“Para el estreñimiento”, “para la acidez estomacal”, “para “los nervios””, “para el vigor sexual”… Quién no ha pasado por el puesto de hierbas del mercadillo medieval en el que hay una solución precisa y eficaz para cada problema de salud. Sin más control ni pauta de consumo que la que te “prescriba” el vendedor, su elocuencia y el ambiente es suficiente para que te lleves no una, sino varias bolsitas de hierbas (porque empezaste preguntando por algo para el dolor de rodillas y has acabado hablando de todos tus achaques).
Ojo, todos mis respetos a la fitoterapia. Por supuesto que en los vegetales encontramos principios activos que en dosis controladas ejercen acciones biológicas concretas y que, de hecho, extraídos de las plantas o sintetizados en el laboratorio son la base de numerosos medicamentos. Pero esas formulaciones calculadas al milímetro distan mucho del “sírvase lo que quiera” de unas plantas que pueden tener esos mismos compuestos, pero en concentraciones desconocidas según el estrés que haya sufrido la planta, las condiciones de crecimiento, el suelo, el agua, el momento de la recolección y mil historias más (si es que son las que dicen ser).
Magia en el supermercado
No hace falta esperar al mercadillo de las fiestas patronales para toparte con reclamos similares: un paseo por tu supermercado es suficiente. Eso sí, no verás hierbas en estanterías sin ton ni son, sino formatos más sutiles y refinados, que para algo hay un departamento de marketing y otro de investigación y desarrollo capaces de convertir cualquier producto -incluso, seamos claros, cualquier engendro- en un evocador alimento que colmará las necesidades que no sabías que tenías.
Los compuestos vegetales con aparentes beneficios sobre la salud se usan como reclamo en casi cualquier tipo de producto. Por supuesto se hace en presentaciones clásicas como las infusiones, sofisticándolas con ingredientes poco conocidos e incluyendo declaraciones sobre sus propiedades; menciones que pueden ir desde el discreto “relajante” al destroyer -“¿Qué no me atrevo a ponerlo, García? Esto es marketing y aquí hemos venido a jugar”- “quemagrasa”. Y hasta donde llegue tu imaginación: “inmunidad”, “descanso”, “drenante” Listo: alimentos mágicos para resolver problemas de salud complejos. Además, cumplen perfectamente con su función de hacer “efecto halo”: puedo comer fatal porque luego lo compenso con mi relaxing cup of infusion, a ser posible in Plaza Mayor un sábado tonto después de unos nuggets con cocacola y el tercer whiskazo.
A continuación, vamos a identificar algunas de las plantas que llenan estos lineales, y a ver qué dice la ciencia sobre sus facultades.
Equinácea
Supuestamente es la clave para no tener catarros en todo el invierno. Se asegura que mejora las defensas naturales o que suaviza la boca y la garganta (entre otras propiedades). Revisado por Cochrane, una entidad científica de reconocido prestigio, se concluyó que no ha mostrado beneficios para tratar el resfriado y que, aunque podría haber algún efecto positivo, no es clínicamente relevante: lo sentimos mucho por los que compraron esté té.
Propóleo
No es un compuesto botánico, sino un material fabricado por las abejas que estas usan para construir sus colmenas. Se le atribuyen propiedades para “ayudar al tracto respiratorio superior” o “ayuda durante las estaciones frías” lo que en muchos casos se reinterpreta como una forma de “ayudar a las defensas”. Según Medline, podría ser eficaz para tratar la inflamación y las llagas bucales en algunos casos -cuando aparecen llagas producidas por medicamentos para el tratamiento del cáncer-, pero con unas condiciones particulares de uso (vía oral o enjuagues).
Cola de caballo
El rey de los productos diuréticos, también se asegura que ayuda a mantener el pelo y las uñas en perfecto estado de revista. Según Medline, aunque se usa con numerosos fines no hay suficiente información fiable para saber si es útil.
Té verde
El aliado supuestamente infalible para la pérdida de peso, aunque también se asegura que mejora la circulación. El National Center for Complementary and Intgrative Health, perteneciente a Instituto Americano de Salud, indica que “a pesar de que se han hecho muchos estudios sobre el té verde y sus extractos, no hay conclusiones sobre si es útil o no para esos múltiples objetivos con los que se usa”.
