En agosto Tariku Novales tomó dos decisiones que, cuatro meses más tarde y un maratón, cree que le han cambiado la vida.
Cuando la federación española de atletismo le comunicó que por falta de resultados había perdido el derecho a vivir becado en la residencia Blume, Novales, de 24 años, habló con su amigo del alma, el saltador de longitud Héctor Santos, que se fue a vivir a Guadalajara cuando también dejó la Blume. Allí se entrena con Iván Pedroso y comparte piso con Jordan Díaz, el plusmarquista nacional de triple salto. Santos le dijo que justamente se estaban cambiando a una casa más grande, demasiado cara para dos, pero que para tres estaría genial. “Hice cuentas y vi que era lo mejor”, dice Novales, dos días después de correr el maratón de Valencia en 2h 7m 18s, el mejor español de la carrera, por delante del plusmarquista nacional, Ayad Lamdassen, la mínima para el Mundial de Budapest en el bolsillo, el resultado, el tiempo, que le convence de que da pasos buenos hacia la madurez. “Nos llevamos muy bien. Fue una decisión muy acertada. Necesitaba un cambio de aires”.
La convivencia en el que podría ser considerado el piso de los campeones puede ser una de las claves de su maratón de Valencia, pero quizás más importante fue la segunda decisión que tomó en agosto, cuando tomó un avión y se fue a Etiopía unos meses, un cambio de aires más radical aún. “Ya había ido a Etiopía otras veces, pero nunca a entrenarse tanto tiempo, y el viaje no solo fue para entrenar, sino para reencontrarse con sus raíces y con las raíces de lo que más le gusta, que es correr”, dice Juan del Campo, su entrenador en Madrid desde que Novales, adoptado por una familia gallega cuando era un niño, llegó de Galicia a la capital a los 18 años, un gran talento juvenil. “El tener que dejar la Blume le había hecho reflexionar, ‘si solo me gusta esto, si solo me gusta correr, tengo que dar un giro, tengo que ponerme las pilas”.
“Se instaló en Addis Abeba y todos los días cogía un autobús para ir a entrenar en las afueras, e hizo entrenamientos durísimos a 2.700m de altitud, semanas de 230 kilómetros, tiradas de 25-30 kilómetros a 312m, salidas de trail running por caminos agrestes…”, dice Nacho Barranco, atleta y periodista, y amigo. “Y pensaba alargarlo más, pero temió haberse lesionado en la cabeza del fémur y volvió a España a finales de noviembre para que le tratara el fisioterapeuta”.
Ángel Basas, el fisioterapeuta de la federación, le dijo que no tenía nada roto, pero sí un buen edema, y le dio solo un 20% de posibilidades de poder correr el maratón. “Estaba cojo, corrió el maratón cojo, y cómo lo corrió”, dice Del Campo. “Demostró su gran personalidad. Es un valiente, un osado, cuando corre le hierve la sangre. Estaba cojo y salió a correr el maratón a 3m el kilómetro. Es muy fácil decir creo que puedo, hay que hacerlo. No es lo mismo creerlo que hacerlo. Hay que salir y hacerlo. Se trata de poder, no de soñar”.
Así, en Valencia, floreció, por fin, el talento de uno “nacido para correr”, en expresión de Barranco. De la generación de otro gran atleta gallego, Adrián Ben, finalista olímpico y mundial de 800m, y del mediofondista salmantino Mario García Romo, en 2017 Tariku Novales logró la medalla de plata en los 5.000m de los Europeos júnior. Solo le superó Jakob Ingebrigtsen, el genio noruego que ya es campeón olímpico. “Tiene un talento deportivo que captamos a la primera, nada más llegar a Madrid. Un talento natural brutal para correr largo, para el asfalto, no para la pista. Con las distancias cortas puedes entretenerte, le dije, pero dime qué diferencia hay entre correr los 5.000m en 13m 50s o 13m 40s, y te has pasado tres años para conseguirlo”, dice Del Campo, a quien solo le frustra de Novales, “un joven muy inteligente, muy imaginativo, creativo, con muchas ideas, con una gran facilidad intelectual”, que no haya seguido estudiando después de terminar el bachillerato. “Y empezamos ya a entrenarle para ser corredor de fondo, para aprender a beber en carrera, a dormir, estrategias nutricionales, perder peso…”
Tariku Novales quiere llevar una vida de corredor africano, lo que quiere es correr, lo que le gusta, y esa vida lleva, con un buen maratón ya en su haber, aunque dos días después aún no pueda dar dos pasos sin muletas, el precio del valor.
Puedes seguir a EL PAÍS Deportes en Facebook y Twitter, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.