontrado”.
A nivel judicial muy poco ha ocurrido en estos 100 días después. El defensor Damián Santiago ya entregó todas sus pruebas a la fiscalía pero la averiguación previa 2862/2014, que contiene su denuncia contra los policías que la detuvieron y torturaron sigue estancada.
El único paso que ha dado la Fiscalía ha sido citar a Villanueva Márquez este miércoles 10 de mayo para conocer avances. Nos contó que la reunión fue con el fiscal Metropolitano, Carlos Montes, quien la atendió solo unos minutos para citarla a otra reunión posterior, pero con un compromiso: “La fecha para llevar ante un juez a los que me torturaron se quedó pendiente para una próxima reunión de evaluación, previa llamada que nos hagan, aunque precisó que no ve ninguna razón para que el trámite siga estancado. Se comprometió a gestionar ante El Universal el texto cuya autoría es de Sara Saskia, para que se integre formalmente a la investigación”.
La vida en estos 100 días ha sido muy difícil, para María Luisa, después de haber pasado más de la mitad de ella en prisión: entró de 23 y salió de 48. También pasó prácticamente la vida entera de sus hijos, lejos de ellos. “Puedo decirle que mi libertad así, no me sabe a nada. No he sido feliz, camino y en mi andar llevo un reproche… En este tiempo, he tratado de reencontrar el camino fracturado, y solo he podido acudir a tomar un curso de computación, no tengo trabajo, he vivido de la buena voluntad que varias personas me han donado, desde artículos personales hasta apoyos económicos de poca consideración. Todo me ha sido muy útil, la gente ha sido generosa conmigo. Me ha costado trabajo orientarme en la ciudad, casi no sé caminar todavía sola, necesito del acompañamiento de alguien, me siento vulnerable y muy susceptible ante alteraciones de mi entorno, trato de sobreponerme a mis propias limitaciones que son muchas”.
Pero todo esto podría estar amenazado por otro proceso judicial: la fiscalía apeló el beneficio de preliberación que le fue otorgado, al considerar que no era competencia del Tribunal de Justicia otorgárselo; lo que significa que, de proceder dicha apelación, podría volver a la cárcel. “Ahorita está una apelación en el Tribunal y si dice que yo tengo que ir a la cárcel, a mí no me van a andar buscando, yo misma voy a ir porque yo he dicho que no iba a salir de prisión si no se me reconocía mi inocencia. Porque yo no cometí ningún delito”.
¿Cómo se recuperan 25 años? ¿Cuánto tiene que pasar para que se rompa la dignidad de una persona? María Luisa no va a dar un paso atrás, ella es inocente y no va a parar hasta que el Estado reconozca el error que cometió y lleve a la justicia a los que le han quitado más de media vida.
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