Guaraná
Otra supuesta herramienta para controlar el peso y “activar el metabolismo de las grasas”. También se indica para mejorar la inmunidad, suprimir el hambre o eliminar la fatiga; esto último podría ser gracias al efecto de la cafeína (la guaranina no es otra cosa que la cafeína de esta planta). Según Medline “aunque hay interés en utilizar guaraná con numerosos objetivos, no hay suficiente información fiable para saber si es útil”.
Gingko biloba
Se asegura que ayuda a mantener el bienestar mental, la memoria y la función cognitiva. El National Center for Complementary and Integrative Health indica que no hay evidencia concluyente de que sea útil para ninguna condición de salud. Otra infusión que esperamos que esté buena, porque útil, útil tampoco es.
Más allá de las infusiones
Tenemos también extractos de plantas que se comercializan libremente en formatos como pastillas, comprimidos, ampollas, polvos cualquier otra forma similar. Aunque presuman de supuestas propiedades, no se consideran medicamentos -lo que conlleva estrictas obligaciones en cuanto a su comercialización-, sino complementos alimenticios, por lo que se les aplica la legislación de los alimentos. Esto no está exento de controversia, como se explica en este estudio, ya que hay interpretaciones distintas al respecto: la diferencia sería que el medicamento tiene que cumplir una acción de mejorar, corregir o modificar funciones fisiológicas, y estas cualidades podrían aplicarse a algunos complementos botánicos.
De hecho, puede ser que en un estado de la UE un producto se clasifique como complemento alimenticio y la misma sustancia en otro país sea un medicamento. Pero hagamos como que esto no está pasando y son complementos alimenticios sin controversia alguna. Sus envases prometen desintoxicarnos, depurarnos y ponernos a punto para la próxima Madrid Fashion Week, que con lo temerarios que son en sus declaraciones, yo con menos no me conformo.
Pero la novedad es que también se usan en alimentos en los que no esperarías encontrar “melisa” o “propóleo”, como en un cacao soluble con ¾ partes de azúcar o en un chocolate -por no decir manteca de cacao- con un 25 % de azúcar.
Es maravilloso, porque esta fantasía loca resuelve la eterna dicotomía a la que nos enfrentamos los consumidores: nos flipan los alimentos ultrapalatables, ultraazucarados y ultraperpetrados -gracias, Laura Caorsi, por el término- pero somos perfectamente conscientes de que para nuestra salud no son lo mejor. ¡Listo! Se incorpora un ingrediente fetiche con propiedades saludables y todo compensado. Es una estrategia clásica y ya te hablamos de ella en este artículo, pero con una vuelta de tuerca al emplear en sus recetas no nutrientes aislados o ingredientes comunes -o, al menos, con los que el consumidor ya está familiarizado-, sino hierbas variadas que por su propio carácter de “naturales” ya vienen acompañadas de buena fama y con las que se pueden usar reclamos bastante más ambiciosos porque su regulación es, ¿cómo decirlo?, una castaña.
¿Se pueden hacer alegaciones saludables libremente?
No. Como ya sabes, las menciones del tipo “ayuda a tus defensas” o “contribuye a la función psicológica normal” son declaraciones de propiedades saludables y, para poder exhibirlas, deben estar autorizadas. Estos reclamos se hacen en base a la presencia de nutrientes o ingredientes aislados -vitaminas, minerales, fibra, betaglucanos de avena, etcétera-, de manera que si un alimento tiene una cantidad regulada de, por ejemplo, vitamina B6, puede decir efectivamente que ayuda a tus defensas, que contribuye a tu función psicológica, que reduce el cansancio y la fatiga o cualquiera de las 10 declaraciones permitidas legalmente para esta vitamina. Y así hasta 267 alegaciones.
El proceso de autorización implica que aquella empresa que quiera hacer la declaración tiene que hacer una solicitud y presentar la evidencia científica que dé soporte a esa declaración. La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria evalúa esos estudios y emite una opinión en la que determina si efectivamente hay una base científica para la declaración o si, por el contrario, no se sustenta suficientemente. A partir de ahí, la Comisión Europea autoriza o no la declaración: un proceso controlado y garantista.
Pero la normativa que lo regula ya tiene algunas lagunas importantes: una increíble es la posibilidad de hacer declaraciones de salud en cualquier alimento, por pernicioso nutricionalmente que sea; por eso ves bollos de chocolate enriquecidos con hierro que “contribuyen al desarrollo cognitivo de los niños”. Siendo justos, la norma tenía buenas intenciones, porque pretendía evitar que esto pasara catalogando los alimentos en perfiles nutricionales e impidiendo que los claramente insanos usaran estos reclamos, pero esa clasificación no se ha hecho todavía (y vamos casi 15 años tarde). Pero además, en su aplicación ostenta un segundo fallo garrafal. ¿Recuerdas que te he dicho que las menciones tienen que estar autorizadas para poder hacerse? Pues hay excepciones.
