Huicholes, tzeltales y tarahumaras de México, aymaras de Perú, chorotegas y guaymíes de Costa Rica, askenazis de Argentina. Una investigación pionera en el mundo, con más de 6.000 personas, trata de determinar la reacción a los fármacos en las poblaciones donde nunca se investigan esos efectos. Se trata de la cohorte más numerosa y con mayor número de etnias estudiada hasta la fecha con ese objetivo. En el trabajo han participado 40 grupos de investigación conformados por más 200 especialistas de diversos países, que han analizado muestras de sangre para determinar, casi demostrar, que una aspirina no sienta igual a un blanco de Noruega que a un indígena mexicano. El color de tez, de ojos, los rasgos físicos que nos hacen únicos, están trazados en el ADN, en cada célula que conforma al ser humano, y eso también influye en cómo reacciona a un medicamento, por la forma en que las enzimas lo metabolizan. La farmacogenética es un campo científico que en los últimos años se ha desarrollado de forma acelerada, pero solo en ciertas regiones del mundo, y en beneficio de poblaciones exclusivas, sobre todo blancas.
“La influencia étnica es uno de los factores relacionados con la variabilidad en la respuesta a los fármacos. Y hay una absoluta falta de conocimiento sobre su especificidad en los pueblos autóctonos”, señala Adrián LLerena, uno de los mayores expertos españoles en Farmacología Clínica y coordinador de la Red Iberoamericana de Farmacogenética y Farmacogenómica (RIBEF), el consorcio que ha aterrizado este programa denominado Mestifar.
La iniciativa tiene el objetivo de impulsar la incorporación del factor étnico en el estudio de la seguridad de los medicamentos y cambiar el enfoque de la medicina personalizada, “que solo llega a las poblaciones más ricas, a los blancos. Los estudios sobre medicamentos se desarrollan en sociedades privilegiadas, excluyendo a las poblaciones indígenas”, asegura Llerena, quien lleva más de 30 años analizando la gran variabilidad interindividual en la respuesta a los fármacos, tanto en lo referente a la efectividad como a la toxicidad, lo que le llevó a cuestionar la adecuación de las dosis estandarizadas usadas globalmente.
“Resulta que las cantidades calculadas y recomendadas lo son solo para ciertos pacientes, y las estamos dando a todo el mundo, provocando efectos adversos. Es un problema de salud pública”, denuncia Llerena, presidente de la Sociedad Española de Farmacogenética y Farmacogenómica (SEFF), y que desde el 2005 lidera una iniciativa para aplicar la medicina personalizada de precisión a las poblaciones de América Latina. “No puede ser que este avance de la medicina solo llegue a los más ricos, alejándonos cada día más de aquellos con menos recursos. La ciencia no puede servir para aumentar la brecha biotecnológica”.
Los resultados de la investigación constataron grandes diferencias, por ejemplo, en la eficacia para eliminar de medicamentos en las diferentes poblaciones. “Algunos grupos mostraron gran incapacidad para eliminar fármacos y otros una capacidad inusualmente acelerada. Lo que evidencia el paradigma absurdo que enfrentamos al manejar la misma dosis para el planeta entero”, destaca el coordinador del proyecto.
El equipo científico estudió durante más de una década los polimorfismos genéticos implicados en las vías principales de metabolismo y eliminación de fármacos como antidepresivos, antihipertensivos, antidiabéticos, entre otros. También se han analizado marcadores moleculares de ancestría para poder realizar la clasificación poblacional.
Partiendo de sus resultados, los científicos suscribieron la declaración Mérida/T´HÓ, la cual proclama la necesidad de considerar el componente poblacional, el entorno sociocultural y la educación del equipo investigador en las investigaciones clínicas. “La formación en valores es fundamental. No se pueden hacer investigaciones en poblaciones con otro entorno sociocultural exclusivamente desde el pensamiento de la medicina occidental”, matiza.
El manifiesto, traducido a lenguas autóctonas de América Latina, maya, miskito, náhuatl y quechua, se presentó recientemente en el Parlamento Europeo. “Fue la primera vez que se exhibió una declaración en lenguas americanas en un ámbito así, lo que dejó entre perplejos y molestos a algunos”, señala Llerena, miembro del Pharmacogenomics Working Party de la Agencia Europea del Medicamento (EMA) y del Consejo de Organizaciones Internacionales de las Ciencias Médicas (CIOMS). Fue en una reunión en Ginebra, donde el médico español comenzó a gestar la idea de una red como RIBEF.
“Debatimos sobre cómo investigar en poblaciones con recursos cuando me di cuenta de que no tenía ningún sentido que nosotros, un grupo de europeos blancos privilegiados estuviéramos decidiendo sobre gente con una realidad muy distinta a la nuestra”, confiesa LLerena, quien decidió entonces colaborar con grupos de investigación latinoamericanos.
El bosquejo de aquella idea derivaría en la celebración de la primera reunión de farmacogenética de América Latina, llevada a cabo en Guadalajara en el 2005. “Y en el compromiso de que el desarrollo científico debe servir para todas las poblaciones del planeta. ¡Fue un verdadero brindis al sol!, celebra el investigador, cuya trayectoria ha estado inspirada por el mexicano José María Cantú. Nombrado Investigador Nacional Emérito por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de México en el 2007, poco antes de su fallecimiento, Chema, como se le conocía en la comunidad, fue un líder pionero y muy querido en el ámbito de la genética humana y medicina bioética de toda América Latina. “Fue él quien sentó las bases de esta investigación”, destaca Llerena.
Con el fin de optimizar el uso seguro de medicamentos en poblaciones autóctonas de recursos limitados, los científicos de la RIBEF también reclaman la consideración del contexto sociocultural en la aplicación de fármacos, desde las creencias y valores, hasta los hábitos y las relaciones sociales. “Especialmente relevante es la cada vez más común coexistencia de la salud entendida según la visión occidental con prácticas de medicina tradicional. Los nuevos medicamentos van a tener que convivir con las costumbres de los pueblos. Nos parezca bien o mal, lo que no podemos hacer los científicos es ignorar esos conocimientos”, declara el investigador.
“El conocimiento tiene que basarse en principios. Sin códigos éticos sobre los que se sustente, la ciencia se convierte en producción industrial y deja de tener sentido”, asegura el líder de la RIBEF, decidido a continuar con el trabajo de su mentor. “Se lo prometí a Chema antes de que muriera”.
El reconocido genetista murió en el 2007, muy pocos después de que le diagnosticaran un cáncer de estómago fulminante.
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