Poco a poco, mientras la noticia desaparece paulatinamente de la prensa y la crisis empieza a olvidarse, la meningitis continúa cobrándose víctimas en Durango. Marta Esmeralda León (33 años), trabajadora de familia humilde, estudiante de magisterio y madre de dos críos de ocho y 13 años, falleció a las once de la noche del domingo, después de más de tres meses ingresada. Con ella, 34 mujeres y un hombre han muerto —y la Secretaría de Salud del Estado ha confirmado 79 contagios— desde que la primera paciente llegó al Hospital Materno-Infantil, el 14 de octubre del año pasado, con un extraño dolor de cabeza que acabaría convirtiéndose en una enfermedad sin precedentes médicos. Los familiares de las afectadas denuncian la parálisis de la investigación: todavía no hay detenidos ni políticos que hayan asumido responsabilidades por la negligencia. Siete presuntos culpables se dieron a la fuga y se encuentran en busca y captura desde principios de diciembre.
Esmeralda León sufrió dos microinfartos cerebrales el 5 y el 6 de enero que la abocaron a la terapia intensiva. Entrevistada por este diario a principios de diciembre, la mujer protestaba contra su situación: “Es un proceso doloroso y desesperante estar aquí. Sin estar en casa con mis hijos, trabajar, hacer vida normal… Es injusto. El dolor es increíble, no te puedo explicar en qué magnitudes, no me permite ni levantarme. Todo es difícil: estar en la cama del hospital por tanto tiempo, estar separada de tus hijos…”. “Todos queremos que se castigue a los responsables, pero lo veo muy difícil”, dice este lunes su padre, Diego León, que ha permanecido en el Hospital 450, en el que estaba ingresada su hija, durante todo el proceso.
La desesperación cunde entre los familiares y las pacientes todavía ingresadas, que temen que una cuenta atrás empezara el día que se contagiaron con la enfermedad. Muchas de las infectadas mantuvieron una situación estable durante meses, otras incluso llegaron a evolucionar positivamente antes de fallecer, lo que provoca el miedo incluso en aquellas en las que el tratamiento parece funcionar. Los parientes han convocado una manifestación —una más— el próximo viernes para reclamar justicia, con el lema: “Por los que ya no están, por las que siguen luchando y por las que estuvimos en riesgo”
Nadie tiene muy claro todavía como comenzó el brote. Lo que se sabe es que, en un origen, el hongo que causó la meningitis, Fusarium solani, fue encontrado en cuatro lotes de bupivacaína, un anestésico local utilizado en cesáreas y otras operaciones cortas, lo que explica que la inmensa mayoría de afectadas sean mujeres jóvenes. La farmacéutica que produce el medicamento, Pisa, distribuye a todo el país y parte del continente, pero solo se registraron casos en Durango.
Las partidas adulteradas se encontraron en cuatro clínicas privadas de la capital del Estado, hoy clausuradas y con sus dueños prófugos de la justicia: el Hospital del Parque, el Santé, el Dikcava (que ni siquiera tenía licencia) y el San Carlos. Un sanitario que trabajó en tres de ellos, declaró a EL PAÍS bajo condición de anonimato: “Eran lugares turbios. Uno era más o menos bueno, pero el más pequeño era prácticamente una casa adaptada para ver pacientes. Nunca estaba claro quién era el dueño, creo que ni los propios empleados lo sabían”.
La Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) volvió a analizar posteriormente varias partidas del medicamento en busca del hongo, pero no encontró rastro de contaminación. Sí identificó la presencia de hongos y bacterias en las cuatro clínicas. Sin embargo, la investigación todavía no ha llegado a ninguna conclusión. Los expertos barajan otras hipótesis: desde la reutilización de jeringuillas a la mala conservación y manejo de los medicamentos en los cuatro hospitales privados. Los familiares de las víctimas denuncian que las pesquisas no están llevando a ningún lado y temen que la impunidad acabe imponiéndose.
La enfermedad no es contagiosa: solo las pacientes que fueron tratadas desde mayo en las cuatro clínicas privadas están en riesgo. Las autoridades tratan de concluir un estudio para identificar y avisar a las más de 1.800 personas que pudieron estar expuestas ya que, según un estudio del Centers for disease control and prevention (CDC) de Estados Unidos, la tasa de mortalidad de la meningitis puede descender del 50% al 10% si el tratamiento se administra antes de que aparezcan los primeros síntomas. La SSD asegura que ya llevan en torno a un 70% de progreso; también que para el resto de enfermas el tratamiento se alargará todavía mínimo seis meses más. Mientras tanto, la investigación continúa paralizada y las infectadas, poco a poco, siguen muriendo.
Suscríbase aquí a la newsletter de EL PAÍS México y reciba todas las claves informativas de la actualidad de este país