Estados Unidos se ha familiarizado desde hace algunas semanas con el nombre de Donna Kelce. La mujer se convertirá este domingo en la primera madre que ve a dos hijos enfrentarse en un Super Bowl. Kelce se ha hecho famosa dando entrevistas con un jersey dividido con los colores de los dos equipos que defienden sus hijos: Jason, un veterano tackle defensivo con 176 juegos para los Eagles de Filadelfia y Travis, el receptor estrella de los Chiefs de Kansas City, el segundo jugador con más recepciones y yardas en playoffs. Los Kelce han explotado la oportunidad que les da aparecer en el juego deportivo con mayor audiencia del país con un pódcast en Youtube. Su historia ha dado este año un toque fraternal a la final de la NFL en Arizona, una liga conocida por encontrar épica en su dureza.
Sobre el papel, la Super Bowl LVII es una de las finales más cerradas de los últimos años. Es la sexta ocasión en 23 años en la que se verán las caras los mejores equipos de la temporada. Kansas conquistó la liga Americana con 16 triunfos y 3 derrotas. Filadelfia tuvo el mismo récord en la conferencia Nacional. Esta edición, sin embargo, enfrentará dos estilos de juego con sus mejores plantillas. Ninguno de los bandos ha informado de lesiones o ha apartado jugadores. Kansas City hará su tercera aparición en un Super Bowl en los últimos cuatro años. Su principal arma es su estrella, Patrick Mahomes, quien empatará este domingo a Tom Brady como el primer quarterback que juega tres finales en su primer lustro en la liga. Con Brady en el retiro, la NFL mira en Mahomes, de 27 años, al heredero del título de mejor jugador de su generación. Este domingo intentará conquistar en el estadio State Farm de Glendale, y ante unos 65.000 espectadores, su segundo anillo de campeonato.
En otras circunstancias, Mahomes, nombrado el jueves el jugador más valioso de la temporada (su segundo MVP), y los suyos serían los amplios favoritos del encuentro. Los expertos en el fútbol americano, sin embargo, han mostrado cautela en los pronósticos. Los Chiefs tendrán frente a ellos a un equipo que impuso esta temporada un récord histórico tras anotar por tierra 39 touchdowns. La marca anterior había estado en pie durante casi un siglo. El mayor anotador del equipo es su lanzador, Jalen Hurts, de 24 años, un fenómeno que cuenta con 13 anotaciones. El corredor Miles Sanders tiene once. Boston Scott, una de las piezas que conforman este ataque, describió esta semana ante los periodistas este estilo terrestre: “Es muy físico. Explosivo. Sólido. Es una máquina”.
Las apuestas tienen como favorito a los Eagles con un marcador cerrado. Filadelfia consiguió en 2018 su único título de la NFL frente a los Patriots de Brady (41-33). Este viernes, en lo que ha sido el último entrenamiento para ambos equipos, el entrenador Nick Sirianni se enfocó en trabajar el cierre del partido, en la segunda mitad y después de lo que será una larga pausa tras el espectáculo de medio tiempo en manos de Rihanna. Sirianni quiere mantener aceitada la maquinaria defensiva que ha hecho a la organización una de las más balanceadas. Los defensivos de los pájaros, como llaman los fanáticos a las Eagles, han conseguido en la temporada 78 capturas, la tercera mejor marca en una temporada. Esto es una amenaza latente para Mahomes, uno de los lanzadores que más espera antes de lanzar el balón, unos 2,6 segundos en promedio.
Andy Reid, el entrenador de Kansas (y antiguo coach de Filadelfia entre 1999 y 2012), dedicó la última jornada de preparación a trabajar dentro de la zona roja, las últimas 10 yardas de la ofensiva antes de la zona de anotación. Es en esa franja donde Kansas deberá explotar las variantes de su ataque. Desde las recepciones de Kelce, uno de los mejores jugadores para zafarse de la marca, y Marques Valdes-Scantling, quien busca extender su racha de anotaciones a tres partidos consecutivos. El veterano corredor Jerick McKinnon también culminó una gran temporada en la que sumó seis partidos seguidos atrapando balones de Mahomes en la zona de touchdown. La ofensiva tuvo este año sangre nueva. El novato Isaiah Pacheco logró más de 85 yardas por tierra en la postemporada, convirtiéndose en una de las armas principales cada vez que Kansas corre el balón.
Dos quarterbacks negros
Jalen Hurt se convertirá este domingo en el octavo jugador afroamericano que disputa una Super Bowl. La edición LVII será la primera vez en que dos mariscales de campo negros lideren como titulares a sus equipos en la final de una liga que tiene una problemática historia con los temas raciales. Mahomes, hijo de un padre negro y madre blanca, se convirtió hace cuatro años en el tercer jugador de color que conquistó el trofeo Lombardi. Primero lo hicieron Doug Williams, quarterback de los Washington Redskins en 1988 y Russell Wilson, la estrella de Seattle, quien lo consiguió en 2014 propinando una paliza a Denver (el equipo para el que juega ahora).
Durante décadas, la mayoría de los lanzadores estrella de la liga fueron jugadores blancos. Los talentos colegiales que llegaban a la NFL en la posición de quarterback eran rotados por los entrenadores o dueños de los equipos a otras posiciones de ataque, como corredores o receptores. Pero los tiempos han cambiado. Hoy hay una decena de titulares negros en los 32 equipos de la liga. Y este domingo se enfrentarán los dos mejores. Hurt quedó en segundo puesto en la votación del más valioso de la liga tras Mahomes. Sus números son impresionantes: es el tercero en la historia que lanza una temporada con más de 35.000 yardas por aire, más de 20 pases de anotación y más de 10 anotaciones por tierra. Solo uno de ellos hará historia en Arizona.
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