50 días después de lograr una clara victoria electoral, Benjamín Netanyahu ha comunicado este miércoles por teléfono al presidente de Israel, Isaac Herzog, que ha logrado formar un Ejecutivo con la derecha radical y los ultraortodoxos, pese a no haber ultimado los acuerdos de coalición. Al más puro estilo de las negociaciones políticas en el país, lo hizo a las 23.30 (22.30, hora peninsular española) ―media hora antes de que concluyese el plazo para comunicar el acuerdo o pedir una última prórroga de cuatro días― y tras un intenso toma y daca de último minuto con dos de sus principales socios. En un vídeo de la llamada, difundido en su cuenta de Twitter, Netanyahu asegura a Herzog que el Ejecutivo “se preocupará de todos los ciudadanos de Israel” y que lo completará lo antes posible. Los ministros tienen hasta el 2 de enero para jurar los cargos.
בזכות התמיכה הציבורית העצומה לה זכינו בבחירות האחרונות, עלה בידי להקים ממשלה שתפעל לטובת כל אזרחי ישראל 🇮🇱❤️ pic.twitter.com/ijtDppkaSm
— Benjamin Netanyahu – בנימין נתניהו (@netanyahu) December 21, 2022
Bibi, como se le conoce popularmente, liderará una coalición de seis partidos: el que preside (el conservador Likud); tres de extrema derecha que concurrieron en una sola lista (Sionismo Religioso, Poder Judío y Noam); y dos ultraortodoxos, el sefardí Shas y el askenazí Judaísmo Unido de la Torá. Suman 64 de los 120 escaños del Parlamento.
Será la sexta legislatura de Netanyahu, el dirigente que más años ha estado al frente del Estado judío: 15, por encima incluso del padre fundador, David Ben-Gurión. También será el Gobierno más derechista del país desde su creación en 1948, un título que otros recibieron en las últimas tres décadas para verse superados años más tarde. Hoy, un 62% de los israelíes se define de derechas (un 70% entre los 18 y los 24 años), un 22% más que a finales de los noventa. De los 110 escaños que ostentan los partidos judíos, 106 están en la horquilla que va del centro a la extrema derecha.
La ultraderecha contará con un poder inédito en el nuevo Ejecutivo. Los acuerdos de coalición estipulan que el líder de Sionismo Religioso, Bezalel Smotrich, comenzará como ministro de Finanzas y a los dos años podrá intercambiar la cartera de Interior con el cabeza de lista de Shas, Arieh Deri. Además, se ha creado un puesto para él: “ministro especial” en Defensa, por el que absorberá prerrogativas que afectan a las vidas de los palestinos bajo ocupación y que ahora gestiona un organismo militar. “La única forma de describirlo es como una ampliación de la autoridad gubernamental civil a Cisjordania, lo que significa en la práctica una anexión, aunque, a propósito, no se describa como tal”, critica Michael J. Koplow, de Israel Policy Forum, organización judía estadounidense partidaria de una solución negociada al conflicto de Oriente Próximo.
Smotrich ya ha adelantado que basará parte de su gestión económica en la religión. “Se han intentado muchas teorías económicas, ¿verdad? El capitalismo, el socialismo… Hay una cosa que no probaron: ‘Si obedecéis cuidadosamente”, dijo citando un versículo del Deuteronomio en el que Dios promete abundancia a quien cumpla sus mandamientos y le sirva. “Cuanto Israel más promueva la Torá, el judaísmo, el mandamiento de asentarse en la tierra, la bondad y la solidaridad, más abundancia nos proporcionará el Señor”, agregó, en una entrevista al periódico ultraortodoxo Mishpajá.
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Itamar Ben Gvir, líder de Poder Judío y estrella del nacionalismo religioso más radical, quedará al frente de Seguridad Nacional, una versión ampliada del Ministerio de Seguridad Pública, responsable de la policía. De violento discurso antiárabe, tendrá autoridad directa sobre la policía de fronteras desplegada en Cisjordania. Ben Gvir reside en uno de los asentamientos más radicales, Kiriat Arba, y hasta hace poco exhibía en su salón un retrato de Baruj Goldstein, el colono que en 1994 asesinó a 29 palestinos al abrir fuego indiscriminadamente durante el rezo en la mezquita de Hebrón.
