Siete detenidos por el asesinato de Fuenlabrada: una emboscada en un concierto de máximo riesgo | Madrid

El asesinato de Sailer Huraldo Mesa, el joven dominicano de 21 años tiroteado en Fuenlabrada (Madrid) en octubre de 2022, tuvo como banda sonora el rap del cantante Rochy RD. Los autores del crimen esperaron al final de ese concierto en una discoteca en un polígono de la localidad para atacar. El origen de esa agresión fatal se sitúa en una actuación anterior de ese mismo intérprete, cuyos espectáculos son considerados de alto riesgo en España. El 11 de septiembre, un mes antes del homicidio, varios pandilleros se habían enfrentado en otro de sus conciertos en la sala Shoko, en el centro de Madrid. Ese día la sangre no llegó al río, pero los Dominican Don’t Play (DDP) juraron que no quedaría así. Y esperaron a la siguiente fecha de Rochy en España para acabar lo que consideraron que habían dejado a medias.

Esa es la reconstrucción que hacen los investigadores de este asesinato, por el que acaban de detener a siete implicados, dos de ellos menores, tras siete meses de pesquisas en la que han ido trazando la cronología entre concierto y concierto. Este ha sido el desenlace de la Operación Sauco, bautizada así por la calle en la que sucedieron los hechos, Luis Sauquillo. Los siete son miembros o guardan relación con los DDP, mientras que la mayor parte de los seguidores de Rochy RD muestran en las redes su afinidad o pertenencia a su banda enemiga, los Trinitarios.

En la investigación han trabajado el Grupo V de homicidios y la Brigada Provincial de Información, que cuenta con tres grupos dedicados exclusivamente a seguir a las bandas juveniles. Los detenidos forman parte del coro, como llaman ellos a los grupos en los que se organizan, del barrio de Campamento (distrito de Latina).

Esa noche del 3 de octubre, la policía había coordinado un dispositivo especial de vigilancia porque sabía que era una cita de riesgo elevado. Los agentes se reunieron horas antes con los organizadores del espectáculo e inspeccionaron la sala Caña Brava. También permanecieron apostados en las inmediaciones de la discoteca hasta que los últimos clientes hubieron abandonado el local, pasadas las cinco y media de la mañana de ese lunes. Sobre esta hora, con el local cerrado y los últimos clientes alejándose perezosamente del establecimiento, se dio por concluido el despliegue. Todo parecía haber ido bien, sin sobresaltos. En un coche aparcado en la puerta, de hecho, varios empleados dormían agotados por una noche de intenso trabajo, a la espera de que los responsables acabaran de hacer la caja y les acercaran de vuelta a sus casas.

A eso de las seis menos cuarto, Sailer y otros amigos apuraban los últimos minutos de una noche de fiesta en un banco a unos metros de la entrada a la discoteca. La figura de Sailer, corpulento y de casi dos metros de altura, destacaba en la penumbra. Esa misma figura había llamado la atención de muchos dentro de la sala, porque permaneció buena parte del concierto encima del escenario, porque conocía a uno de los miembros del equipo artístico, explica uno de los organizadores, que recuerda al chico justo detrás del cantante.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.

Suscríbete

Tal vez esa estatura y esa posición visible o el hecho de que fuera el último asistente en la calle marcaron su sentencia de muerte. Un grupo se acercó y atacó a sus objetivos. El pistolero no falló con un tiro certero que mató casi al instante a Sailer, al que también hirieron en la cabeza con un arma blanca. Los otros tres asistentes al espectáculo que se quedaron en la puerta con él resultaron heridos, uno también por disparos y otros dos por cortes con cuchillos.

El grupo de agresores llegó y se marchó en una furgoneta, que dejaron abandonada en una calle cercana a la discoteca después del crimen. Los policías peinaron el municipio durante días hasta que dieron con una en la que la matrícula parecía modificada. Después de algunas comprobaciones, determinaron que era ese el vehículo utilizado en el asesinato y que las placas de las matrículas habían sido manipuladas. Fue la inspección de esa furgoneta la que comenzó a arrojar un poco de luz a la oscuridad que rodeaba el homicidio de Sailer.

La víctima era hijo de un exalcalde de un municipio de República Dominicana, Tamayo, y no residía de forma permanente en España. Era un gran aficionado al baloncesto y se hacía llamar en las redes sociales como el jugador de la NBA Giannis Antetokounmpo. A falta de la entrega del cuerpo por el estado de la investigación, sus allegados le rindieron homenaje en la iglesia del barrio de Delicias, en Arganzuela, pocos días después del crimen, en un funeral plagado de camisetas con la cara de Sailer y rodeado una potente presencia policial para prevenir altercados. El día de Reyes, Sailer fue enterrado con honores y una gran procesión en su localidad natal, en República Dominicana.

Meses después del homicidio, Rochy RD volvió a ser contratado para actuar en Madrid, esta vez en un local de Chamartín. Una decisión de la que el gerente del local se arrepintió con creces porque se vio obligado a doblar la seguridad y muchos de sus clientes habituales cancelaron sus reservas. Los fieles seguidores de Rochy se acercaron al hotel en el que se hospedaba, pero no pagaron la entrada para verle. Esa vez no hubo enfrentamientos de pandilleros. La venganza ya se había consumado.

Suscríbete aquí a nuestra newsletter diaria sobre Madrid.

Enlace a la fuente