El célebre compositor japonés Ryuichi Sakamoto falleció el pasado 28 de marzo, a los 71 años, según informó hoy domingo su cuenta oficial en la red social Twitter. El artista, uno de los pianistas más célebres de la música contemporánea, era conocido por su talento, su constante experimentación, y también por las bandas sonoras de películas como El último emperador (por la que recibió el Oscar en 1988), El renacido, Tacones lejanos o Feliz Navidad, Mr. Lawrence, donde también aparecía como actor e intercambiaba un inolvidable beso con David Bowie. El creador había anunciado el pasado junio que padecía un cáncer rectal en fase IV.
“De ahora en adelante, hasta que mi cuerpo se rinda, probablemente continuaré llevando este tipo de ‘diario”, concluía Sakamoto un texto sobre 12, su nuevo disco, lanzado hace apenas dos meses y concebido como su último trabajo. Porque el creador volvía a afrontar un cáncer —anunció en 2014 que padecía uno en la laringe— y era consciente de que esta vez se encontraba en una fase ya muy avanzada. Decidió, aún así, que mientras pudiera, seguiría haciendo música. Y planteó su disco final como un diario de su estado de ánimo. Son, dice él, “bocetos” instrumentales seleccionados entre los que empezó a improvisar en su casa cuando tenía fuerzas y que titula con la fecha de grabación, algunas en 2021 y otras en 2022.
Fundador de la célebre Yellow Magic Orchestra, en el Tokio de los setenta, creador de la música inaugural en los Juegos Olímpicos de Barcelona o ideólogo de muchas tendencias sonoras contemporáneas, Sakamoto estaba volcado en el descubrimiento constante de nuevas melodías y sonidos. Y así lo muestra Coda, el documental que le dedicó Stephen Nomura Schible, disponible en Filmin en España, donde también busca conexiones entre sinfonías y naturaleza y comparte sus reflexiones más íntimas, así como sus firmes convicciones antibelicistas y antinucleares.
“No soy hogareño, sino perezoso. Como aborrezco los aeropuertos, prefiero el calor del hogar. Y allí escucho de todo, desde música medieval a tecno, ritmos africanos o sonidos del polo norte y sur. Lo único que no soporto es el country. Parece que Kenny Rogers es un tipo afable, pero nunca tendré un disco de él, relataba a EL PAÍS en 2009. Aunque dos años después, en otra charla con este diario, aseguraba: “Últimamente he comprado mucho country y tradicional hawaiana, nada que ver con esa de los hoteles”. Ese mismo año, el libro La música os hará libres (Altaïr) reunió las memorias del pianista, donde repasaba su infancia, la difícil relación con su padre, su vínculo con la música y su carrera. “En general no me gusta hablar de mi vida porque yo me expreso con mi música y no hacen falta las palabras”, apuntaba.
Nacido en Tokio en 1952, el artista estudió composición musical en la Universidad de las Artes de la capital japonesa y en ese periodo, a principios de los setenta, empezó tanto a tocar como a escribir piezas para otros artistas, como recuerda el diario The Japan Times. Precisamente a partir de esos primeros trabajos entró en contacto con Haruomi Hosono y Yukihiro Takahashi. El trío formó la Yellow Magic Orchestra y se hizo famoso, primero en Japón y, luego, en todo el planeta. Mientras, en 1978, el pianista también sacó su primer álbum en solitario, Thousand Knives of Ryuichi Sakamoto.
Siguieron muchos discos más, y una carrera que durante décadas investigó en todos los ámbitos de la música, de las composiciones orquestales a la bossa nova, pasando por el cine. Su concierto en diciembre del año pasado, Playing the piano, retransmitido en streaming, se convirtió en su última actuación. The Japan Times informa de que su discografíca emitió un comunicado donde recordaba la frase favorita del maestro: “Ars longa, vita brevis”. Es decir, el arte es duradero, la vida es breve.
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