NBA: El inesperado viaje de Will Hardy en Utah Jazz | Deportes

Will Hardy, técnico de Utah Jazz, durante el duelo ante los Memphis Grizzlies.
Will Hardy, técnico de Utah Jazz, durante el duelo ante los Memphis Grizzlies.Rob Gray (USA TODAY Sports)

Casi nadie esperaba a los Jazz arriba en el Oeste, ni siquiera tras las dos primeras semanas de NBA. Sus buenos resultados han pillado por sorpresa y sus fabulosas sensaciones, más. En el fondo, el cambio de ciclo parecía rotundo en verano, cuando salieron de la franquicia tanto su referente en el banquillo (Quin Snyder) como sus pilares sobre la pista (Donovan Mitchell y Rudy Gobert). Los tres habían comandado el proyecto los últimos cinco años. A cambio, Utah recibía un buen puñado de jugadores con algún asterisco y mucho por demostrar. Y, sobre todo, una abundante inyección de futuro en forma de primeras rondas de draft (hasta diez potenciales, siete aseguradas y otras tres opciones de intercambio) de Cavs y Wolves. Pensar en el porvenir parecía el plan principal. Pero, de momento, celebrando el presente, ese futuro puede esperar.

El caso de Utah viene a revelar lo maravilloso e indescifrable del deporte, cuyo máximo grado de emoción se alcanza cuando viene acompañado de lo inesperado. Ese mismo caso sirve, de paso, para recordar que a uno de los principales artífices de este éxito, su entrenador Will Hardy, tampoco se le esperaba en estos escenarios. No al menos echando la vista atrás algo más de una década.

Corría el año 2010 cuando, apenas dos semanas antes de su graduación en Williams College (centro universitario en el estado de Massachusetts), el joven Will Hardy, por entonces con 22 años, seguía meditando sobre hacia dónde dirigir su futuro profesional. Las dudas le gobernaban. El baloncesto le apasionaba y, de hecho, durante sus cuatro años en Williams había formado parte del equipo. Pero conocía sus limitaciones: no podía soñar con una carrera como jugador que no ofrecía garantía alguna de sostenibilidad. Y valorar algo diferente, algún puesto técnico, le resultaba imposible por su falta de contactos. Quién era él –pensaba Hardy-, más allá de un casi anónimo estudiante de una pequeña universidad fuera del radar competitivo.

El destino acudió al rescate. Una llamada comenzaría a cambiarle la vida. Curt Tong, exentrenador ya retirado –dirigió a la citada universidad durante una década entre los años setenta y ochenta- y que residía en Williamstown, le citó en el campus. Hardy conocía a Tong –o eso pensaba-, ya que había ejercido como una especie de mentor para él durante aquellos años. En aquella charla distendida, Tong le preguntó si sabía qué quería hacer cuando se graduase. El chico, sincero, confesó que había comenzado a valorar empleos en el mundo financiero o gabinetes de prensa. Nada más oírlo, Tong le cortó. “Creo que deberías optar a otro tipo de trabajo. Por ejemplo en los San Antonio Spurs”, apuntó. El joven sonrió, haciendo ver que aquella broma sonaba bien.

Pero aquello no era una broma. Para sorpresa de Hardy, Tong mantenía una estrecha amistad desde hacía más de 25 años con Gregg Popovich, entrenador de los Spurs y ya entonces una leyenda NBA. El periodista Adam Himmelsbach contaba en su día cómo aquella conversación, en la que Tong admitió su cercanía con Pop, dejó perplejo a Hardy. “Te conozco desde hace cuatro años, sabes que a diario veo todo el baloncesto que puedo… ¿Cómo no me has dicho que eres muy amigo de Popovich?”.

La historia, una vez contada, cobraba sentido. Tong dejó su puesto en el banquillo de Williams en 1983 para convertirse en gestor deportivo de la universidad de Pomona-Pitzer, en California. Allí llevaba ya cuatro años Gregg Popovich. Ambos trabajaron, codo con codo, durante un lustro, concretamente hasta que otra llamada, en esta ocasión de Larry Brown a Gregg Popovich, cambió los planes del segundo. Así llegaría Popovich a la NBA. Lo que permanecería inalterable sería su amistad con Tong, con el que encontró química desde el principio.

“Mira Will, Pop me ha llamado, está buscando gente para su departamento de vídeo en San Antonio. Quiere tipos listos. Me preguntó si podía recomendarle alguno… y le he dado tu nombre”. Al puesto en los Spurs optaron casi 70 candidatos. Pero Hardy impresionó en la entrevista y, para colmo, llegaba avalado por un hombre en el que Popovich confiaba a ciegas. El sueño de Will arrancaría allí.

Su conocimiento, no obstante, había despegado tiempo atrás. Adicto al análisis de vídeo, Hardy encontró en su técnico en Williams, Mike Maker, el enlace perfecto hasta obtener respuestas a las múltiples preguntas que el juego le deparaba. Su instinto haría el resto. En los Spurs lo percibirían pronto. “Al principio era el chico para todo”, le contaba a Himmelsbach. “Desde recoger gente en el aeropuerto a acreditar personal para eventos, pero una vez comencé a tener presencia en todo tipo de procesos deportivos, aquello tuvo un valor incalculable”, reconocía al Globe de Boston en su día.

En solo un año, ascendió en el departamento de vídeo. Departamento que, otros dos cursos después, ya dirigía. Y cuando Chad Forcier, asistente de los Spurs durante casi una década, dejó la franquicia en el verano de 2016, Popovich supo a quién acudir. “Will, ahora serás técnico asistente de los San Antonio Spurs”. Hardy tenía 28 años.

Su extraordinaria capacidad de interpretación y ajuste del juego le valieron un lugar especial en el grupo de trabajo de Popovich y la confianza total del maestro. Y pese a que los Knicks consideraron darle el puesto de su banquillo en 2020, solo otra amistad gestada en San Antonio (la de Ime Udoka) logró sacarle de Texas. El curso pasado, Hardy volvió a Massachusetts para ejercer como asistente de Udoka en unos Celtics que terminaron subcampeones de la NBA.

Solo unas semanas después de las Finales, Danny Ainge, ahora en las oficinas de los Jazz, descolgó el teléfono para convencer a Hardy. Sabía que él era su hombre. Poco le importó su edad (34 años), que le hace junto a Joe Mazzulla (Boston) el técnico más joven de la actual NBA. Ainge sabía sobre qué mente quería proyectar a los nuevos Jazz.

Tong, fallecido en 2017 a los 82 años de edad, no vio a Hardy debutar como técnico jefe NBA. Lo que sí sabía era que su destino estaba allí y además apuntando alto. El viaje de Will Hardy, una de las pizarras del futuro de la competición, acaba de comenzar. Y en Utah bien lo celebran.

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