La fotografía es un anacronismo siniestro. Hay cuatro hombres con la cabeza rapada, el otro viste un pasamontañas. Fornidos, con gesto malencarado. Uno de ellos, rostro tatuado, levanta con las dos manos una bufanda con el símbolo de Amanecer Dorado, un partido griego neonazi, considerado organización criminal por la justicia del país heleno. A su izquierda, otro sujeto con barba de chivo y un chaleco militar realiza el saludo romano: el brazo derecho en alto, la palma de la mano extendida; el mismo con el que los oficiales nazis reverenciaban a Adolf Hitler. Otro más viste una camiseta con el Totenkopf, la calavera que representa a las Schutzstaffel, las SS, los escuadrones de la muerte policiales al servicio del genocida alemán. Los ojos de todos están tapados por una tira negra. La fecha: sábado 14 de enero de 2023. El lugar: Ciudad de México.
El pasado fin de semana, Der Stürmer, una banda fascista griega famosa por sus constantes apologías del Holocausto, realizó dos conciertos secretos en Ciudad de México y Ciudad Juárez. Un tercer recital, en Guadalajara, fue cancelado por la presión popular. El evento puso de manifiesto un problema latente pero oculto en México: la presencia, en peligroso crecimiento, de grupúsculos de extrema derecha —antisemitas, racistas, xenófobos— cada vez más organizados. El neonazismo en el país está formado por pequeños colectivos que difunden su ideología principalmente en redes sociales y funcionan con un completo hermetismo sobre sus integrantes y las reuniones que realizan.
“Hay un auge, cada vez más movimientos se declaran neonazis”, apunta Edgar Ortiz Arellano, experto de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y autor del artículo Supremacismo blanco y extrema derecha: amenazas para los Estados Unidos de América y México (2021). Sobre el papel, el nacionalsocialismo, una teoría política que defiende la superioridad de la raza blanca sobre todas las demás, no casa bien con los contextos latinoamericanos, sociedades donde predomina el mestizaje y la multiculturalidad. Sin embargo, “las ideologías de supremacismo blanco son muy fáciles de hilar y aclimatar: cada país, región o grupo social adapta a su conveniencia aquellos principios que considera que son válidos del neonazismo para sus fines personales o colectivos”, explica Ortiz Arellano.
“En el caso mexicano, efectivamente, es a todas luces un absurdo y una contradicción con respecto a nuestra identidad pluricultural. Todos nos asumimos como parte de esta herencia indígena, afrodescendiente y de algunas partes de Europa”, continúa el especialista. ¿Cómo se explica, entonces, que un movimiento político de estas características arraigue en una sociedad como la mexicana? “Por un profundo desconocimiento de la historia. Me parece que los seguidores de estos grupos no están muy claros en el discurso de odio que incluso a ellos mismos les daña. Hay un caldo de cultivo importante también: México tiene 50 millones de pobres, muchos en extrema pobreza; dificultad laboral de colocar a nuestros jóvenes; falta de identidad. También tenemos expresiones neonazis que hablan del orgullo criollo. La sociedad mexicana es muy racista”, responde Ortiz Arellano.
Por el momento, la escena neonazi mexicana no ha alcanzado la relevancia suficiente como para tener fuerza política real, pero eso no la hace menos peligrosa, señala el académico. “La pretensión es extenderse a otros espacios, aún no lo han logrado, pero están en proceso de organización y conformación. El movimiento no ha pasado a la esfera de lo político, pero sí de lo cultural. Tienen una capacidad muy grande de difusión. Basta con meter la palabra ‘neonazi’ en TikTok e inmediatamente aparecen estos grupos. Están teniendo impacto en redes sociales, la Cámara de Diputados [esta semana, como respuesta al concierto de Der Stürmer, se aprobó un punto de acuerdo para condenar cualquier manifestación de odio, supremacismo racial e intolerancia], medios de comunicación… Su estrategia está teniendo éxito: está yendo la gente a los conciertos; los boletos se están vendiendo; están trayendo bandas del extranjero; tienen conexión con grupos internacionales…”.
