Aquí está Kylian Mbappé, persiguiendo a Pelé como se empezó a decir ya en Rusia en 2018. Ahora, con 23 años, a un paso de su segundo Mundial. Los mismos que O Rei a esa edad, aunque el brasileño ya había repetido con 21. Pero no sumó la tercera hasta los 29, de modo que el francés incluso tendría margen para superarlo en precocidad. Pero de momento, aquí está Mbappé, sí, y mientras persigue a Pelé ya le ha alcanzado buena parte del mismo peso de la leyenda con el que vivió el brasileño. Lo que significaba para otros, y en particular para su país, además de lo que representaba en el campo.
Cuando el 21 de mayo el francés rechazó la suculenta oferta del Real Madrid y decidió firmar de nuevo con el Paris Saint-Germain, en los despachos blancos circulaba un lamento: “¿Qué problema hay con que un jugador francés juegue fuera de Francia? ¿No le fue bien fuera a Kopa, Zidane, Benzema…?”.
Meses antes del chasco, en el Madrid sabían que el presidente de Francia, Emmanuel Macron, se había tomado como misión patriótica casi personal que Mbappé permaneciera en París. El futbolista realizó el recuento más detallado de la insistencia del mandatario en una entrevista en Sports Illustrated en noviembre: “Fueron unas cuantas llamadas. Como en diciembre, enero, febrero, marzo…”.
Un mes después de firmado el nuevo contrato, Macron reconoció su empeño: “Creo que, como presidente, mi responsabilidad es defender el país”.
Ahí ya hay ecos que lo emparentan con el destino de Pelé. En 1961, se habían interesado por contratarle varios clubes europeos, entre ellos el Real Madrid y la Juventus. Además de la impresión que había causado al ganar con 17 años el Mundial de 1958, las deslumbrantes giras por Europa del Santos desde 1959 abrieron el apetito por el brasileño.
El interés llegó a oídos de Janio Quadros, presidente efímero de la república, que ejerció entre el 31 de enero y el 25 de agosto de 1961. Le alarmó la posibilidad de su marcha y se propuso impedirlo. En el Archivo Público Mineiro se conserva la nota que envió el 10 de abril al presidente del Consejo Nacional de Deportes, João Mendonça Falcão, reproducida hace años por Globo: “Me preocupa la reiterada contratación de futbolistas brasileños por clubes extranjeros. ¡Ahora desean ‘importar’ también a Pelé! Es importante evitar este proceso de debilitamiento de la selección campeona del mundo, porque la ‘exportación’ de nuestros deportistas no nos interesa. Espero medidas”.
A diferencia del caso de Mbappé, la marcha de Pelé sí podía afectar a la selección. Entonces, los futbolistas podían jugar para el país en el que residieran. Quadros se puso enfático y quiso declarar a Pelé “tesoro nacional”, de modo que por ley fuera inexportable, aunque ese estatus no puede aplicarse a personas.
De todas formas, el énfasis de Quadros se extendió en portadas y cafés, y el presidente del Santos, Atié Jorge Curi, salió al quite de la misión nacional: “El amigo puede estar tranquilo, que Edson Arantes do Nascimento es innegociable”.
Como Quadros con Curi, Macron encontró un aliado en Nasser Al-Khelaifi, presidente del PSG, propiedad del fondo Qatar Sports Investment. Unos meses más allá se avistaba ya el Mundial, y también la opción de que Mbappé se acercara al legendario Pelé. El presidente francés y el del PSG compartían el interés de que el futbolista se coronara bajo sus dominios respectivos.
No era el primer momento en el que Francia y Qatar compartían intereses. Pocos días antes del comienzo del torneo, el presidente de la FIFA cuando se eligió la sede en 2010, Joseph Blatter, contó en una entrevista dónde se torció su plan de que este Mundial se disputara en EE UU: “Una semana antes del congreso de la FIFA de 2010 [donde se decidieron las sedes de 2018 y 2022], Michel [Platini] me llamó para contarme que nuestro plan no iba a funcionar. Acababa de ser invitado por el presidente francés Sarkozy”.