Incluso Avi Maoz, el cabeza de lista de Noam, un minúsculo partido homófobo que nunca habría superado en solitario el 3,25% de votos necesarios para obtener representación parlamentaria, será el equivalente a secretario de Estado, con la potestad de revisar programas educativos externos sobre temas como igualdad de género, preparación al ejército o lengua árabe.
Legislación exprés
Son algunos de los trajes que Netanyahu ha cosido a medida de sus nuevos socios para regresar al poder, incluidos trámites parlamentarios exprés. Uno de los más polémicos es el de Aryeh Deri. El futuro ministro de Interior y Finanzas fue condenado por un delito fiscal, pero el acuerdo extrajudicial que alcanzó el pasado enero le salvó de pisar la cárcel. Como esta pena impide su nombramiento como ministro, el Parlamento votará el próximo lunes la versión definitiva de una enmienda ―aprobada en primera lectura este martes― que limita la prohibición de asumir una cartera a quienes pasen por prisión.
La segunda norma a la carta responde a una exigencia de Ben Gvir: la asunción de competencias que hoy corresponden al jefe de Policía. Este martes, el aún ministro de Seguridad Pública, Omer Bar-Lev, no se mordió la lengua: “Este hombre fue un operativo terrorista [condenado por pertenencia a Kaj, partido ilegalizado y declarado terrorista], cuya vocación era el racismo. La policía israelí será gestionada por un hombre amenazante y beligerante que carece de responsabilidad y experiencia y que desea convertirla en un órgano político”, dijo durante la bronca sesión parlamentaria en la que la propuesta superó la primera lectura. La oposición acusa a Netanyahu de liderar una erosión democrática que pone en peligro la separación de poderes con tal de repetir como primer ministro, porque el cargo le protege en las tres causas de corrupción por las que es juzgado.
Consciente de los temores que la nueva coalición despierta en la Casa Blanca y en sectores del judaísmo estadounidense ―más liberal que el israelí―, Netanyahu ha concedido en los últimos días entrevistas a medios del país en las que ha lanzado el mensaje de que es él el que manda y no Ben Gvir ni Smotrich. “Ellos se unen a mí, no yo a ellos”, aclaró el pasado jueves a la radio pública nacional. Grupos judíos de EE UU han hecho pública su preocupación y el influyente diario The New York Times ha publicado un editorial en el que califica el nuevo Gobierno de “amenaza significativa para el futuro de Israel”.
Efraim Ganor, comentarista israelí del diario Maariv, pone el foco en la desconfianza hacia Netanyahu que ha permeado la negociación. “El hecho de que ninguno [de los socios] haya estado dispuesto a formar acuerdos de coalición hasta que todas sus demandas estén cerradas y por escrito es prueba de ello. Nunca había pasado algo así, y dice algo sobre el nivel de confianza que depositan en él”, escribe este miércoles.
La desconfianza es uno de los principales motivos por los que el rey Bibi pasó los casi últimos dos años en la oposición. La amplia alianza (desde la derecha hasta la izquierda pacifista, pasando por un partido árabe de inspiración islamista) que lo desalojó del poder solo tenía en común que rechazaba al dirigente o sentía que lo traicionó cuando gobernaban juntos. De hecho, la primera ley que ha aprobado el nuevo Parlamento, este martes, va dirigida a abortar una eventual rebelión interna en el Likud. Impide que cuatro diputados constituyan una facción independiente en la Kneset. Asimismo, en la oficina del primer ministro ya van dos rondas de detector de mentiras a raíz de la filtración de una conversación entre un diputado y la esposa de Netanyahu, Sara, informa este miércoles el diario Israel Hayom.
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