Ya era jueves en Liévin cuando Mo Katir pudo abandonar el pabellón de deportes. Lo hacía aún ebrio de alegría, con la vejiga vacía y sin las zapatillas blancas en su bolsa de deportes. Eran las consecuencias de haber batido poco después de las 10 y cuarto de la noche del miércoles el récord de Europa de 3.000m con una marca (7m 24,68s) que habría sido récord del mundo si no fuera porque, increíblemente, otro atleta en la carrera francesa, el etíope Lamecha Girma, corrió aún más rápido (7m 23,81s).
Cuando le preguntaron cuánto le había costado batir el récord, el español Katir, quien, nacido en Alcazarquivir (Marruecos), en 1998, vive desde muy niño en Mula (Murcia), feliz por haber batido un récord europeo en Europa (el anterior lo había logrado el español Adel Mechaal en Nueva York, 7m 30,82s), respondió que cinco meses de preparación, cinco meses fuera de casa, entrenando en la altura de Sierra Nevada. Después se le alargó la noche porque tuvo que pasar dos exámenes obligatorios para que su marca pueda ser homologada, el control antidopaje de toda la vida, y el control de zapatillas, instaurado por la federación internacional para manejar la marea de novedades tecnológicas que inunda el atletismo.
El control de dopaje fisiológico lo cumplimentó rutinariamente, tantos ya ha pasado en su vida de recordman (posee cuatro récords españoles, 1.500m, 5.000m y 3.000m al aire libre, aparte del europeo de 3.000m en pista cubierta); más extrañado y apenado le dejó el tecnológico, sobre todo cuando el funcionario que recogió las Asics Metaspeed MD blancas, un prototipo aprobado, con las que había corrido tras Girma y el récord le dijo que se despidiera de ellas, que no las volvería a ver, porque serían enviadas a un experto independiente que las rajaría para ver si su anterior se adecuaba a la reglamentación y tenían lo que el fabricante decía que tenían. El mismo sino condenará las Nike Dev que usó Girmay. Es lo que dice el reglamento, les explicaron: siempre que hay un récord del mundo, antes de homologarlo, hay que comprobar el calzado. La situación de Katir era ambigua: aunque no era el nuevo recordman mundial, en realidad sí había batido el anterior récord del mundo, así que se las exigieron para examinarlas.
Aguado lamenta una situación propiciada por el miedo al dopaje tecnológico cuya puerta abrió, bajo presión de los grandes fabricantes, la propia World Athletics (WA, la federación internacional presidida por Sebastian Coe) cuando admitió en su reglamento una noción sacrílega antes, que las zapatillas pudieran ayudar al rendimiento, y no solo proteger sus pies. “Llegados a ese punto”, explica Aguado, “¿dónde pones el límite? ¿cómo controlas?”
La medida significa no solo que el atleta no pueda volver a usar unas zapatillas de más de 300 euros, sino que pierda el recuerdo de una gran noche, de un récord, que quizás le gustaría guardar en una vitrina o donar a un museo del deporte para que los aficionados fantaseen.
“Es así”, dice Xavier Aguado, profesor de biomecánica en la Universidad de Castilla-La Mancha que en sus laboratorios raja zapatillas usadas para que sus alumnos comprueben lo que esconden. “Pero destriparlas es necesario porque puede haber escondidos elementos radiotransparentes que no puedan verse en un escáner”.
El primer reglamento de la WA especificaba que los atletas deberían usar zapatillas accesibles a todos, que todos, y no solo las grandes figuras patrocinadas por los fabricantes, pudieran compararlas en una tienda o vía web. Poco después añadieron una excepción: algunos atletas tienen derecho a usar prototipos proporcionados por el fabricante solo a ellos para todas las competiciones excluidos Mundiales y Juegos Olímpicos y solo durante un año.
La mayoría de las marcas están desarrollando prototipos de cara a los Juegos de París, incluida On, las zapatillas y el club de Mario García Romo, que hace una semana batió en Nueva York el récord español de la milla en pista cubierta (3m 51,79s). “La tecnología está ayudando mucho a la recuperación, ayuda mucho a mejorar los tiempos. La gente habla de las zapatillas, pero lo único que hacen es que mejores tu eficiencia, que seas capaz de utilizar toda la energía que produces en ir más rápido, que no se disperse el calor sin más”, explica el atleta salmantino. “Los de On ya han hecho zapatillas buenísimas, y ahora estamos usando prototipos para 2024″.
Su eficacia y su eficiencia las podrá comprobar de nuevo García Romo en el mitin de Madrid el próximo miércoles, donde asaltará el récord nacional de los 1.500m (los 3m 33,32s de Andrés Díaz en 1999), y seguramente no le importaría batir el récord mundial de la distancia, los 3m 30,60s de Jakob Ingebrigtsen, quien ha anunciado su renuncia a correr en Madrid, aun a riesgo de que sus rutilantes On Cloudspike Dev, clavos en las nubes de tecnología suiza, acaben destripadas en un laboratorio.
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