Cuando Platini llegó a ver al presidente, se encontró allí al jeque Hamad bin Jassim bin Jabr al Thani, primer ministro catarí, y al jeque Tamim bin Hamad al Thani, hoy emir de Qatar, entonces todavía heredero. El exfutbolista siempre había sostenido que no apoyaría un Mundial en el emirato, pero cuando salió de la comida telefoneó a Blatter. El expresidente de la FIFA dice saber qué sucedió: “Había una cuestión de dinero de por medio. Seis meses después de aquellas reuniones, Qatar compró aviones de combate a los franceses por 14.000 millones de dólares”. Al fondo del emirato le quedaba dinero para extender un cheque en blanco a Mbappé y mantenerlo bajo dominio franco-catarí durante el Mundial. Por su lado, el futbolista ha asumido con cierta gravedad el papel simbólico alimentado por Macron: “Puedes quedarte y tener éxito”, dijo en Sports Illustrated. “Para nosotros es un gran mensaje, porque cuando anuncié que me quedaba muchas cosas cambiaron en la mentalidad de la gente. La gente empezó a decir: ‘Sí, no necesitamos salir. No necesitas dejar el país”.
El razonamiento es similar al que contribuyó a retener a Pelé en Brasil. En aquella época, el Santos podía pagarle tanto como cualquier club europeo, gracias a las giras internacionales que los habían convertido en una especie de Harlem Globetrotter de entonces.
Los vínculos entre los dos futbolistas van más allá de lo casual, lo estadístico o lo evocador. Cuando Mbappé ganó el Mundial en 2018 y se convirtió en el más joven después del brasileño en marcar en una final, la cuenta de Twitter de O Rei le escribió: “Si Kylian sigue igualando mis récords así, tendré que desempolvar otra vez mis botas…”.
Hace dos semanas, cuando se conoció el empeoramiento de salud del brasileño, el francés le escribió: “Recen por el rey”. Unos días después recibió respuesta: “Gracias. Estoy feliz de ver cómo rompes otro de mis récords en este Mundial, amigo”. Mbappé lleva nueve goles en los Mundiales, el máximo anotador con menos de 24 años. La marca anterior eran los siete de Pelé.
Thank you, @KMbappe. I’m happy to see you breaking another one of my records in this Cup, my friend! ❤️🙏🏾
— Pelé (@Pele) December 8, 2022
El brasileño y el francés han encontrado que les beneficia esa relación de leyenda perseguida por leyenda en potencia. Ambos son meticulosos en el diseño del entramado para extraer el mayor partido de sus propias marcas, para lo que resulta determinante con cuáles otras acceden a asociarse. Pelé, arruinado un par de veces, en épocas bajas ha cobrado hasta por aparecer en cruceros a saludar y posar para cientos de fotografías.
Los arquitectos de la carrera de Mbappé han intervenido antes. A solo dos meses del Mundial, el futbolista se negó a participar en varios actos publicitarios de la federación francesa. En la negociación de su nuevo contrato con el PSG, y del que no firmó con el Madrid, los derechos de imagen ya habían constituido un aspecto fundamental. En Qatar se ha acostumbrado a ocultar el nombre del patrocinador del trofeo al mejor jugador del partido que ha obtenido tres veces.
En 1966, cuando Pelé no pudo ganar su tercer Mundial, lesionado y harto de recibir patadas, anunció que era su última vez. Pero antes de México 1970, el dictador brasileño, el general Médici, consideró que Brasil no podía ir allí sin Pelé. Puso en marcha una gran operación persuasiva, y Pelé ganó su tercera Copa del Mundo.
Rumbo a su segunda, Mbappé se encontró a Macron en el vestuario después de derrotar a Marruecos en la semifinal. “Nuestros compatriotas necesitan alegría simple y pura, y el deporte, y en particular el fútbol, se la da”, dijo el presidente. Cuando el futbolista se coronó por primera vez en Rusia, y comenzaron las comparaciones con Pelé, las imágenes de Macron desatado en el palco giraron casi tanto como las de Mbappé.
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