Durante la madrugada del domingo y lunes, miles de personas cambiaron las series de televisión en turno por alguna de las transmisiones de la actividad del Popocatépetl que utiliza el Centro Nacional para la Prevención de Desastres (Cenapred) para monitorear en vivo y de forma permanente la actividad del volcán. En pantalla, las explosiones de material magmático y gases que se prolongan durante horas evidenciaron los motivos detrás de la última decisión de Protección Civil de elevar el semáforo de alerta volcánica de Amarillo Fase 2 a Amarillo Fase 3, el último nivel preventivo antes de activar las alarmas ante una posible evacuación.
“Notamos un incremento de la actividad del volcán asociado con el ingreso de un cuerpo de magma desde zonas profundas hacia el edificio volcánico”, explica a EL PAÍS Hugo Delgado Granados, investigador del Departamento de Vulcanología del Instituto de Geofísica de la UNAM. El experto forma parte del Comité Científico Asesor (CCA), un grupo integrado por vulcanólogos e ingenieros que emite opiniones técnicas y aporta información que sirve como base a los órganos de Protección Civil para tomar decisiones al respecto. A pesar del aumento de la actividad, una tendencia innegable en las últimas semanas, Delgado explica que los niveles se mantienen en el umbral conocido desde 1994, cuando el Popo despertó de su largo sueño tras siete décadas de inactividad. “El patrón no ha cambiado; es decir, continúa el incremento de liberación de energía y se ha sostenido a través del tiempo, pero sin rebasar los límites conocidos”.
¿Qué implica el semáforo de alerta volcánica en Amarillo Fase 3?
Si bien la nueva fase del semáforo no supone una emergencia, el aumento a Amarillo Fase 3 implica una revisión minuciosa por parte de la Coordinación Nacional de Protección Civil de las rutas de evacuación, los albergues y el resto de logística para preparar a los poblados aledaños ante otro posible aumento de la actividad del volcán y un hipotético desalojo. “El paso a la Fase 3 significa un cambio muy importante para la Protección Civil, y para la población indica que debe estar atenta a las comunicaciones de la autoridad, conocer los protocolos diseñados para ellos”, detalla Delgado.
Hasta ahora, los dos mayores riesgos asociados con las explosiones vulcanianas del Popocatépetl son la caída de ceniza y los proyectiles balísticos: mientras las cenizas pueden viajar decenas de kilómetros según la dirección del viento dominante, los materiales arrojados por las explosiones, principalmente fragmentos de roca que alcanzan velocidades de hasta 500 kilómetros por hora, pueden caer a una distancia de cinco kilómetros respecto al cráter y causar incendios. De ahí la insistencia del Cenapred de no acercarse al volcán y respetar la distancia de seguridad, fijada en un radio de doce kilómetros.
Desde el inicio del proceso eruptivo actual en 1994, el semáforo de alerta volcánica ha alcanzado el Amarillo Fase 3 en al menos cinco ocasiones, la más reciente en marzo de 2019. Las únicas dos evacuaciones masivas de las poblaciones aledañas al volcán tuvieron lugar en diciembre de 1994, tras la primera gran caída de ceniza en siete décadas, y durante los eventos explosivos de diciembre de 2000, cuando unas 41.000 personas desalojaron su hogar ante el aumento de la actividad volcánica. El semáforo de alerta alcanzó el Rojo Fase 1 durante algunas horas en junio de 1997; sin embargo, no fue necesaria evacuación alguna.
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