Millones de aves abandonan cada año Europa al terminar la época de reproducción y se dirigen a África en busca de lugares más cálidos donde pasar el invierno. El águila pescadora es una de estas especies migratorias que no duda en dejar su lugar de nacimiento, principalmente cerca de lagos y ríos en el norte del continente, para sobrevivir. El Parque Nacional de la Langue de Barbarie (PNLB), al norte de Senegal, en la región de Saint Louis, acoge entre octubre y abril a más de 200 ejemplares, la mayor concentración de población de esta ave en época no repoductiva documentada en África, según los biólogos españoles Rafa Benjumea y Blanca Pérez, que las estudian desde 2015 acompañados de expertos locales.
“La importancia de esta ave rapaz, muy extendida a nivel mundial, aunque escasa en España, es que se alimenta exclusivamente de peces, por lo que su desaparición o la reducción de ejemplares provocaría un desequilibrio en el ecosistema difícil de sustituir”, expone Benjumea, especialista en migración animal. Los biólogos explican que es una “especie paraguas”, es decir, forma parte de un grupo que, al ser protegido, también implica la preservación indirecta de otros animales del mismo hábitat.
Se estima que la mitad de las aves que emprenden la ruta cada temporada fallece en el camino
El primer año que Pérez y Benjumea viajaron a Senegal lo hicieron con el objetivo de apoyar la redacción de un plan de gestión estratégico del parque nacional y formar a los agentes para realizar los censos. Pronto se dieron cuenta de la extraordinaria concentración de águilas pescadoras y de la importancia de conocer su estructura y comportamiento en el área. “En Europa se dedica mucho esfuerzo en su conservación, pero en África hay muy pocos datos”, aclara la bióloga. Desde entonces, ambos se centran, junto con el personal del PNLB, en documentar esta población. En 2023 saldrán publicados los hallazgos de los primeros cuatro años de estudio, que ha contado con el apoyo científico de la Universidad de Málaga y el Instituto Mixto de Investigación en Biodiversidad CSIC de la Universidad de Oviedo.
A mediados de enero, el equipo consiguió anillar y balizar con un sistema GPS a dos águilas pescadoras adultas. “Normalmente, en Europa, se marcan en el nido al nacer y como el aparato dura unos tres años, son los movimientos de esta primera etapa de vida del animal los que se conocen con detalle”, precisa Benjumea.
Para hacerlo, ingeniaron varios sistemas de captura, pasaron noches a la intemperie y esperaron horas a la espera de que una de estas rapaces cayese en la trampa para poder colocarle lo que llaman “la mochilita”, un dispositivo que incluye un emisor y un pequeño panel solar. El esfuerzo tuvo su recompensa. La primera fue una hembra sin anillar y, por lo tanto, sin información sobre el origen y la fecha de nacimiento. La llamaron Tougou, en homenaje a la asociación belga Project Tougoupeul, principal financiador de la misión.
La importancia de esta ave rapaz, muy extendida a nivel mundial, aunque escasa en España, es que se alimenta exclusivamente de peces, por lo que su desaparición o la reducción de ejemplares provocaría un desequilibrio en el ecosistema difícil de sustituir
Rafa Benjumea, biólogo
“Con ella estudiaremos el uso del hábitat durante la época no reproductiva en Senegal y también la ruta migratoria hacia sus zonas de reproducción en Europa. Con esta importante información aumentaremos el conocimiento de la especie para su propia conservación y para salvaguardar los humedales en África”, revela Pérez, explicando que el parque senegalés donde trabajan, el PNLB, forma parte de la Reserva de la Biosfera de la Unesco y está incluido en la llamada lista Ramsar de Humedales de Alta Importancia, que lleva el nombre de la ciudad iraní donde se firmó este acuerdo de protección. En el último censo realizado el 15 de enero, en una mañana se contabilizaron 152 águilas pescadoras, lo que supone más de un 1% de la población nacida en Europa (en 2021 se estimó la existencia de entre 9.600 y 13.600 parejas criando), según explica el conservador del parque, el capitán Nicolas Gomis.
Las migraciones, una historia de vínculos entre científicos
En su aventura anual, las aves migratorias unen diferentes países, culturas e investigadores, que deben trabajar juntos a lo largo de toda la ruta con el objetivo común de protegerlas durante todo su viaje. Prueba de ello es la historia de Gallo, el segundo ejemplar de águila pescadora que fue analizado en esta misión.
Por la anilla de metal que portaba, se supo que nació en Finlandia, así que Benjumea habló con colegas en el país escandinavo para contactar con el anillador, que les reveló que se trataba de un macho nacido en 2019, concretamente en el pueblo de Kuhmalahti, al sur del país. “La mayoría de las que nacen en esta región pasan por Georgia y suelen migrar hacia al este de África: Gallo [que ha migrado al oeste del continente] confirma que la naturaleza no siempre es como predecimos”, sostiene el científico sevillano.
Al igual que a Tougou, también se le dotó de un aparato de GPS en la espalda que genere información periódicamente. Ya en los primeros días del rastreo, en el que se ofrecen datos sobre temperatura, altura, velocidad y ubicación del ave cada 20 minutos, se obtuvieron conclusiones novedosas para el equipo, como por ejemplo, que las águilas sobrevolaron más territorio del esperado y pasaron momentos tan importantes como el descanso nocturno fuera del parque. “Esto sustenta la necesidad de proteger no solo las reservas sino también los lugares aledaños”, explica Pérez.
Además de los riesgos comunes que amenazan las rutas migratorias, como las construcciones en las costas, la desecación de los humedales, los parques eólicos y la deforestación, al llegar a esta zona de África estas especies también deben enfrentarse a otras amenazas como las tormentas del desierto o los embalses, por ejemplo el de Diama sobre el río Senegal, que reducen la disponibilidad de alimento. Se estima que la mitad de las aves que emprenden la ruta cada temporada fallece en el camino.
Para Moussa Niang, ecoguarda del PNLB, estas colaboraciones con biólogos como Pérez y Benjumea son vitales para la profesionalización del sector en Senegal, que aún no cuenta con un sistema de anillaje propio. “He conseguido convalidar mis conocimientos a través de las prácticas que hago con científicos extranjeros y he logrado ser el primer anillador habilitado en el país, para el seguimiento de cinco especies”, afirma.
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