Los conciertos, punto de encuentro y difusión de ideas fascistas
Para la extrema derecha, los conciertos funcionan como ágoras: puntos de encuentro y difusión de ideas a través de la música, la fiesta y la bebida. Todas las semanas hay recitales de bandas neonazis locales y nacionales; sellos discográficos como Culto Solar Prod, que editan trabajos musicales de bandas de ultraderecha mexicanas. Aunque poco a poco los organizadores también están atrayendo a formaciones extranjeras. En 2022, la empresa Desperados Divission logró traer a los grupos italianos Hobbit y Bronson; a los españoles Irreductibles y Batallón de Castigo y a los estadounidenses Blue Eyed Devils. Todos interpretan música perteneciente al género RAC (Rock Against Communism, Rock Contra el Comunismo), un término que deriva de una serie de conciertos fascistas realizados a finales de la década de 1970 en Reino Unido.
Desperados Divission se encargó por completo de la realización de estos conciertos: contactaron a las bandas, buscaron las salas, hicieron la difusión, organizaron la venta de boletos y manejaron la seguridad de sus eventos. La empresa anunció en su página de Facebook que seguiría trayendo bandas internacionales en 2023, no obstante, luego de que este diario revelara la realización de un concierto para más de 300 personas el pasado 29 de octubre, la actividad en redes sociales de la empresa se detuvo casi por completo. Pero no son los únicos en organizar eventos: el 20 de mayo hay anunciado un recital de Condemned 84, banda inglesa de principios de los 80, una de las definidoras del sonido Oi! (música de la subcultura skinhead, originaria de Reino Unido, fruto de la influencia del pub rock, el punk o el reggae), que aunque aseguran ser “apolíticos”, tienen un oscuro historial vinculado a la extrema derecha. Considerados un clásico en su género, la asistencia puede ser todavía más masiva que la de octubre.
“Los discursos de odio siempre conducen irremediablemente a la violencia. [Un concierto] podría parecer algo inofensivo, pero desafortunadamente la historia nos muestra que este tipo de expresiones siempre terminan en actos de violencia y extremismo, de agresión hacia la sociedad en su conjunto y aquellos que consideran sus enemigos. Es importante que las autoridades no lo toleren ni la sociedad lo promueva, que no se acepte como práctica normalizada”, sostiene Ortiz Arellano. “Si estos conciertos son cada vez más recurrentes es porque tienen asistentes, son motivos de lucro. Se está volviendo una contracultura en ciudades que son de por sí problemáticas”, remata. Entre las opciones favoritas para organizar recitales en la Ciudad de México, el bar San Diablo, en la colonia Roma, es punto de encuentro habitual. La sala albergó el concierto de Der Stürmer, así como una prefiesta para todos los asistentes al concierto El imperio Contraataca, el pasado 28 de octubre, entre otros actos de índole fascista.
“Grupos de choque” y librerías nazis
Unión Nación Revolución (UNR) es una de las principales asociaciones nacionalsocialistas en el país. Al igual que la mayoría de los colectivos en su línea ideológica, se autodefinen como apolíticos, aunque sus pretensiones de “luchar por la justicia social”, “la desintegración del sistema” y “la creación de una nueva aristocracia al más puro estilo helénico”, ponen en duda esa descripción. Se desconoce cuántas personas integran esta formación, aunque a partir de declaraciones de uno de sus integrantes en el concierto del 29 de octubre, se calcula que no superan el medio centenar. A este número hay que sumarle los más de 1.800 seguidores en su página de Facebook. No hay estimaciones de cuántos militantes neonazis activos existen en México.
