Eran las 9.30 de la mañana de este viernes cuando los ciudadanos del centro de Kiev mantuvieron su rutina pese a un nuevo apagón. Otro más, pensaron en una cafetería mientras los empleados siguieron sirviendo desayunos al tiempo que empezaba a rugir el motor del generador que, desde ese momento, les permitía seguir atendiendo a la clientela. Pero las alarmas antiaéreas advirtieron de que no era un corte de electricidad más, sino que la población estaba ante uno de los peores bombardeos sobre el país desde que el pasado 24 de febrero comenzó la invasión, que ha dejado sin suministros esenciales a la mitad de la población. Rusia había lanzado hasta 76 misiles de los que 60 fueron interceptados, según las autoridades de Kiev. La región que alberga la capital fue el principal objetivo con 40 de esos proyectiles. EL PAÍS pudo comprobar cómo uno de los misiles de crucero quedaba partido en dos y sin estallar en las inmediaciones de una de las centrales que abastece de energía a los habitantes.
La capital de Ucrania era atacada de nuevo y miles de personas se veían obligadas a refugiarse en las estaciones de metro, un lugar seguro y accesible donde el servicio quedó interrumpido. Solo habían pasado 48 horas desde que se habían vivido esas mismas escenas durante el lanzamiento de más de una docena de drones suicidas en la mañana del miércoles. Pero no solo Kiev estaba siendo bombardeada este viernes, también una decena de regiones de todo el país. La situación era especialmente complicada en Járkov, región que acoge la segunda ciudad del país. Tres personas resultaron muertas al ser alcanzado un edificio de viviendas en Krivi Rih (región de Dnipropetrovsk), ciudad natal del presidente Volodímir Zelenski. Otra más perdió la vida en Jersón.
Pese a todo, el principal objetivo, como insiste el Ejército del Kremlin en ofensivas constantes desde hace dos meses, ha sido de nuevo el sistema energético del país. Un total de nueve infraestructuras resultaron dañadas, informó el ministro de Energía, Herman Halushchenko. Todo en un momento en que el frío eleva al máximo los picos de consumo energético de la ciudadanía. El bombardeo también obligó a las autoridades a reducir la producción de las centrales nucleares, añadió el ministro, que se refirió a lo ocurrido como “otro ataque terrorista más”.
La empresa estatal Ukrenergo calcula que los bombardeos rusos impiden abastecer a la mitad de la población. En la capital, solo un tercio de la capital dispone de gas y agua, y la electricidad llega solo al 40%, según datos facilitados en la tarde del viernes por el alcalde, Vitali Klitschko. Los cortes en el suministro de agua, luz y gas se suceden por todo el país mientras las empresas encargadas de restablecer el servicio cada vez sufren más por la sucesión de los ataques. El principal objetivo es atender las necesidades de las infraestructuras consideradas críticas, como son hospitales, estaciones de bombeo de agua y las plantas encargadas de calentar el agua. En algunos casos, como también ocurrió este viernes, los bombardeos tumban las comunicaciones a través del teléfono móvil.
Rusia lanzó, desde el mar Caspio o el mar Negro, un total de 76 misiles de los que 60 fueron interceptados, según informó el general Valeri Zaluzhni, máximo jefe del Ejército local, a través de la red social Telegram. La mayoría (72) eran misiles de crucero modelo Kh-101, Kh-22 y Kalibr mientras que los otros cuatro eran misiles guiados del tipo Kh-59 o Kh-31P. La alta efectividad en la defensa fue gracias a los sistemas antiaéreos, que Ucrania ha ido mejorando ostensiblemente con la ayuda extranjera a lo largo del conflicto, y el trabajo de los efectivos de las Fuerzas Terrestres.
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El principal destino del bombardeo fue la región de Kiev, hacia donde fueron lanzados 40 de los misiles, de los que 37 fueron derribados antes de alcanzar su objetivo, según el portavoz militar de Kiev, Mijailo Shamanov. En los alrededores de una de las centrales que abastece de energía la capital, un grupo de militares celebraba el haber logrado alcanzar en el aire un misil de crucero. Cayó sin estallar a una finca próxima a esas instalaciones del barrio de Troieshchina, en el noreste de la capital. Varios artificieros analizaban los restos del proyectil, que quedó partido en dos, tras haber acordonado la zona.
Las autoridades lanzaron nuevamente un mensaje de advertencia y comprensión a la ciudadanía, pues el sistema energético sigue muy dañado y no da tiempo a llevar a cabo las reparaciones de emergencia necesarias. Seis horas después del ataque, el metro seguía sin retomar su actividad en Kiev. En sus estaciones, habilitadas después de todos estos meses con sillas para facilitar la espera durante las alarmas, cientos de personas se agolpan en los recibidores y escaleras. Algunas personas siguen trabajando desde allí con sus ordenadores portátiles. Tampoco funcionaban tranvías y trolebuses, cuyas líneas estaban siendo sustituidas por autobuses en una ciudad donde hace días que se ha impuesto la presencia de la nieve.
El de este viernes ha sido uno de los mayores ataques lanzados por Rusia desde que el 10 de octubre adoptó la estrategia de emplear el frío como arma. Desde entonces, en una decena de ocasiones ha bombardeado de forma masiva diferentes regiones de Ucrania con el objetivo de dejar a la población sin suministro de luz, agua y gas. Todo ocurre cuando el país se adentra en las semanas más frías del año y los destrozos causados por esos ataques mantienen el sistema energético funcionando solo a medias.
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