Finales de abril de 2011, Santiago Bernabéu, la zona cero de la catarata de clásicos que destempló como nunca en la época moderna el fútbol español. Un ambiente irrespirable. La expulsión de Pepe, la gran rajada de Mourinho y Messi mandando al Madrid al garete con dos goles en la ida de las semifinales de Champions. En medio de esa atmósfera bélica, un niño con fama de callado asistía en la grada a aquel tumulto. Era Julián Álvarez, que había viajado desde Argentina para hacer una prueba con el equipo blanco.
Tenía 11 años. Este martes, con 22, fabricó junto a La Pulga el pase a la final del Mundial con un doblete y un penalti provocado ante Croacia (3-0). Desde Pelé en 1958, nadie había metido dos tantos en una semifinal con menos edad: 22 años y 316 días, frente a los 17 años y 249 días del genio brasileño. “En lo personal y por el grupo, nos merecíamos esto”, reivindicó lacónico, como es él, en las tripas del lujoso Lusail.
Al delantero del City, en el segundo escalón de máximos anotadores en Qatar (cuatro dianas, tras las cinco de Messi y Mbappé), siempre le tiró el Barça (por el 10), pero con 11 años le consiguieron una prueba en Valdebebas. Piero Foglia, supuesto descubridor del futbolista en una historia de versiones cruzadas, conocía a Ramón Martínez, responsable de la cantera merengue, que le animó, según su relato, a llevar a Álvarez a España para someterlo al escáner del Madrid. Y eso hicieron.
Su padre Gustavo, camionero, les acompañó y estuvieron un mes por la Castellana. El niño se sacó fotografías con Di María e Higuaín, y disputó un torneo en Perelada (Girona) que confirmó el interés de los blancos por el chaval. Sin embargo, surgió un problema burocrático. “La normativa no permitía fichar hasta los 16 años y él tenía 11. Notamos que Julián no estaba preparado para el desarraigo [de vivir en Madrid] y siguió en Calchín [su pueblo], aunque en categorías superiores. Con el papá decidimos que no saldría de allí hasta que él no quisiera”, explica Flogia, al otro lado del teléfono, tres horas después de que Álvarez se coronara en Qatar.
Salto a River
Allí continuó, una localidad agrícola de 3.000 habitantes de la provincia de Córdoba que recibe a los visitantes con un gran cartel en honor del ídolo local: “Bienvenidos a Calchín, la tierra de Julián Álvarez”. Solo les faltó poner “la tierra de la Araña (o la Arañita)”, porque así lo conocen todos a este chaval que siempre habló poco. También ahora en el vestuario del City, cuentan quienes tienen acceso a la caseta. Le dejaron crecer al calor de Gustavo y Mariana (su madre), hasta que al fin en 2015 se animó a probar en River, el que sería su gran club de formación. Tenía 15 años, a punto de los 16.
Su llegada a Millonarios dejó el debate de quién le abrió las puertas de la élite, si Piero Foglia o Alfredo Alonso, un captador que exhibe como prueba la primera nota que tomó a mano en 2015 del atacante. “Julián Álvarez (Araña). Mediapunta, hábil, buena pegada. Papá Gustavo, de Calchín”. Este segundo, según sus palabras a este periódico, lo intentó colocar en Argentinos Juniors, pero la entidad no tenía dinero para pagarle la pensión, así que llamó a River. Por su parte, Foglia asegura que, cuando el chaval entró en River, él ya llevaba tratando al jugador y la familia hacía, al menos, cuatro años, y que él le consiguió la prueba en el Madrid.
Sea de quien sea la autoría, la carrera del delantero ya no tendría freno. Su buen disparo, profundidad y trabajo defensivo le hicieron progresar rápido. Con Marcelo Muñeco Gallardo se asentó y despuntó en el equipo millonario (54 goles en 122 partidos), y Pep Guardiola lo fichó el pasado verano para el City por 21 millones. En Mánchester vive con su novia en el centro, y en la ciudad también están sus dos hermanos (Rafael, de 26 años, y Agustín, de 24), que juegan en el Abbey Hey, de la décima división inglesa, y a los que va a ver en acción siempre que puede.
A Álvarez no le han faltado elogios del técnico, pero por delante tiene a Haaland. “Ya verán cuando juegue más”, advirtió el entrenador citizen en verano. Hasta el parón mundialista, solo había sido titular tres veces en la Premier (en dos no estaba el noruego) y había sumado siete tantos en todas las competiciones. En todo caso, no se demora mucho en producir. En su primera titularidad en la Copa Libertadores con River (2019, contra Porto Alegre), marcó. Y lo mismo hizo con Argentina (frente a Ecuador el pasado marzo), en la Premier (ante el Notthingham Forest), la Champions (Copenhague), la Copa de la Liga inglesa (Chelsea) y el Mundial (Polonia). Un caso extremo de puntualidad.
Desde ese tercer partido de la fase de grupos figura en el once albiceleste en el Mundial, en lugar de Lautaro Martínez, y el retorno ha sido cuatro dianas. Antes, como recurso, Scaloni ya lo había utilizado incluso en el medio contra Arabia para atacar la espalda de los centrales. Él y Enzo Fernández han sido las principales apariciones sobre una alineación que parecía consolidada, pero que ha debido ir moviéndose después del costalazo inicial.
A las puertas de la final, el ataque es cosa suya y de Messi, al que vio en un lejano 2011 en el Bernabéu invitado por el Madrid.
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