Lo tiene todo para ser una potencia energética. México goza de alta radiación solar para aprovechar con paneles fotovoltaicos, un yacimiento grande de litio y la infraestructura para importar el gas natural más barato del mundo. Pero la política energética del Gobierno, que ha sofocado a las energías renovables y limitado la participación de empresas privadas en el sector eléctrico, está difuminando el peso de la segunda economía de Latinoamérica.
Mientras Europa del Este se sume en la incertidumbre por la ofensiva rusa en Ucrania y Asia padece la guerra comercial entre China y Estados Unidos, América Latina está surgiendo como una opción más estable para inversionistas a nivel global. En reportes del Foro Económico Mundial que se celebra en estos días en Davos, destaca recurrentemente el apetito por migrar de los combustibles fósiles a fuentes limpias y Latinoamérica tiene importantes recursos qué aportar. El presidente colombiano Gustavo Petro, por ejemplo, no dudó en aprovechar su ponencia en el Foro para invitar a inversionistas a construir una red eléctrica “americana” potenciada por renovables con “un mercado garantizado”.
Las discusiones se están dando, pero no incluyen a México, un país que fue durante décadas potencia petrolera con gran experiencia en el sector energético. Hoy, la empresa del Estado Petróleos Mexicanos (Pemex) es una de las petroleras más endeudadas del mundo. Su producción ha venido cayendo desde hace años y México se convirtió en un importador neto de petróleo en 2014. Mientras tanto, la Comisión Federal de Electricidad (CFE) tiene desconectadas de la red de transmisión plantas de energías renovables por estar en manos de privados, limitando la generación de electricidad. CFE se abrió recientemente a trabajar con empresas extranjeras, y pequeñas concesiones han reavivado moderadamente el interés entre privados, pero persiste la incertidumbre.
“México tiene una oportunidad histórica y la está perdiendo”, dice Francisco Monaldi, director del Programa Latinoamericano de Energía del Instituto Baker en Houston. “Es realmente increíble que un país que es de los gigantes en hidrocarburos en la región, que tiene toneladas de ventajas en términos de ubicación, de equipos humanos, que está al lado de Estados Unidos y podría con eso aprovechar las ventajas del desarrollo de del gas natural shale, por ejemplo, simplemente no esté en el mapa de los inversionistas, que nadie esté hablando de México ni pensando en México”.
Esto es, hasta cierto punto, por designio del Gobierno. La idea de López Obrador de dar revés a la apertura del sector energético es, precisamente, que las empresas del Estado tengan dominio del mercado. El costo, por lo tanto, lo pagan los mexicanos porque los impuestos que pudieran irse al gasto en infraestructura o educación, se van a pagar la deuda de la petrolera. Si la petrolera estuviera abierta a asociarse con privados para detonar su producción, tendría mayores recursos para cumplir sus obligaciones crediticias. Este año, según la agencia Bloomberg, ni el presupuesto publicado por la Secretaría de Hacienda, ni el de Pemex, incluyen un apartado para pagar el servicio de la deuda.
Pemex no está haciendo las inversiones que tendría que hacer para que el sector petrolero crezca, apunta Monaldi. “Esto es porque la apuesta de López Obrador ha sido la refinación, que no tiene ninguna lógica, que no es donde se generan las ganancias en el sector petrolero y menos en una empresa del Estado. Históricamente, todas las empresas estatales de América Latina han perdido dinero en el área de refinación. La mala asignación de los recursos en Pemex también tiene consecuencias importantes”.
Síntomas de apertura en la CFE
Por su parte, CFE muestra señales de apertura. Después de quejarse de que la Administración pasada comprometió a la empresa a comprar masivas cantidades de gas natural de EE UU (hoy día es el principal comprador a nivel mundial), CFE delineó un nuevo plan para construir plantas de licuefacción del combustible que le permitirán venderlo a Europa. Para lograrlo, firmó contratos con tres empresas, dos estadounidenses y una canadiense. La idea es aprovechar la coyuntura geopolítica en la que Europa busca alternativas al gas natural ruso.
Pero el esfuerzo por eliminar a los privados del sector sigue, al grado que EE UU y Canadá iniciaron una disputa oficial en el marco del tratado de libre comercio, el TMEC. Para EE UU, principal socio comercial, el bloqueo a las energías renovables es el tema más molesto. Mientras tanto, el grande yacimiento de litio mexicano, que pudiera jugar un papel importante en la electrificación de muchas tecnologías, se encuentra en un limbo legislativo.
Aun si el próximo Gobierno que llegue a finales del próximo año quisiera revertir la estrategia de López Obrador, será difícil atraer la inversión que el país necesita para que su sector energético repunte, dice Monaldi. “Hay un daño ya reputacional,” explica el académico y consultor internacional.
“Este es un sector en el que, una vez que al inversionista le cambiaron las reglas del juego o han revertido políticas de participación del sector privado, son más cautelosos. Hay que darles más garantías, más condiciones, y uno ve la diferencia, por ejemplo, con la continuidad de las políticas en Brasil, que es quizás el caso que es más impresionante comparar con México”, opina Monaldi. En el país sudamericano, la mayor economía en la región, se ha dado continuidad en las reglas del sector a pesar de una polarización política intensa que ha llevado a la alternancia en el Gobierno.
López Obrador también ha debilitado el marco regulatorio, adelgazando y descalificando a los reguladores del sector. En conversaciones recientes con inversionistas en México, comparte Monaldi, esta es una de las frustraciones que expresan. “Lo que dicen es que uno de los problemas fundamentales es que no tienen contraparte con quien hablar, porque toda la tecnocracia energética de México desapareció”, apunta.
Mientras avanza la transición energética, el petróleo seguirá siendo necesario y las proyecciones de producción para los próximos 15 años indican que aumentará en América Latina, impulsado fundamentalmente por Brasil y Guyana y, en segundo término, por Argentina y Venezuela. “México no aparece allí”, asegura Monaldi. “Que increíble que aparezcan estos dos países, Argentina y Venezuela, que son totalmente disfuncionales. En el caso de Venezuela, es un país que no puede estar peor manejado, pero están tratando de atraer a la inversión extranjera”, dice el académico, “al menos están tratando”.
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