Maestras, estudiantes y vecindario del Colegio Público de la pedanía de Santa Engracia, en el municipio de Tauste, en Zaragoza, durante el curso 2020-21, se ilusionaron con la idea de preparar una guía turística sobre su bosque. Un pinar que rodea el colegio y el pueblo de Santa Engracia.
No parten de cero, tenían experiencia. Los escenarios de aprendizaje que venían definiendo y utilizando daban muestras de su viabilidad y, a la vez, de su compromiso con el entorno natural y urbano más próximo. La apuesta que hacían por el desarrollo sostenible era evidente. Participaban de los objetivos y modos de actuación de una iniciativa pedagógica colectiva denominada Escuelas Transformadoras. Esta iniciativa responde a una de las acciones desplegadas por el Observatorio de Cooperación para el Desarrollo y la Educación para la Ciudadanía Global en la provincia de Zaragoza, vinculado a la Agenda 2030 de Naciones Unidas. Los centros educativos son considerados el “eje de un proceso de cambio para la transformación social, conectando con la realidad de su entorno más próximo”.
Amaya Pola, maestra y directora del colegio, después de conversar con sus estudiantes, nos traslada algunos diálogos de los muchos que mantuvieron durante la elaboración de la guía turística de su bosque. Nos sitúa en un escenario diferente al aula y externo al colegio, en un entorno más natural y abierto a la incertidumbre: el bosque.
– Alicia Pola (alumna de cuarto de primaria): profe… veo muchos pinos. El pino debería entrar en la investigación. Me lo pediré yo. Es un árbol que me gusta mucho.
– Amaya Pola (maestra): Podemos incluir también esa otra planta que crece en la copa del pino ¿Alguien sabe cómo se llama?
– Elba Vidal (alumna de quinto): Creo que es el muérdago, o por lo menos se parece mucho.
– Christopher Castillo (alumno de tercero): Mirad estas florecicas que hay en esta zona… son muy moradas.
– Amaya Pola: ¿Alguien sabe cómo se llaman? Yo no lo sé ¿Qué hacemos entonces para saber su nombre?
Forman corros y hablan entre ellos valorando qué hacer, a quién dirigirse, dónde buscar…
– María Quintana (alumna de tercero): Yo creo que Cristina Vilas (otra de las maestras) lo sabrá. Se lo podemos preguntar.
– Christopher Castillo: Además, creo que tiene una aplicación en el móvil que es muy chula.
– Elba Vidal: Podemos hacerle una foto y enseñársela a mi madre, igual ella lo sabe.
Elba Vidal es hija de Estrella Morata. “Nuestra experta en plantas” —comenta Amaya Pola— “Es una madre que nos ayuda en las tareas de reconocimiento e identificación”.
Durante dos jornadas recorren el bosque. Se sorprenden y muestran su alegría cuando descubren nuevas especies de animales y plantas. Las identifican, nombran correctamente y asocian a su nombre científico.
Algunas eran más familiares, aunque sabían muy poco de su crecimiento y funcionalidad. En ocasiones se lo comentaban a Morata (la madre de Elba). “Era importante contar con expertos que les ayudaran en esa tarea de identificación y si, además, eran de la comunidad educativa y vecinal, mejor que mejor”, nos dice su maestra Engracia Amaya.
El trabajo de investigación, que incorporaba una determinada estructura y la responsabilidad de su desarrollo, estaba distribuida entre todos los estudiantes, según las diferentes especies encontradas. Cada alumno realizaba su trabajo de indagación y catalogación y añadía las fotografías hechas en el recorrido. Al final, se presentaba y defendía ante el resto del grupo y la documentación generada engrosaba la base de conocimientos del proyecto La Ruta del bosque.
Transformar una tarea de observación del entorno en aprendizaje académico de calado exige la puesta en marcha de nuevos escenarios formativos. Hay que transcender el formato habitual de un grupo de estudiantes sentados en pupitres, con la principal actividad de escuchar, en silencio, las clases impartidas por profesores, de acuerdo con un programa estándar, adoptado como único referente en la evaluación de los aprendizajes. Definir y desarrollar nuevos ambientes que procuren seguridad a los docentes y transmitan confianza a las familias; de ahí, en gran parte, su complejidad. Nuevas formas de enseñanza y aprendizaje avaladas por la reflexión contrastada, sometidas a revisión profesional y pública y conscientes de su significado.
