Sevilla es una ciudad acostumbrada a las altas temperaturas, pero su capacidad de resiliencia se ha puesto a prueba en los últimos años con unas olas de calor cada vez más tempranas y más prolongadas. “Por el día, aún, pero las noches son insoportables”, era la frase más habitual entre los sevillanos el pasado julio, cuando el termómetro se estancaba en los 40 grados tras la puesta del sol. La capital andaluza se ha propuesto convivir con los efectos del cambio climático con medidas urbanísticas y medioambientales que permitan a los vecinos mitigar su impacto. “No basta con poner toldos, estamos en una posición geográfica que nos obliga a adoptar actuaciones concretas”, advierte su alcalde, Antonio Muñoz.
Materiales de construcción y árboles adaptados al entorno, muros vegetales, entoldado específico, la instalación de fuentes urbanas y la recuperación de los arroyos y ríos que atravesaban las calles en su diseño antiguo o el rescate de la tecnología que en 1992 permitió crear el famoso microclima de la Expo a través de sistemas de evapotranspiración, son los elementos con los que el Ayuntamiento hispalense, de la mano de la cátedra de Confort Climático de la Escuela de Arquitectura (ETSA) de la Universidad de Sevilla, deje de ser uno de los hornos del Guadalquivir. “Se trata de un proceso reflexivo y científico, que no es oportunista, en el sentido de que no busca resolver inmediatamente el problema, sino que se pretende desarrollar una estrategia para toda la ciudad, con soluciones aplicables de manera específica a cada uno de sus barrios, en función de sus circunstancias”, explica Ramón Pico, director de la ETSA y responsable de la cátedra.
Este proceso comenzó hace un año con un exhaustivo estudio para analizar a través del satélite las temperaturas reales de cada calle y cada zona de la ciudad y su evolución a lo largo del día. Esa información científica se complementó con otras lecturas multidisciplinares de expertos en Ingeniería, Arquitectura, Biología, Geología y una aproximación histórica. En la cátedra trabaja un equipo de 40 investigadores de la ETSA, de la Escuela de Agrónomos, las facultades de Psicología, Medicina o Biología y personal del departamento de Parques y Jardines del Ayuntamiento. “Era importante conocer cómo la ciudad ha ido gestionando la adaptación al calor a lo largo de la historia y hemos descubiertos textos del siglo XV, en concreto uno de 1418 en el que ya se dividía Sevilla en zonas en función de la temperatura”, indica Pico. “Cuando hablamos de la sostenibilidad y resiliencia de las ciudades, es importante subrayar la importancia de recuperar las tradiciones adaptativas, especialmente las comunitarias, que la sociedad moderna ha ido dejando pasar”, abunda.
“La ciudad moderna ha perdido muchas tradiciones adaptativas que hacían que la ciudad por sí sola se acomodara algo mejor a la temperatura y es importante recuperarlos”, insiste Pico. En ese sentido, recuerda que la instalación de porteros automáticos en las viviendas ha hecho que se pierda la costumbre de tener las puertas de las casas abiertas, lo que permitía que el fresco que se generaba en los patios saliera al exterior. “En los patios la temperatura es hasta 15 grados inferior”, apunta Pico. “La suma de la recuperación de esa tradición y la nueva tecnología puede permitir mejorar la situación de los ciudadanos. Son cosas que parecen pequeñas, pero que, sumadas, contribuyen tremendamente a que la temperatura mejore”, subraya Pico.
Además de los factores históricos, también se ha estudiado la morfología urbana, el grado o nivel de blancura de los materiales de cada calle, cómo responde la vegetación en cada barrio y cómo afecta la tecnología contra el cambio climático en el patrimonio a la hora de diseñar y utilizar distintos pavimentos, revestimientos o entoldados. Tras este análisis, la cátedra ha identificado tres zonas en las que actuar a modo de proyecto piloto para aplicar a lo largo de 2023 las medidas que han diseñado con el objetivo de extenderlas en el futuro al resto de la ciudad.
