España gustó y se gustó en un día grande. No estaba en Johannesburgo, pero selló otro partido para su archivo del tesoro, un encuentro para la historia. Porque histórica resultó su mayor goleada en una fase final, ya fuera un Mundial o una Eurocopa. El siete a la gripadísima Costa Rica fue de época.
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España: Unai Simón; Azpilicueta, Rodri, Laporte, Jordi Alba (Balde, m. 64); Gavi, Busquets (Koke, m. 64), Pedri (Soler, m.57); Ferran (Morata, m. 57), Asensio (Williams, m. 69) y Dani Olmo.
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Keylor Navas; Carlos Martínez (Waston, m. 46), Duarte, Calvo, Bryan Oviedo (Matarrita, m. 82); Keysher Fuller, Borges (Aguilera, m. 72), Tejeda, Jewison Bennette (Bryan Ruiz, m. 62); Campbell y Anthony Contreras (Zamora, m. 61).
Goles 1-0 min. 11 Olmo. 2-0 min. 21 Asensio. 3-0 min. 31 Ferran. 4-0 m. 54 Ferran. 5-0 m. 74 Gavi. 6-0 m. 90 Soler. 7-0 m. 92 Morata.
Árbitro Mohammed Abdulla Hassan Mohamed (Emiratos Árabes Unidos).
Tarjetas amarillas Calvo y Campbell.
La Roja, más roja que nunca sin el pantalón azul, fue un equipo impecable en todo. Costa Rica no es el Brasil de Pelé, pero desde hace dos décadas siempre había sido un rival crudo. En Qatar fue la nada desde el inicio, el equipo de Luis Enrique la dejó en los huesos con un fútbol pleno, intachable. Un fútbol jovial, con finura y puntería. Los muchachos de Luis Enrique, titulares y suplentes, se lo pasaron pipa. A su paso caían confetis y serpentinas. En media hora, tres goles, uno por delantero. Y eso que Olmo y Asensio —en dos ocasiones— pudieron repetir. Una España de lo más recreativa. Una Costa Rica fundida desde el calentamiento.
En el gabinete de medio campo, Busquets dirigió un simposio al que se matricularon con más que honores sus tutelados Pedri y Gavi. Jordi Alba hizo de asistente y Rodri asumió con naturalidad su improvisación como central. Los ticos, abrumados, ni reconocieron a Unai Simón, que tuvo un partido primaveral de principio a fin.
Costa Rica propuso un duelo comprimido en su propio terreno y en muy pocos metros. Lo que quiso que fuera un restringido campo de minas resultó un paseíllo para la Roja. Si no se ve obligado a remar en mar abierto, Busquets aún es un reloj con botas. La hora exacta de España. Un certamen más del capitán de cómo jugar a un toque, de cómo ajustar la velocidad precisa a la pelota, de cómo seguir la jugada para ir al birle si se extravía. A su lado, un Pedri radiante, autor de un pase con escuadra y cartabón a Dani Olmo, al que se le fue el remate por un pelo. Iban cinco minutos, y antes de los diez de nuevo Pedri en la pasarela. Esta vez para citar a Asensio con el gol, pero al balear también se le fue el disparo por un dedo. España, la mejor España en tiempos, fluía. Costa Rica, momificada y atornillada, apenas podía ni chapotear.
Y llegó el gol, un gol hijo del juego. Una jugada acorde con la facundia española. Busquets, Alba, Olmo y Gavi conectaron a toda mecha por el balcón del área, hasta que el andaluz quiso enfilar a Olmo con un toquecito con palanca sobre el cogote de los centrales ticos. La pelota salió rebotada, Olmo le ganó el pulso a Duarte y batió a Keylor Navas. Un gol con frac.
No frenó la Roja, tiesa siguió Costa Rica, chata, sin chicha, sin un balón con el que jugar. Todo sucedía en sus narices, en el rancho de Keylor Navas. Inspirados los de Luis Enrique llegó el turno de Asensio, el más nueve de los tres puntas, pese a las permutas constantes. Por el medio del 2-0, Jordi Alba, que puso en órbita al madridista. Una virtud singular ha distinguido siempre al lateral barcelonista. Con Messi de colega aprendió que llegado al ataque convenía pasar, no centrar al tuntún. Lo hizo con Asensio, que tiene un golpeo fenomenal. El balón de Alba le botó justo antes, pero la zurda de Asensio no tuvo reparos. Sobre la marcha, remate y gol. Otra aventura de Alba derivó en el evidente penalti de Duarte al lateral español. Luis Enrique ordenó que lo tirara Ferran, un deseo de que brindaran los tres delanteros. Ferran no falló. Completado el supremo primer acto, España había dado 549 pases, récord mundial, según los estadísticos (acabó con 1.000 exactos, de traca). Y no fueron pases para trastear sin más. Un equipo redondo, por actitud y aptitud. Un grupo que se lo estaba pasando en grande. Y así siguió.
En el segundo acto no aflojó la Roja. Tampoco cuando llegaron los sosiegos administrados por Luis Enrique. Antes de la primera rueda de cambios, Ferran pujó y pujó hasta resolver una jugada a trompicones y batir a Keylor Navas, que había salido de merienda. Oviedo y Duarte, un reflejo de esta Costa Rica, defendieron como clarisas.
Llegó el turno de Morata, la puesta en escena de duchos como Koke y Soler. Se produjo la graduación mundialista de Nico Williams (20 años), el debú de Balde (19), que cerraron el partido junto a Gavi (18). Con Pedri, refrescado antes del final, cuatro sub-21.
Balde fue un cuchillo para Costa Rica, que siguió sin dar la lata a Unai Simón, ni por asomo. Una selección remitida a refugiarse en las cuerdas. Sin mayor éxito. A España le dio tiempo del 5-0, otro golazo, esta vez de ese polvorilla que es Gavi, un terremoto, un chaval que no se arrugaría ante Tyson. Lo mismo le da el partido, el escenario o el resultado. Juega con los cordones al aire, pero no le falta lubricante en las botas. En Al Thumama cazó un centro de Morata y clavó el 5-0 con un disparo terminal con el empeine exterior derecho. Un tiro exquisito para el tercer goleador más joven en la historia de los Mundiales. El primero fue un tal Pelé y el segundo el mexicano Rosas.
La noche catarí era roja, muy roja. Tan roja que hubo tiempo para que descorchara el suyo el único ariete puro de la plantilla: Morata fue puntual. Lo mismo que Soler, consumado llegador. Una España arrolladora; una Costa Rica fundida. Ahora, a regular la euforia. El fútbol puede ser muy puñetero.
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