Hecha la ley…
Aquí viene el truco. Porque, ¿de verdad la alcachofa ayuda a desintoxicar el hígado a la vez que potencia la pérdida de peso? Cualquiera de estas declaraciones, y otras miles -sí, miles- atribuidas a plantas pululan impunemente en complementos alimenticios y alimentos que las contienen (ya has visto ejemplos), gracias, simplemente, a la dificultad que supone evaluar esas supuestas propiedades.
Como se explica en este estudio de Science Direct, probar el efecto beneficioso de muchos nutrientes es relativamente sencillo. De hecho, muchos no es que tengan beneficios espectaculares, sino que simplemente son necesarios para funciones fisiológicas y eso es suficiente para considerarlo una declaración; por ejemplo “el calcio contribuye al mantenimiento normal de los huesos”. En el caso de los compuestos botánicos, probar una asociación entre su ingesta y el efecto beneficioso es mucho más complicado. Por eso, cuando empezaron a llegar las solicitudes, la EFSA emitió dictámenes negativos sistemáticamente ya que consideró que el “uso tradicional” no era prueba suficiente para avalar las propiedades, lo que llevó a la Comisión Europea a paralizar el proceso y dejar las peticiones “en espera”.
En 2012 se publicó una lista de 2000 declaraciones en espera que pueden seguir utilizándose aprovechando el periodo transitorio contemplado en la normativa. En este documento puedes ver todas las peticiones con sus correspondientes declaraciones: te adelanto que no tienen desperdicio, y te reto a que encuentres el más disparatado. Reconozco que la capacidad de la mimosa para “nutrir el útero” y “mantener equilibrado el sangrado menstrual” me ha conquistado.
En la Unión Europea son conscientes de que esto es un coladero, pero lamentablemente no se caracterizan por su agilidad de respuesta. En 2015 la Comisión Europea inicio un proceso dentro de su programa REFIT -un sistema para revisar y simplificar la legislación- para evaluar la norma que regula estas declaraciones, centrándose en las dos patas de las que cojea: los perfiles nutricionales y las declaraciones referidas a las plantas. La evaluación finalizó en 2020 y reconoce que, tal como están las cosas, los consumidores pueden estar comprando productos que incluyen declaraciones saludables relativas a plantas pensando erróneamente que estas propiedades están científicamente probadas y se ha evaluado su riesgo cuando NO es así.
Un engaño sostenido
La Comisión Europea está reconociendo nada menos que la vulnerabilidad y el posible engaño a los consumidores; y no se queda ahí. También dice que “la industria alimentaria se han beneficiado de la situación actual, ya que han podido seguir usando declaraciones de propiedades saludables en sustancias botánicas sin haber llevado a cabo los ensayos clínicos para avalar el uso de estas declaraciones”. No son anarcobolivarianosanticapitalistas arremetiendo contra una industria alimentaria que vende productos con reclamos sin ninguna evidencia. Es la Comisión Europea la que insinúa que esta situación es una competencia desleal frente a la industria farmacéutica, que tiene que cumplir con requisitos mucho más estrictos para vender las mismas plantas con declaraciones similares.
La propuesta que hacen para arreglar este desaguisado no es sencilla, porque propone “dar una vuelta” a ver si el concepto de “uso tradicional” sirve como aval de eficacia -lo que había rechazado la EFSA, máxima autoridad científica de la UE- y, además, revisar la normativa sobre medicamentos tradicionales a base de plantas ya que pueden estar solapándose y la misma planta o compuesto botánico puede estar tratándose como alimento y como medicamento a la vez. Mal arreglo.
Mientras esta situación siga así, ¿qué puedes hacer tú? Conocer el juego. Si una etiqueta llama tu atención sobre un ingrediente en particular -los exóticos se llevan la palma-, si hace promesas a las que te encantaría aferrarte, si parece demasiado bueno para ser verdad…déjalo fuera del carro. Solo es un artificio que apela a tu pensamiento mágico para condicionar tus elecciones alimentarias. Los alimentos que sí te convienen, como frutas, verduras, legumbres o frutos secos, no llevan reclamos.