El tiempo es oro en la operación para salvar Credit Suisse. Según ha informado el Financial Times este sábado, el Gobierno suizo está dispuesto a permitir que UBS se salte algunas reglas para que la fusión entre las dos mayores entidades del país pueda hacerse realidad cuanto antes. Concretamente, el Ejecutivo pondría en marcha medidas de emergencia para que UBS pudiera ignorar la obligación de dar un periodo de consulta de seis semanas a los accionistas.
Los mercados han demostrado en la última semana su capacidad para provocar el colapso bursátil de aquellas entidades sobre las que existe desconfianza. Y Credit Suisse está ahora mismo en esa situación: como era de prever en medio del mar de noticias negativas, la salida de depósitos del banco se está acentuando, una rueda difícil de parar cuando empieza a girar. Según el FT, las salidas de depósitos superaron los 10.000 millones de euros al día a finales de la semana pasada.
Ante esa masiva retirada, la búsqueda de un acuerdo antes de que las Bolsas abran el lunes cobra más importancia. Un fracaso del mismo provocaría, probablemente, un nuevo batacazo bursátil en un momento ya de por sí delicado para el sistema financiero por la fragilidad de la banca regional estadounidense. Este sábado se han reproducido las reuniones. En Berna, la capital del país, el Consejo Federal suizo mantuvo un encuentro de emergencia sobre la que no han querido pronunciarse sus participantes, según informa la prensa local.
Aunque sus sedes en Zúrich están separadas por solo unos metros, los dos mayores prestamistas suizos llevan trayectorias opuestas. Mientras UBS ganó más de 7.000 millones en 2022, Credit Suisse perdió una cantidad similar. Su valor en Bolsa es dispar: 56.000 millones frente a 7.000 millones aproximadamente. Y en volumen de activos UBS cuenta con 1,1 billones y Credit Suisse con 574.000 millones.
El tamaño de la transacción trasciende las fronteras helvéticas. Según el FT, los reguladores de EE UU, el Reino Unido y Suiza están estudiando la estructura legal del acuerdo. UBS está en una posición de fuerza en la negociación porque asume el riesgo de acudir al rescate de Credit Suisse, por lo que busca obtener ventajas en las reglas de capital que aplican para los bancos más grandes del mundo. Y ante el temor de que Credit Suisse, tras años de escándalos y pérdidas en sus resultados, oculte todavía algún muerto en el armario, reclama garantías de que le cubrirán futuros gastos legales. Solo en 2022 Credit Suisse ya reservó 1.200 millones para esa partida, y según sus cálculos la cantidad total en investigaciones y casos legales no resueltos podría suponer el doble.
Según la agencia Reuters, UBS estaría buscando obtener garantías del Gobierno por valor de 6.000 millones de dólares (5.600 millones de euros), y la fusión supondría 10.000 despidos.
UBS se ha beneficiado de la debacle de Credit Suisse captando muchos de los clientes que han huido del banco, que en un momento de incertidumbre la han elegido como destino natural al ser la entidad más grande del país, pero a la vez, una crisis bancaria que dañe la reputación del sistema financiero suizo, y amenaza con provocar un efecto contagio, también podría convertirle en víctima.
Las discusiones aceleran solo dos días después de que la Banca Nacional de Suiza aceptara conceder préstamos a Credit Suisse por hasta 50.000 millones de euros. El rescate público fue interpretado en un principio por los inversores como un potente salvavidas que ahuyentaría los miedos a corto plazo, después de que su principal accionista, el Saudi National Bank, lanzara un jarro de agua fría al anunciar que ya no aportaría más fondos,. Sus títulos recuperaron buena parte del terreno perdido en la sesión del jueves, el día en que se conoció la inyección de liquidez, pero las dudas no tardaron en regresar, y el nuevo desplome de la acción el viernes, del 8%, que arrastró a los principales índices bursátiles de Europa y EE UU, dejó claro que la percepción sobre el banco seguía lejos de ser positiva.
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