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Casco antiguo, ciudad moderna y periferia
Los puntos elegidos también representan distintos modelos urbanos, cada uno con su propia idiosincrasia, que permitirán adaptar mejor las soluciones a espacios concretos. Uno de ellos es el barrio de San Julián, enclavado en el casco histórico de Sevilla, que mantiene el diseño tradicional de calles estrechas y que alberga hitos patrimoniales fundamentales como la muralla almorávide del siglo XII. “Aquí podemos abordar un problema que tiene el centro que se denomina efecto isla de calor, que hace que la temperatura sea más intensa que en la periferia, sobre todo durante la noche, donde el calor se acentúa”, indica Pico.
El segundo enclave elegido es la avenida Hytasa y el barrio aledaño de Amate, lo que se considera ciudad consolidada en la periferia. Allí se podrá actuar en un barrio en situación de vulnerabilidad —Amate es uno de los más deprimidos de España―. “Nos interesa estudiar el propio trazado de la avenida y la zona colindante para poder mejorar sus condiciones”, apunta el arquitecto. Por último, se ha escogido el parque Guadaíra, a las afueras de Sevilla, que integra el anillo verde de la localidad
“Para tratar los efectos de las olas de calor es muy importante ver cómo responden los vecinos en función de sus necesidades, un barrio no responde como otro”, indica Ricardo García Mira, catedrático de Psicología Social y Ambiental de la Universidad de A Coruña. Él destaca la importancia de que la acción política a la hora aplicar estrategias contra el cambio climático vaya de la mano del conocimiento científico para evitar la tentación de adoptar modelos que han podido triunfar en otras ciudades, pero que no tienen que ser necesariamente extrapolables. “En ocasiones los políticos tienen más preferencia por importar modelos que han tenido éxito en otros lugares, pero que están descontextualizados. La acción política debe adaptarse en función de cómo trabajan los grupos humanos”, añade.
Una idea que comparte Pico: “Este es uno de los grandes problemas de la ciudad moderna, pensar que todas son iguales estemos en Estocolmo o en Sevilla, que todas las marquesinas de los autobuses tienen que ser las mismas vivas en Barcelona o en Bilbao”. Por eso, a través de las medidas del programa piloto se ofrecerán una serie de indicaciones cuyo desarrollo específico dependerá de cada uno de los barrios a los que se aplique, en función de la distribución del tráfico, de su orientación solar… “Esto implica reorientar los presupuestos y un cambio en las políticas urbanísticas que en muchos casos están demasiado asentadas. Supone arbitrar medidas de urbanismo táctico para hacer el día a día de los ciudadanos más llevadero”, advierte el alcalde.
Entre las soluciones que ha presentado la cátedra se encuentra el estudio de los árboles y su sombreado para adaptar las especies a las calles y su entorno y poner muros y cubiertas vegetales en edificios públicos, preferentemente, pero también particulares. “Los retratos de la ciudad histórica hacen referencia continuamente al verde y al agua”, indica Pico. La gestión del agua en el espacio público es otro de los elementos que priman en las propuestas. Fuentes urbanas, la instalación de los sistemas de evapotranspiración de la Expo 92 —que se han recuperado ya en otras iniciativas como el espacio Cartuja Qanat y que pronto estará operativo con la bioclimatización de las marquesinas, la plaza y del colegio público de la avenida de la Cruz Roja―, el uso del drenaje urbano para almacenar y reciclar el agua de lluvia o la recuperación de los arroyos y ríos que existían en el diseño de la ciudad antigua. “Es un proceso meditado, trabajado y participativo que tiene un reflejo político en la administración que va a tener que desarrollarlo”, añade el director de la ETSA.
El Ayuntamiento será el encargado, a partir de los resultados de las pruebas piloto, de diseñar las estrategias para la ciudad. “Sevilla puede ser la punta de lanza para otras ciudades con características similares y contribuir a desarrollar y alimentar buenas prácticas para luchar contra el calor extremo”, indica el alcalde, en alusión a ciudades como Atenas, Monterrey, Santiago de Chile, Atenas, Miami, Melbourne y Freetown, que se integran el proyecto proMETEO, creado para desarrollar iniciativas para concienciar sobre los efectos de las olas de calor y propiciar espacios públicos con confort climático.
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