Masters 1000: Alcaraz debuta en Roma y despacha a Ramos ya como número uno | Deportes

Carlos Alcaraz precisó de un cambio de bolas y una pista seca para imponerse (6-4, 6-1) al número 72 del ránking, el catalán Albert Ramos-Vinolas, de 35 años, en su incómodo debut en el abierto de Roma. Sucedió este sábado por la tarde, en la segunda ronda. Bajo un cielo encapotado. Después de un retraso de tres horas por lluvia. Lejos del fervor religioso que inspiró en el madrileño barrio de Usera y ante gradas medio vacías. Prolegómenos desagradables para Alcaraz, que pisó por primera vez en su carrera la pista del Foro Itálico y lo hizo ungido como número uno de la ATP.

Ramos ganó el sorteo. Eligió comenzar restando. Rompió el saque y se impuso en el segundo juego. Su zurda buscó el revés de Alcaraz con pertinacia. Le obligó a responder rápido en una pista que la humedad había esponjado. La tierra mojada hizo de amortiguador. Los proyectiles que dan valor al tenis de Alcaraz perdieron consistencia y rebote. Más que balas, parecían sultanitas de coco. Sin la munición que precisa su cañón, el número uno del mundo se vio en dificultades. Pretendió acabar rápido y se descubrió impreciso. Sus bolas iban demasiado lejos de las líneas, o se iban fuera, y Ramos, que nunca se caracterizó por la agilidad de sus desplazamientos, parecía veloz en el fondo de la pista.

Los españoles iban empatados a cuatro juegos en la primera manga cuando la organización cambió las bolas. Las esferas peludas sustituyeron a las peladas y los liftados de Alcaraz volvieron a producir efectos violentos. La pista, que para entonces comenzó a secarse, contribuyó a acelerar las transiciones. El brazo de hierro de Alcaraz pudo desarrollar su potencia prodigiosa y poco a poco su adversario comenzó a parecer más lento. Más ahogado. Lo único que había cambiado era la velocidad de la pista.

Alcaraz se impuso 4-6 en la primera manga y cuando arrancó la segunda descubrió que Ramos ya no estaba. Desmoralizado, el veterano de Mataró perdió el ritmo y el gusto por los golpes precisos que por momentos habían empujado a Alcaraz hacia el terreno mental de sus obsesiones y manías. Libre de ataduras, el número uno del mundo sumó juego tras juego con una facilidad más ociosa que pasmosa. El público de Roma quería más emociones después de esperar tantas horas bajo el chaparrón. El partido resultó apenas un trámite para colocar al murciano de El Palmar, de 20 años, en la cúspide del circuito por tercera vez en su corta carrera.

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