Angela Merkel, la mujer que lideró Alemania y, en buena medida, Europa durante sus 16 años como canciller, ha recibido este lunes la más alta orden al mérito que se concede en su país. El presidente federal, Frank-Walter Steinmeier, le ha otorgado la Gran Cruz que solo otros dos excancilleres, Konrad Adenauer y Helmut Kohl, han recibido durante la historia de la república federal. Un reconocimiento no exento de polémica que reabre el debate sobre su legado y que ha cosechado críticas incluso entre las filas de su propio partido.
Merkel, de 68 años y retirada de la política activa desde diciembre de 2021, abandonó el poder por voluntad propia sin haber perdido unas elecciones y manteniendo una altísima popularidad entre la ciudadanía. Pero la guerra de Ucrania, que estalló solo dos meses después de su marcha, cambió esa percepción y puso en tela de juicio su legado, especialmente la política hacia Rusia y su presidente, Vladímir Putin.
“Usted ha sido una política sin igual”, ha dicho el presidente alemán durante la ceremonia, muy protocolaria y de formato reducido. Steinmeier ha destacado el incansable servicio que prestó Merkel durante las crisis que complicaron su mandato: la financiera de 2008, la de los refugiados en 2015 y finalmente la pandemia de coronavirus en 2020. En sus años al frente de Alemania, lidió también con la salida de la UE del Reino Unido y con la hostilidad hacia Europa del presidente estadounidense Donald Trump. “Ha servido a Alemania con ambición, sabiduría y pasión”, ha destacado Steinmeier, que ha añadido que Merkel trabajó “16 largos años por la libertad y la democracia, por el país y el bienestar de su gente. Incansablemente y a veces hasta el límite de las fuerzas físicas”.
En un discurso breve, de apenas 10 minutos, Merkel ha dado las gracias a las 20 personas que había invitado al acto en Berlín, en el palacio de Bellevue, residencia del presidente federal. Entre ellas estaba el canciller, Olaf Scholz; la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y muchos de sus más estrechos colaboradores durante sus cuatro gobiernos, como sus jefes de gabinete. No estaba, sin embargo, el actual líder de su partido, Friedrich Merz, ni nadie de la actual dirección de la CDU. A Scholz le ha agradecido que se tomara el tiempo de acudir: “Sé que estando en ese cargo a veces no es sencillo, y menos ahora”.
La excanciller, a la que acompañaba también su marido, Joachim Sauer, ha lamentado que sus padres no hayan podido ver cómo recibe el reconocimiento —ambos fallecieron mientras estaba en el cargo; en 2011 su padre, y en 2019 su madre— y ha evitado hablar de política, salvo por una breve mención justo al final: “A menudo se dice que la política es un nido de víboras. Puedo decir que no habría sobrevivido si el otro lado de la política no existiera también”, en referencia al apoyo de sus colegas y su familia.
Logros y errores
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La entrega de la gran cruz a Merkel ha generado un intenso debate en Alemania sobre sus logros y sus errores, incluidas críticas desde su propio partido. “La excanciller tiene grandes méritos, especialmente en política internacional, pero ha cometido errores, algunos flagrantes”, ha asegurado Carsten Linnemann, vicepresidente de la CDU, que cita entre ellos la salida de la energía nuclear y la política de puertas abiertas a los refugiados que huían de Siria e Irak en 2015.
Unas declaraciones del expresidente del Bundestag y exministro de Finanzas durante la crisis de 2008, Wolfgang Schäuble, político histórico de la CDU, ya causaron mucho revuelo a finales del año pasado en Berlín. En una entrevista con el diario económico Handelsblatt, evitó situar a Merkel en la lista de grandes cancilleres alemanes, como Adenauer, Kohl y Willy Brandt. “Quizá es demasiado pronto para emitir una evaluación definitiva”, aseguró.
¿Es demasiado pronto?, se pregunta también el Frankfurter Allgemeine Zeitung este lunes. Aunque siempre se ha destacado de Merkel su tenacidad para mantener la unidad de la Unión Europea, el diario conservador le critica su “comportamiento descoordinado” en la política de refugiados porque actuó sin ponerse de acuerdo con sus socios europeos.
El mayor borrón en el legado de la excanciller es, sin duda, su política de acercamiento a Rusia, que mantuvo contra viento y marea a pesar de las repetidas advertencias de sus vecinos del Este. La construcción del polémico gasoducto Nord Stream 2 ejemplifica a la perfección cómo entendía Merkel la relación con Moscú. Siempre defendió que era un proyecto puramente empresarial y se negó a reconocer las delicadas implicaciones geopolíticas que estallaron poco después de que abandonara la Cancillería.
Entre quienes se preguntan si no es demasiado pronto para juzgar ese legado con tal alto reconocimiento también apuntan a que quizá no sea Frank-Walter Steinmeier, el presidente alemán, la persona más adecuada para condecorar a la canciller. Él mismo —socialdemócrata que abandonó la militancia al ser nombrado presidente— fue uno de los principales defensores de las buenas relaciones con Moscú. A diferencia de Merkel, Steinmeier sí ha hecho autocrítica. Al iniciar su segundo mandato reconoció que fue demasiado complaciente con Putin. En definitiva, que se equivocó. Este lunes ha insistido en ese mea culpa: “El 24 de febrero [de 2022, día de la invasión rusa de Ucrania] no solo ha transformado Europa; ha transformado el mundo y nuestra visión sobre las políticas alemana y europea. Es importante que saquemos las lecciones adecuadas: hoy debemos pensar de otra forma, actuar de otra forma”.
Las enmiendas a Merkel, en todo caso, no lo son a la totalidad. Hasta los comentaristas que se plantean más dudas reconocen que la excanciller merece el reconocimiento. Ser la primera mujer canciller y dirigir la primera economía europea durante 16 años y asegurando su prosperidad económica sin duda es un logro, conceden. El hecho de que fuera una canciller nacida y criada en la República Democrática Alemana (RDA) añade méritos a su currículum.
Aunque su integridad no está en duda, escribe el Süddeutsche Zeitung, su historial político es “cuanto menos, irregular”. Los alemanes echan en falta que Merkel sea más autocrítica con sus decisiones, ahora que los acontecimientos han demostrado que su política de apaciguamiento con Putin fue errada. Ella no cree que deba pedir perdón. Está convencida de que hizo lo que pudo y de que la diplomacia siempre es buena, aunque no funcione. Así de claro lo dijo a los seis meses de su marcha, en el primer acto de su vuelta a la vida pública ya como excanciller: “No veo por qué debería decirme a mí misma que fue un error y por eso no me voy a disculpar”.
Más allá de la diplomacia, lo cierto es que Merkel confió en exceso en el gas barato ruso como motor de la economía alemana en lugar de impulsar el crecimiento de las energías renovables que ahora tanto necesita el país. Aunque la apodaron “la canciller del clima”, es precisamente la protección del clima, junto con la digitalización, las principales asignaturas que dejó pendientes tras 16 años en el poder. Al no acometer reformas, capeó las crisis, en general con éxito, pero no se puso al timón para cambiar de rumbo.
La excanciller, que se encuentra en pleno proceso de escritura de sus memorias junto con una de sus colaboradoras más cercanas, también ha recibido elogios. “Aprecio en especial su habilidad diplomática y su inteligencia empática, gracias a las cuales siempre ha tenido éxito al forjar coaliciones y acuerdos”, ha destacado de ella Saskia Esken, copresidenta del Partido Socialdemócrata (SPD). “No hace falta estar de acuerdo con todas sus políticas para reconocer sus grandes méritos”, ha dicho el copresidente de los verdes, Omid Nouripour.
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