Euroliga jornada 25
Necesitaba el Barcelona un reconstituyente tras la bofetada que se llevó en la Copa —apeado en cuartos ante el Unicaja—, ya descontado el segundo título del curso tras caer también en la Supercopa. Y bien que le valía como vitamina un triunfo sobre el Mónaco (80-70), inmediato perseguidor en la Euroliga y rival que le hizo tiritar y recuperar sus miedos, esos que explican que a los azulgrana se les da fatal rematar la faena, gobernar de pe a pa. Pero la energía del Palau conjugada con las manos de Satoransky y Higgins en el último acto bastaron para que el susto se quedara en eso, para que el Barça se atornillara en la tercera plaza con sus consiguientes beneficios, pues para las eliminatorias se garantizaría el factor cancha a favor para encarar la última posta antes de la ansiada Final Four.
Pronto explicó el Mónaco que le sobraba centímetros en la pintura pero le faltaba habilidad y muñeca, pues los rebotes no los reconvertía en los puntos exigidos. Una penalidad que castigó de inicio Abrines, entonado desde el perímetro, recepción, salto y chof. Un buen despertador para el Barcelona, por más que Jasikevicius insista de puertas para afuera que los tropiezos no rebajan el estado efervescente azulgrana, aunque luego ordene sesiones dobles físicas y también un almuerzo de hermanamiento en La Masia que hiciera de pegamento para lo que resta por llegar, la Liga y la Euroliga, ahora un poco más encaminada.
Tiene el equipo del Principado en Mike James a un jugador que parecen tres, pues aunque camina con un medido pasotismo, como si el mundo le diera igual, con la pelota en las manos es el director de orquesta, también el asistente y, sobre todo, el anotador, frontera para cualquier ataque con la floritura y el espectáculo por bandera. Pero Abrines era la efectividad, secundado por Satoransky y un Mirotic que trataba de coger el color y la forma con el paso de los minutos, siempre todos al compás del tango de Laprovittola. Pero la verdadera diferencia llegó en la segunda unidad, con el fondo de armario del Barça, que encontró la versión punzante de Higgins, la energía de Jakubaitis, la puntería de Kalinic y sobre todo la añorada autoridad de Vesely para llegar al entreacto con una diferencia holgada (50-39).
Nada nuevo en un equipo de arrebatos e inspiraciones. La duda, también la tara de Jasikevicius desde que se hizo cargo del banquillo, era si el equipo podría mantener las diferencias sin pasar apuros. Y aunque Abrines y Sanli abrieron de nuevo el telón con triples, al Barça le costó encontrar posiciones cómodas de tiro y deshacer el entramado defensivo del Mónaco, más intenso, más gallardo, más comprometido. Así, lo que estaba encaminado en el entreacto se enredó con el paso de los minutos, al fin James, Loyd y Diallo haciendo diabluras en el aro rival. La cuenta atrás era preocupante: ocho puntos, seis, cinco y hasta tres… (65-62), sin noticias de Mirotic ni Laprovittola. Crecía el Mónaco al tiempo que menguaba el Barça y la diferencia en el luminoso, de nuevo con el temor de ver el repetido aturdimiento y falta de carácter en los momentos clave en los azulgrana. Pero llegó Satoransky y le secundó Higgins para rebajar el suflé, para que el Barça lograra un triunfo energético.
BARCELONA 80 – MÓNACO 70
Barcelona: Satoransky (15), Laprovittola (5), Abrines (9), Mirotic (7) y Sanli (5) -quinteto inicial-; Vesely (12), Kalinic (8), Higgins (12), Tobey (2), Kuric (0) y Jokubaitis (5).
Mónaco: James (14), Loyd (13), Brown (6), Diallo (13) y Motiejunas (5) -quinteto inicial-; Okobo (9), Moneke (0), Blossomgame (4), Ouattara (0) y Hall (6).
Árbitros: Matej Boltauzer, Tomislav Hordov y Piotr Pastusiak (Eslovenia).
Palau Blaugrana. 6.840 espectadores.
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