La insignia de UNR es una rata negra —en honor al símbolo de Groupe Union Défense, una organización de extrema derecha francesa formada en 1968— enfundada en una camiseta con sus siglas. Sus actividades van desde organizar fiestas y conciertos u ofrecer clases de artes marciales a solicitar y recolectar donativos para asilos de ancianos y refugios para perros. Tienen presencia en diversos Estados y sus filas las integran abogados, comerciantes o artistas, entre otras ocupaciones. En su propaganda aseguran no ser de izquierdas ni de derechas, sino simplemente “nacionalistas”. Defienden la idea de la tercera posición, que, según sus trípticos, aboga por una “revolución nacional cuyo verdadero centro es la idea del imperivm de la aristocracia de los mejores por su valor y virtud”.
Una experta que ha investigado este fenómeno pero prefiere conservar el anonimato por seguridad, apunta a dos perfiles diferenciados de neonazis en México: “Grupos de choque”, más desideologizados, sin mucho contenido político, pero con una actitud más agresiva y una alta importancia de la estética radical con símbolos fascistas; y otro sector más intelectual y teórico. El segundo tipo, según la especialista, suele pertenecer a clases más acomodadas, mientras que el primero a estratos más humildes de la sociedad. Coincidiendo con Ortiz Arellano, la investigadora apunta al conservadurismo del país como causa del auge de este tipo de movimientos, pero también a la fuerte militarización de México y a la idea de “la promesa”: “El concepto del tercer imperio, esta promesa de recuperar el territorio que se anexó Estados Unidos (Texas), recuperar el antiguo brillo y la superioridad del imperio azteca”.
Para el perfil fascista más “intelectual”, el punto de referencia en México es la librería Heidelberg, con sede en Monterrey, aunque sin tienda física. Los pedidos se realizan por internet. En su catálogo abundan libros que ellos denominan de “difícil acceso” y de “autores perseguidos, malditos o prohibidos”, como el Manifiesto por un renacimiento europeo, del filósofo francés y fundador de la nouvelle droit (nueva derecha), Alain de Benoist; un diario del primer ministro japonés durante la II Guerra Mundial, Hideki Tōjō, y una recopilación de discursos de Adolf Hitler, entre muchos otros. También han logrado reeditar bajo su propio sello algunos títulos como El hotel de las cuatro estaciones, del ensayista mexicano José Luis Ontiveros. Es común encontrar un puesto de Heidelberg en los grandes eventos de los colectivos de extrema derecha. La librería también colabora en la realización de jornadas de formación en teoría nacionalsocialista.
Los canales de difusión también varían, aunque la mayoría tienen en común que circulan a través de internet. Semana a semana, Rodolfo Rojas, un neonazi del Estado de México, toma el micrófono de El ruido radio, un pódcast casero en el que da su opinión, siempre cargada de tintes fascistas, sobre diferentes acontecimientos políticos y sociales. Tras más de cuatro años, sus emisiones no alcanzan grandes números —los episodios apenas superan las 100 reproducciones—, pero se ha convertido en una fuente de información de los conciertos que se llevan a cabo en diferentes Estados y para escuchar la música de los grupos que se presentarán, melodías que en la mayoría de los casos resulta imposible encontrar en las plataformas comerciales.
Hasta ahora, el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) no ha generado una constancia sobre la existencia de colectivos neonazis en México, sin embargo, reconocen que existen en el país “narrativas de odio supremacistas” que incitan diversas formas de violencia en contra de diferentes grupos sociales. En un comunicado dirigido a este diario, el subdirector de estudios del Conapred, Vidal Emmanuel Cadena Méndez, ha explicado que si bien la libertad de pensamiento y de conciencia, así como el derecho a la libertad de opinión y de expresión, no deberían ser restringidos por ningún motivo, “la emisión de estos discursos no justifica la construcción de organizaciones y la expansión de ideas que promuevan la discriminación, el odio, la persecución o la incitación a la violencia en contra de cualquier grupo históricamente discriminado en México y en cualquier parte del mundo”.
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