“Las escuelas necesitan cambios profundos, en sus modelos de organización y funcionamiento, en sus entornos educativos, para que alumnos y docentes construyan juntos procesos de aprendizaje y formación”, afirma António Nóvoa, presidente del comité de investigación y redacción de la Comisión Internacional sobre los Futuros de la Educación de la UNESCO. Uno de los valores de La Ruta del bosque es haber creado y consolidado un escenario estrechamente vinculado a los intereses de sus estudiantes, donde abordar temáticas de relevancia comunitaria y relacionadas con los grandes problemas de la humanidad. Algo muy prometedor para hacer valioso y viable un cambio.
El CEIP Santa Engracia es un centro rural que, como otros muchos, siente la pérdida de población. “Muchos de nuestros ciudadanos del ámbito rural de Aragón están defendiendo su derecho a tener la oportunidad de vivir en sus pueblos con un trabajo digno y con los servicios necesarios para poder desarrollar un proyecto de vida”, comentan las maestras Amaya Pola y Cristina Vilas. Era importante generar y afianzar con el proyecto sentimientos de identidad local sin dejar de reivindicar iniciativas públicas de mejora de los servicios.
Uno de los propósitos de La Ruta del Bosque era conseguir que la comunidad educativa, compuesta prácticamente por todos los vecinos de Santa Engracia, considerase el colegio y su tarea formativa un recurso identitario. “Contamos con una comunidad abierta y siempre dispuesta a trabajar por y con nosotras y, sobre todo, por y con el alumnado. Lo que hacemos tiene para todos mucho sentido”, manifiesta la directora Amaya Pola. El lingüista, filósofo, crítico social y activista político estadounidense Noam Chomsky, al hablar del bien común, reconoce el sentido y pertinencia de este propósito: “Los seres humanos somos seres sociales, y el tipo de persona en la que nos convertimos depende de manera crucial de las circunstancias sociales, culturales e institucionales de nuestra vida.”
Durante la puesta en marcha del proyecto La Ruta del Bosque asistían al colegio 24 estudiantes de Educación Infantil y Primaria, organizados en 3 espacios (el aula de Educación Infantil, otra de 1º a 4º de Educación Primaria y una tercera de 5º y 6º). Tres son las maestras que, con diferentes funciones de organización y docencia, trabajaban en el centro; dos de ellas (Amaya Pola y Cristina Vilas) lideraron el desarrollo del proyecto en las tres aulas.
Observaron que los contenidos de algunas de las áreas eran redundantes y obstaculizaban el trabajo conjunto entre estudiantes de distintos niveles. Esta reiteración temática les hizo plantearse otros formatos de acercamiento a la realidad que asegurasen, eso sí, el interés del alumnado, las condiciones de un aprendizaje de calado y el desarrollo de metodologías activas centradas en el estudiante (el aprendizaje basado en problemas, el trabajo cooperativo y los grupos de discusión, entre otras); facilitando la implicación del aprendiz en su propio desarrollo.
Todas estas exigencias las llevaron a plantear la reorganización curricular de áreas y aprendizajes formales e informales al servicio del descubrimiento e identificación de las especies que habitaban su bosque. Debían sentar, al tiempo, bases firmes para el desarrollo de comportamientos de cuidado y desarrollo sostenible.
Adoptaron como núcleo organizador el bloque de contenidos Los seres vivos del Área Ciencias de la Naturaleza y pusieron en relación todos sus componentes, contenidos, criterios de evaluación, competencias clave y estándares de aprendizaje, junto a sus distintos niveles de desarrollo, con los de Ciencias Sociales, Lengua, Matemáticas, Educación Artística… Incorporaron, además, los Objetivos de Desarrollo Sostenible: ODS3 Salud y Bienestar, ODS4 Educación de Calidad, ODS11 Ciudades y Comunidades Sostenibles, ODS13 Acción por el Clima y ODS15 Vida de Ecosistemas Terrestres. El producto final sería confeccionar una ruta “turística” para la visita del pinar que rodea el colegio.
En el curso anterior ya habían elaborado una guía turística del pueblo que hacía referencia a la historia de Santa Engracia. Lugares arquitectónicos y naturales clave se enlazaban a códigos QR con información. Les parecía una buena idea continuar con esa lógica curricular de elaboración de una hoja de ruta sobre su entorno y aplicarla, en este caso, a la visita de su bosque.
Conocemos ya las ideas marco que dieron sentido al proyecto, nos queda por describir su estructura, su desarrollo e integración en la cotidianidad del trabajo escolar, referencias de indudable interés a las que le dedicaremos la próxima entrada de este blog.
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