Algo había que comer. Cuentan las crónicas que en pleno siglo XV los marineros que vivían cruzando de un lado a otro el Atlántico lo hacían pendientes en sus largas travesías de un único alimento: el pan duro. Inmune a la humedad, tras semanas de viaje no se podía decir que aquello fuera precisamente un manjar. Sin embargo, cumplía honorablemente su función: llenar el estómago de unos hombres que bastante tenían con prestar atención a lo que sucedía fuera del barco, con aquellos vientos y mareas siempre cambiantes y traicioneros, como para tener que preocuparse también de que les apretara el hambre.
Como un lejano eco de aquellos tiempos, hoy un pequeño pueblo ubicado en el interior de Galicia produce unas galletas inspiradas en aquellas historias: se trata de las inconfundibles galletas Mariñeiras de Daveiga. La empresa Lugar da Veiga, SLL nació en el 2005 en Chantada (Lugo) de la mano de tres hermanos que buscaban volver a su tierra y aportar a su pueblo aplicando los principios de la economía social. Después de 18 años, se trata de una de las empresas que más rápido ha crecido en Europa desde el 2014, según el Financial Times.
Para el coordinador general de la firma, Xosé Lois Lamazares, crear este proyecto nunca fue una cuestión de necesidad porque todos los hermanos tenían trabajo estable en otras partes de Galicia. La idea, cuenta, siempre fue ayudar al desarrollo de la zona: “Esto es lo que nos inspira”, asegura Lamazares, de 59 años. Mientras estudiaban varias alternativas de productos, la casualidad quiso que tuvieran que viajar a Buenos Aires a visitar a un cuarto hermano. Fue este viaje el que les permitió conocer las galletas marineras, un producto introducido en América desde la Península Ibérica que prácticamente había desaparecido en Europa.
En el mundo anglosajón estas se instalaron en la dieta británica como crackers o galletas de soda. “Nos pareció un producto muy interesante para Galicia. Era un concepto de galleta totalmente diferente porque no era dulce”, asegura uno de los fundadores de la marca. La elaboración de las galletas es muy simple: harina de trigo, mantequilla o aceite de oliva virgen extra, sal y para que se conserven de forma natural, extracto de malta de cebada, harina de malta de cebada, lecitina de soja y fermento.
Estos ingredientes se amasan, se dejan fermentar un par de horas, se les da forma de manera artesanal y se hornean. “Es una elaboración muy simple con resultados muy interesantes”, asegura Lamazares. Al no tener ningún tipo de humedad, es un producto que se conserva de forma natural, lo que explica, por un lado, su popularidad. Por otro lado, hay que decir que estas galletas pegan con todo; como no predomina en exceso ningún sabor, su maridaje se puede hacer con dulce o salado: hay quien les ponen mermelada y queso para untar en el desayuno; hay quien las usa de base para canapés y pinchos y, por último, los hay tan aficionados al producto que las prefieren solas entre comidas para matar el gusanillo. Esta última opción nos parece café para los muy cafeteros, las de mantequilla tienen especial peligro; puedes comerte media bolsa sin darte cuenta). Las hay de tamaño pequeño -de bocado- que son ideales para acompañar ensaladilla rusa o para servir con las crudités de un hummus o cualquier untable.
Cuenta Lamazares que para poder acudir a proveedores locales hubo que introducir algunas adaptaciones en la receta de las galletas marineras. En los últimos años, además, se han añadido otros ingredientes foráneos como la quinoa, la chía y el lino. Además, la empresa sacó hace no mucho una línea de snacks que sigue las tendencias del mercado con sabores como pizza, empanada o ajo y perejil. Hace 18 años el proyecto abrió con solo seis trabajadores. Hoy son más de 80, de los cuales 55 son socios, pues la empresa quedó constituida como sociedad limitada en la que se puede aportar capital.
Al ser un proyecto participativo, la información es fundamental, por lo que son recurrentes las reuniones en las que, entre todos, se tratan cuestiones que van desde las cuentas de resultados hasta los cambios organizativos y las nuevas contrataciones, en las que se da prioridad a mujeres que vivan en la zona. “Esto demuestra que la apuesta por la economía social también puede dar resultados. Las personas están más implicadas, y con eso es más fácil crecer mucho”, explica el cofundador.
Hoy, Lugar da Veiga produce 6.000 kilos de galletas al día de media. Con un peso de ocho gramos por cada una de ellas, en total la empresa produce 1,3 millones de kilos al año. Uno de sus dueños se llena de orgullo al decir que ahora, después de varios años difíciles, están facturando algo más de seis millones de euros anuales, más de seis veces más que hace solo seis años. Galicia y Portugal conforman su principal mercado, aunque sus productos se encuentran en las principales cadenas de distribución. “En Portugal la estrella es la que lleva semillas de chía, y en Galicia la que más triunfa es la clásica con aceite de oliva virgen extra”, confiesa Lamazares, que no oculta el siguiente reto: llenar Europa de galletas crujientes. Será el retorno de un barco que zarpó a hacer las américas y no volvió.
En la sección Producto del mes contamos la historia de comestibles que nos emocionan por su calidad, por su sabor y por el talento de las personas que los hacen. Ningún productor nos ha dado dinero, joyas o cheques-regalo del Mercadona para la elaboración de estos artículos.