El enfrentamiento entre dos generales en Sudán ha provocado ya la muerte de más de 60 civiles y más de 600 heridos sobre todo en la capital del país, Jartum, según los datos de un comité de médicos local. El origen de las hostilidades, que estallaron el sábado tras varias semanas de tensión, continúa siendo incierto, porque ambos mandos intercambian acusaciones de haber desatado la violencia con el objetivo de acaparar el poder y han cerrado la puerta a abrir negociaciones sin la rendición del otro. A la cabeza del ejército y como presidente del país se encuentra el general Abdelfatá al Burhan, de 62 años. Frente a él se ha sublevado el paramilitar Mohamed Hamdan Dagalo, de 49 o 50 años, según los medios locales, y comandante de las Fuerzas de Apoyo Rápido. Y entre los dos bandos, la sociedad civil permanece cautiva en este país de 45 millones de habitantes con gran valor geoestratégico.
Esta es la misma sociedad civil que hace cuatro años logró expulsar del poder al dictador Omar al Bashir, la misma que forzó a los generales a que iniciaran una transición democrática. Pero esa transición quedó abruptamente interrumpida en octubre del 2021, con el golpe de Estado que llevó al poder a Al Burhan.
La mayoría de las muertes que se han contabilizado por los combates hasta la noche del domingo se concentran en la zona de la capital, donde comités independientes de doctores han documentado que un total de 34 civiles han fallecido y más de 600 han resultado heridos, algunos de ellos en estado grave. Además, al menos 13 militares han muerto en la capital y sus alrededores. También se han registrado otras 27 víctimas mortales en otros Estados del país, incluida la región occidental de Darfur, donde la situación es mucho más difícil de seguir. El comité señaló, sin embargo, que la cifra de bajas es “significativamente” superior a la que se ha podido documentar hasta ahora. El Programa Mundial de Alimentos de la ONU informó por su parte de la interrupción de todas sus operaciones en Sudán a raíz de la muerte de tres trabajadores durante choques producidos en el Estado de Darfur Norte, en los que también resultaron heridos otros dos empleados.
A última hora de la tarde del domingo, algunos medios locales y agencias informaron de que el ejército de Sudán parecía estar imponiéndose a las Fuerzas de Apoyo Rápido, al menos en algunos de los puntos estratégicos en disputa, sobre todo de Jartum. Las Fuerzas Armadas afirmaron que habían recurrido a aviones de combate para atacar bastiones del grupo paramilitar en la zona de la capital, y que se habían hecho con el cuartel general. El control sobre algunos de los puntos neurálgicos de la ciudad, como el Palacio Presidencial, seguía siendo incierto en medio de informaciones opuestas, aunque la agencia de noticias Reuters informó de que mientras se desconocía el paradero de Dagalo, el presidente Al Burhan se encontraba en el cuartel general del ejército, en el centro de Jartum.
Otro de los principales focos de tensión donde se han concentrado los enfrentamientos, que se han propagado por múltiples zonas del país, era el estratégico aeropuerto militar de Merowe, en el norte de Sudán. Miembros de las Fuerzas de Apoyo Rápido habían podido acceder a ella el sábado, según comunicados y vídeos difundidos por el grupo, pero el ejército aseguró que había retomado el control casi en su totalidad la tarde del domingo. El equilibrio de poderes fuera de Jartum y Merowe es todavía más incierto.
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Durante la jornada del domingo también se redoblaron los esfuerzos diplomáticos para poner fin a los enfrentamientos y evitar que Sudán se vea sumida en un conflicto civil más generalizado. Ambos bandos accedieron por la tarde a abrir corredores seguros para casos humanitarios por un periodo de entre tres y cuatro horas, a petición de Naciones Unidas. Egipto, cuyo Gobierno es muy próximo a los militares de Sudán, y Arabia Saudí, próximo a los paramilitares, convocaron una reunión de emergencia del Consejo de la Liga Árabe.
El secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, informó el sábado de que había contactado con sus homólogos en Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí, que retienen una fuerte influencia en el país, sobre todo con Dagalo, en un intento de intervenir para poner fin a las hostilidades. El secretario general de la ONU, António Guterres, también había mantenido conversaciones el sábado con Al Burhan, Dagalo y con el presidente egipcio, Abdelfatá al Sisi.
Rivalidad creciente
Sudán se ha visto sumida en una situación de gran inestabilidad desde que en octubre de 2021 el ejército y las Fuerzas de Apoyo Rápido, ahora enfrentados, ejecutaron un golpe de Estado que acabó con la transición iniciada en el país poco después de que el dictador Omar al Bashir fuera derrocado en 2019 tras meses de protestas. La asonada supuso un duro revés a las aspiraciones populares de desmantelar el antiguo régimen y sentar las bases de un gobierno civil y democrático. Sus planes de cimentar su autoridad en el país, sin embargo, se toparon con una amplia oposición popular, y han tenido que hacer frente con muy pocos apoyos a una grave crisis económica, niveles alarmantes de violencia interna y un fuerte aislamiento diplomático.
La relación entre ambos grupos ha estado marcada por una fuerte rivalidad, derivada de agravios históricos, una lucha por el poder y la explotación de la riqueza del país. Pero ambos habían sido capaces de mantener una frágil alianza de conveniencia para evitar ceder el poder a una autoridad civil, rendir cuentas y exponerse a reformas profundas.
Su incapacidad para reconducir la situación desde el golpe de Estado conjunto en 2021, sin embargo, contribuyó a hacer cada vez más insostenible su alianza. En diciembre, los generales golpistas acabaron por firmar un vago acuerdo inicial con la coalición civil a la que habían apartado del poder en la asonada militar para allanar el camino para iniciar una nueva transición. Aquel pacto, rechazado por el movimiento prodemocrático que ha liderado la sostenida movilización social de oposición al golpe, dejó para más adelante abordar las principales demandas de la oposición, incluidas la rendición de cuentas y la reforma del ejército y de los servicios de seguridad, algo que no se ha logrado.
Los comités de resistencia, una red descentralizada de grupos con una fuerte implantación local que han liderado la oposición al golpe de Estado y al Gobierno castrense, anunciaron este sábado que no apoyan a ninguna de las dos partes enfrentadas y se declararon hostiles a los líderes de ambos bandos. También llamaron a la población a mantenerse alejada de los lugares donde se están produciendo los enfrentamientos, y a seguir trabajando para alcanzar sus objetivos de disolver las milicias y reestructurar las Fuerzas Armadas. La coalición civil que firmó el acuerdo inicial con los generales golpistas en diciembre pidió a su vez el cese de las hostilidades para evitar que el país se suma en un “colapso total”.
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